Imagen
Por primera vez se ha observado en bebés de sólo unas horas de edad un área del cerebro que responde a la interacción social en adultos. Lo han hecho científicos de Birkbeck, Universidad de Londres, y de la Universidad de Padua, en Italia. Los investigadores han constatado que, 24 horas después de nacer, el denominado "cerebro social" ya es capaz de discernir entre un juego social como el "te veo - no te veo" (lo que muchos conocemos como papus-tat o en inglés peek-a-boo) o el mero hecho de manipular un objeto con la mano (movimientos no sociales)

Hasta ahora, las primeras observaciones de las respuestas del cerebro a las acciones humanas sociales se situaban a los 4 meses de edad, momento en el que los bebés ya habían vivido miles de horas de comunicación cara a cara y, por lo tanto, momento en el que ya podrían haber aprendido a responder a estos estímulos sociales a través de ese contacto humano. El nuevo estudio, publicadoen la revista Nature Scientific Reports, sugiere, a diferencia de lo dicho hasta ahora, que ya que respondemos a esas señales desde muy temprano en la vida.

Los investigadores añaden el hecho de que las señales sociales aumentan significativamente conforme aumenta el número de horas después del nacimiento. De hecho, tomaron las pruebas (mediante espectroscopía de infrarrojo) entre las 24 h y 120 h después de nacer y las diferencias ya fueron notables. Esto indica que las interacciones cara a cara, incluso dentro de las primeras horas de la vida, desempeñan un papel importante en el desarrollo del cerebro social .

Todos los niños en el estudio fueron clasificados como de bajo riesgo para trastornos del desarrollo como el autismo, pero los nuevos resultados podrían proporcionar una nueva vía para el estudio de los niños en riesgo de este tipo de trastornos desde los primeros días de vida. Según los científicos, con el tiempo podría ser posible comparar esto con la actividad cerebral de los bebés que son clasificados como de alto riesgo para el autismo para ver si presentan diferencias en estas respuestas cerebrales de nacimiento. Esto podría llevar a un diagnóstico precoz de la enfermedad, que permitiría a las familias a tener más apoyo de un estado anterior en el desarrollo de sus hijos.

Cerebro social vs individual

El debate acerca del cerebro social lleva muchos años en el candelero. En la ciencia y la filosofía occidental, siempre se ha entendido el funcionamiento psíquico como una acción individual, más que como algo inmerso en la comunidad. Pero en los últimos años, la idea de que los seres humanos somos fundamentalmente sociales y que vivimos incrustados en complejas redes sociales ha cobrado una importancia central.

Todo esto parte de la idea de que "el ser humano necesita, desde su nacimiento, de otros que le busquen, le muestren su interés y le hagan sentirse seguro", como indica la asociación "Social Brain". La noción del cerebro como un órgano social emergió durante la década de los 70. Kling y Steaklis, en 1976, observaron que monos con determinadas lesiones cerebrales tenían conductas socialmente inapropiadas y perdían estatus dentro del grupo. Esto no significa que haya una sola zona dedicada a la cognición social, ya que esta es fruto de la acción combinada de diversos sistemas sensoriales, motores, cognitivos y emocionales.

Los peligros del aislamiento social

Ocurra 24 horas después de nacer, ocurra con el paso de los meses y de los años, lo que sí se ha constatado en mucha bibliografía científica es la importancia de la interacción social de los más pequeños para el desarrollo cerebral normal. La ciencia ha observado que los niños que sufren aislamiento social experimentan impedimentos cognitivos y sociales en la edad adulta. ¿Por qué?

Al parecer, como indicaron a finales del 2012 investigadores de la Universidad de Boston en la revista Science, el aislamiento social durante la vida temprana podría evitar que maduren las células que forman la materia blanca del cerebro, y, por lo tanto, que se produzca la cantidad adecuada de mielina en las fibras nerviosas. Cabe recordar que la mielina es esencial para la velocidad y la eficiencia de la comunicación entre las diferentes áreas del cerebro, por lo que la disminución de la mielinización podría explicar los déficits sociales y cognitivos.

La entidad anteriormente comentada, Social Brain, también hace referencia en su página web a las experiencias en orfanatos, que han demostrado que bebés con todas las necesidades físicas cubiertas y, sin contacto emocional con sus cuidadores, tenían una tasa de mortalidad mucho más elevada que lo que cabría esperar, así como un desarrollo físico y mental sensiblemente menor que el de los niños criados con contacto afectivo.