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© DesconocidoEn el escenario de la captura de rehenes de In Amenas, a Mokhtar Belmokhtar le toca el papel del “malo”. Este disidente de AQMI ha creado un grupúsculo terrorista que se alquila para la realización de operaciones “bandera falsa” por cuenta de ricos comanditarios, como Abu Nidal durante la guerra fría.

Es demasiado evidente que los intereses económicos occidentales en Mali no bastan para explicar la intervención militar de Francia en ese país africano. Y es igualmente evidente que el fenómeno islamista tampoco explica por sí solo la envergadura de la acción terrorista registrada paralelamente en una instalación gasífera argelina. Para Manlio Dinucci, ese coctel contiene los ingredientes clásicos de la estrategia de la tensión. El objetivo es Argelia, Mali es la base de retaguardia utilizada para el ataque y los islamistas son el pretexto que justificaría la intervención.


Las dramáticas imágenes del ataque de un comando que se define como yihadista contra la instalación argelina están dando la vuelta al mundo. Técnicos de BP y de Statoil con explosivos plásticos atados al cuerpo, asesinados por sus secuestradores o muertos durante los enfrentamientos. Efecto más que garantizado.

El ministro francés de Relaciones Exteriores, Laurent Fabius, toca la señal de alarma sobre la dramática situación argelina. El primer ministro británico David Cameron convoca el «Comité Cobra» para situaciones de emergencia. El presidente estadounidense Barack Obama declara que el ataque nos recuerda nuevamente la amenaza que representa al-Qaeda en África y que Estados Unidos actuará para impedir que hechos similares se repitan.

Según informaciones divulgadas por fuentes no muy bien identificadas, el comando terrorista recibía órdenes, a través de un teléfono satelital, del emir Mokhtar Belmokhtar, ex jefe de al-Qaeda en el Magreb Islámico (AQMI), individuo que actualmente dirige una nueva organización con base en Mali. Precisamente (y como por casualidad) en el país donde Francia acaba de emprender una intervención militar y al que la Unión Europea está a punto de enviar una «misión de entrenamiento» de 450 especialistas militares (incluyendo varios italianos), que además proporcionarán «consejo en operaciones de comando».

Sigue siendo un misterio cómo fue que el comando, que se componía de decenas de hombres fuertemente armados, logró recorrer al descubierto, con su convoy de vehículos todoterreno, varios cientos de kilómetros a través de un territorio vigilado día y noche por unos 300 000 hombres del ejército argelino, entrenado y armado por Francia y el Comando de Estados Unidos en África (AfriCom). Resultan justificadas las sospechas de que el ataque contra la instalación gasífera haya sido orquestado y/o facilitado por Francia, con cobertura estadounidense, para implicar a Argelia y a otros países del norte de África en la operación militar ya emprendida en Mali, ampliando así el área de dicha operación.

En África, Francia, Gran Bretaña, Estados Unidos y otras potencias occidentales no están en condiciones de hacer frente, con sus transnacionales, a la competencia económica de China y otros países emergentes. Con la esperanza de conservar a toda costa el control sobre los recursos energéticos y minerales estratégicos del continente, y de sus zonas de importancia estratégica, las mencionadas potencias avivan las tensiones y conflictos internos para justificar su intervención militar, cuyo objetivo es estrangular las luchas de liberación de los pueblos.

Para lograrlo no tienen el menor escrúpulo en recurrir a la utilización de grupos yihadistas, cuyos militantes de base, convencidos de que están combatiendo el imperialismo occidental, acaban convirtiéndose en sus instrumentos. Los utilizaron en Libia para descomponer el país desde adentro, mientras que la OTAN lo atacaba con sus caza-bombarderos y con sus fuerzas especiales infiltradas. A raíz del ataque en Argelia, hasta el propio New York Times admite ahora que Kadhafi tenía razón cuando advertía que la caída del Estado libio provocaría el caos, al dejar las manos libres a los yihadistas. Lo que no dice el New York Times es que la OTAN está haciendo lo mismo en Siria, confirmando así que esa forma de actuar es parte de su propia estrategia de la tensión.

Bersani [secretario del Partido democratico italiano, jefe de la «oposición». NdT.] lo ha entendido todo. «Hay que parar las formaciones yihadistas sanguinarias», declaró. Y agregó que «no podemos dejar sola a Francia, que intervino en Mali. Hay que intervenir y es hora de que la Unión Europea vuelva a tomar el extremo de la madeja». Se trata, en realidad, de un hilo que Europa ya ha retomado para desenmarañar el viejo enredo de las guerras coloniales.

Fuente
Il Manifesto (Italia)


Traducido al español por la Red Voltaire a partir de la version al francés de Marie-Ange Patrizio