Entre sus referencias continuas están Dostoievksy, Jung, Nietzsche y Piaget. Profesor en la Universidad de Toronto, este psicólogo de 55 años ha conseguido romper los muros del aula y proyectar sus clases en Youtube.
jordan peterson
© DesconocidoEl profesor Jordan Peterson en la Universidad McMaster
Nada menos que un cóctel explosivo de psicología de la religión, existencialismo y psicología de la personalidad. Clases magistrales -algunas de varias horas de duración - que han recibido una extraña y muy positiva acogida, si tenemos en cuenta que se trata de un espacio y público acostumbrado a contenido fácil de digerir, entretenido y en muchos casos banal. Pero las clases del profesor Jordan Peterson son desafiantes, y sobre todo, rompedoras de clichés académicos: ciencia experimental, literatura, filosofía, Jung, Rogers...

El profesor Peterson camina en constante equilibrio sin dar pasos en falso y consiguiendo unos resultados mucho más coherentes y ordenados de lo que uno podría esperar en alguien que salta de una disciplina a otra.

El salto al ring mediático, sin embargo, no se dio por el talento docente de Peterson, sino por imitar a uno de esos héroes arquetípicos que tanto menciona en sus clases: San Jorge. El dragón de la ocasión fue la Bill C-16, una enmienda al Acta de Derechos Humanos y el Código Penal de Canadá. Peterson colgó en Youtube su objeción a esta enmienda, un vídeo en tres partes bajo el título: Profesor contra lo políticamente correcto.

En el vídeo mostraba algunas inconsistencias en la redacción de la Bill C-16, pero sobre todo se oponía a una cuestión política de fondo: en la redacción de la enmienda se incluía como delito de odio la discriminación por "identidad de género o expresión".

Jordan Peterson cuestiona con argumentos sólidos posibles lagunas o implicaciones negativas que podría acarrear la enmienda por la forma en que estaba redactada. Pero fundamentalmente no podía aceptar que se considerara la cláusula de "expresión", porque de ello se seguiría que uno cometería un acto contrario al Acta de Derechos Humanos y el Código Penal de Canadá, si se negaba a llamar a una persona transgénero por un pronombre que esta persona indicara (distinto de los pronombres "él"/ "ella").

El argumento fuerte de Peterson consistía en decir que la Bill C-16 sentaría un precedente sobre la legislación de cómo deben hablar las personas. Algo que va contra la libertad de expresión, que -como más adelante diría Peterson- no es simplemente un valor más: es aquello que posibilita que usemos las palabras que creamos convenientes para plantear y buscar soluciones a los problemas que encontramos en el mundo. Básicamente, uno de los pilares de la civilización Occidental.

Las respuestas al vídeo fueron mucho más lejos de lo que él esperaba. Una de las primeras reacciones fue una manifestación en su contra en el campus de su universidad. Peterson salió a dar la cara, y discutir sobre sus ideas. Algo supuestamente natural si consideramos que una universidad es históricamente el lugar para pensar, argumentar y debatir en comunidad. Pero dado que en los últimos años la presencia de lobbys, grupos de presión, y ese dragón furioso de lo políticamente correcto han tomado los espacios universitarios, el acto de Peterson resultó épico.

Pero Peterson no se rindió, ni siquiera cuando la administración de su propia "casa" -la Universidad de Toronto- le envió dos cartas de aviso.

Grupos de alumnos de otras universidades lo invitaron a hablar en sus campus sobre la libertad de expresión, pero algunos de estos actos fueron boicoteados y no se llevaron a cabo. En uno de ellos, en la McMaster University, Peterson llegó al aula y se encontró con que el resto de ponentes invitados no se presentó, impedidos por un grupo de activistas o tal vez temerosos de las represalias.

Mientras le llovían insultos y le impedían hablar, Peterson mantuvo la compostura durante un buen rato. Después de unos minutos, dirigiéndose al público que había ido a escucharle, los invitó a salir del edificio, para debatir con argumentos sobre el tema que los convocaba aunque hubiera que hacerlo, paradójicamente, fuera de la Universidad. Allí, a voz en grito, con los activistas intentando acallarlo con insultos y percusión, el profesor comenzó su lección magistral:

Peterson fue invitado durante las siguientes semanas a varios programas de televisión, algunos de ellos en los cuales era cuestionado por varios -repito lo de varios-"invitados". A todos respondía con una lógica impecable, sin ceder un palmo en su argumentación, y deshaciendo todas las falacias que le lanzaban sus oponentes.

Tal fue la publicidad mediática del caso, que acabó siendo invitado como uno de los "testigos" ante una comisión del Senado para evaluar la Bill C-16. Expuso su caso con la misma solidez de siempre. La Bill C-16 sería aprobada unos meses más tarde.

Aunque Peterson perdió la batalla, ganó la guerra. Pues realmente el caso en cuestión fue sólo una ocasión para mostrar y cuestionar a aquellos "bloody neo-Marxists that have invaded the campuses", y si no pudo hablar cuando una multitud de fanáticos se lo impidió en el campus, sí lo ha hecho desde entonces por Youtube, donde sus clases y apariciones ya superan el millón de visitas.

Si Jordan Peterson no ha matado al dragón de lo políticamente correcto, al menos lo ha herido obligándole a mostrar su verdadero rostro.