Una apretó el gatillo, mientras que la otra habría sido el gancho en el asesinato de Benjamín Yeshurun Sutchi y Alon Azulay, dos mafiosos israelíes ligados a la distribución de armas para carteles mexicanos.
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De momento, La Güera es una pieza clave de la investigación de la Procuraduría para desentrañar el crimen y llegar hasta sus autores intelectuales.

Se busca a la fugitiva

Según las investigaciones, La Güera, apodada así por el color de la peluca que usó en el día del asesinato, solicitó una cita con Benjamín Yeshurun Sutchi y Alon Azulay en el restaurante Hunan, en la plaza Artz Pedregal. Los ubicó en un lugar visible para que Esperanza N. y otro cómplice los matara, así que se cree que fue el gancho para asesinarlos.


El análisis de las cámaras de seguridad de la plaza comercial demostró que, en el momento de ataque, La Güera huyó del lugar de crimen por la cocina. De acuerdo con el personal del local, allá le fue a buscar un individuo que olía a pólvora y le preguntó si ya habían matado a los hombres y, al recibir respuesta positiva, ambos se marcharon.

Después se subieron a bordo de una camioneta conducida por otra persona. Se supone que los dos abandonaron la Ciudad de México. Sin embargo, las autoridades capitalinas cuentan con el rostro de la sospechosa y las placas del vehículo. También se sabe que la mujer reservó la mesa bajo el nombre de Vanesa Bayer, si bien podría tratarse de una identidad falsa.

En las primeras declaraciones de Esperanza N, la única detenida por el doble asesinato, declaró que la mujer de cabello rubio le daba órdenes a través de su teléfono. La Güera podría estar vinculada al cartel de Jalisco Nueva Generación.

Los medios informaron que Vanesa podría tener una deuda de casi 13 millones de euros con los israelíes, razón por la que los mandó asesinar. La información todavía no ha sido comentada por las autoridades. Si se confirma esta versión, La Güera será considerada autora intelectual en vez de gancho del doble asesinato.

Esperanza N, la sicaria

La Policía de Investigación de la Ciudad de México informó que Esperanza Gutiérrez Rojano, de 33 años, residió en la alcaldía capitalina de Tláhuac hasta el momento de su detención. Vivía con sus dos hijos en casa de sus padres. Durante varios años trabajó como mesera — camarera — en un bar en la colonia Nopalera.


En su declaración ante la Procuraduría General, la sicaria reveló que cobró 5.000 pesos — 263 dólares — por su servicio, así como aseguró no conocer a sus víctimas. Le impusieron como medida cautelar la prisión preventiva oficiosa. Ahora la Procuraduría General de Justicia de la Ciudad de México tiene tres meses para concluir la investigación complementaria por su caso.

El 24 de julio, Esperanza N disparó contra dos israelíes en la plaza comercial Artz Pedregal, al sur de Ciudad de México. Más tarde las víctimas fueron identificadas como Alon Azulay, de 41 años, y Benjamín Yeshurun Sutchi, de 44 años, ambos con antecedentes penales.

Azulay escapó de Israel hace más de dos décadas y se desconocía su paradero, después de cumplir una pena por homicidio, según las primeras pesquisas. Sutchi, a su vez, fue uno de los hombres más poderosos y temidos del inframundo criminal israelí. En México tejió una red criminal entre 2001 y 2005 y estableció lazos con organizaciones que se dedican al narcotráfico, el secuestro y la operación de casinos. Así, de acuerdo con las indagatorias de la Fiscalía General de la República (FGR), operó casinos que administran varias mafias en México, y participó en la distribución de cocaína en discotecas y bares capitalinos.


Noticiarios de televisión en Israel relacionaron a Sutchi con un conocido criminal israelí, Erez Akrishevsky, quien escapó a México hace 18 años, y que "fue detenido la semana pasada y deportado a su país". Las autoridades federales mexicanas relacionan a Sutchi y Akrishevsky con el cartel narcotraficante de los hermanos Beltrán Leyva, que en la última década fue desarticulado con el arresto de los principales jefes.

Además, según avances de la investigación difundidos por medios locales, Azulay y Sutchi estaban ligados a la venta de armas para el crimen organizado en el sur de ese país.