© Matty Stern/U.S. Embassy Tel Aviv
Después del «cese del fuego» anunciado por Hillary Clinton en El Cairo, el veinteañero habitante de Gaza Anwar Qudaih se fue a festejar el acontecimiento en la «zona tapón», una franja de terreno de unos 300 metros en territorio palestino, donde su familia cultivaba antiguamente una parcela de tierra. Cuando se aproximaba a la alambrada, un soldado israelí lo mató de un tiro en la boca [1].Anwar Qudaih se convertía así en la primera víctima mortal posterior a la entrada en vigor del «cese del fuego». Su nombre se agrega a los de los 170 palestinos muertos (la tercera parte son mujeres y niños) durante los bombardeos israelíes, que dejaron también más de 1 000 heridos y daños materiales superiores a los 300 millones de dólares.
Para que ese «cese del fuego» sea duradero, «los ataques con cohetes contra Israel deben cesar», subraya la señora Clinton,
atribuyendo así a los palestinos la responsabilidad de la crisis. El plan de Washington estaba muy claro desde el primer momento: permitir que Israel diera «una lección» a los palestinos y utilizar la agresión israelí como ensayo de una guerra regional, evitando sin embargo que la operación se prolongara o se expandiera, lo cual habría interferido con la estrategia EEUU/OTAN tendiente a concentrar las fuerzas contra dos objetivos: Siria e Irán.
En ese marco se inscribe la nueva asociación con Egipto, país que según la señora Clinton está asumiendo nuevamente «
el papel de piedra angular de la estabilidad y la paz regional que por mucho tiempo desempeñó»,
o sea incluso durante los 30 años del régimen de Mubarak. El presidente Morsi, a quien la señora Clinton elogia por su «liderazgo personal» en la conclusión del acuerdo, se aprovecha de la situación para acaparar el poder. Como compensación, Washington le exige un control más estricto sobre su frontera con Gaza, reforzando así el bloqueo.
Pero el objetivo de la asociación va en realidad mucho más lejos. Lo que se busca es integrar Egipto, que depende de las ayudas militares estadounidenses así como de los préstamos que le conceden el FMI y las monarquías del Golfo, al arco de alianzas que Washington está construyendo en función de la estrategia de Estados Unidos para el Medio Oriente y el norte de África.
Es importante, en ese contexto, el papel de Qatar. Después de una visita secreta en Israel (documentada, sin embargo, en un video), el jeque Hamad ben Khalifa Al-Thani se fue a Gaza, donde prometió ayuda. Y luego se reunió en El Cairo con el presidente Morsi, a quien entregó 10 millones de dólares para curar a los palestinos heridos por las bombas israelíes. El emir de Qatar se presenta así como defensor de la causa palestina y árabe, cuando en realidad trabaja para la estrategia EEUU/OTAN, al igual que cuando contribuyó a la guerra contra Libia enviando fuerzas especiales y armas - en 2011 - , y como ahora lo hace nuevamente en contra de Siria.
Otra política de dos caras es la del primer ministro turco Erdogan, quien condena a Israel y anuncia una próxima visita de solidaridad a Gaza mientras que lo que realmente hace es colaborar con Israel a través de su política de bloqueo y desmembramiento de Siria y demandando la instalación de misiles Patriot en la zona fronteriza, abriendo así a la OTAN la posibilidad de imponer una zona de exclusión aérea sobre Siria.
Y lo mismo sucede también con la política del gobierno italiano que promete ayudas a la artesanía palestina, mientras que fortalece sus vínculos militares con Israel permitiendo que los caza-bombarderos de ese país se entrenen en Cerdeña.
De esa manera, mientras los navíos de guerra israelíes - con el apoyo de los barcos de la OTAN, incluyendo los de la marina de guerra italiana - bloquean los ricos yacimientos de gas natural en las aguas territoriales de Gaza, quizás los palestinos logren sobrevivir tallando cositas de madera, como los habitantes de las «reservas indias» en Estados Unidos.
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