Es inevitable. Después de leer El test del psicópata, el último libro del periodista inglés Jon Ronson, uno comienza a repasar mentalmente la lista de amigos, conocidos, compañeros de trabajo y celebridades en busca de algún psicópata camuflado.© DesconocidoLos asesinos en serie arruinan familias. Los psicópatas corporativos, políticos y religiosos arruinan economías, arruinan sociedades.
La palabra "psicópata" hace evocar caras desaliñadas y miradas que cortan como un cuchillo frío y afilado. Crímenes horrendos perpetrados por desalmados. Pero la verdad es otra.
Los psicópatas caminan entre nosotros. Elegantes y seductores. Los aplaudimos, envidiamos y hasta votamos por ellos seguros de que nos sacarán de la olla.Luego de visitar el hospital psiquiátrico Broadmoor (Inglaterra) y conocer a un tal Tony, Ronson decide sumergirse en el mundo de los psicópatas para entenderlos mejor. Seres humanos a los que según la más elemental de las descripciones,
no les importa lo que otros sienten. Presas de su ego y vanidad están dispuestos a cualquier cosa con tal de lograr sus objetivos.
La culpa y los remordimientos no empañan su lógica.
Esa búsqueda lo llevó a inscribirse en un curso dictado por el psiquiatra canadiense Robert Hare, mundialmente famoso por haber diseñado un test de 20 pasos para detectar un individuo con esta personalidad. Hare fue uno de los primeros en demostrar que algo no andaba bien en el cerebro de estas personas. En los años 60, mientras trabajaba como psicólogo en una prisión de Vancouver, notó que estos individuos no se ponían nerviosos cuando les decían que serían sometidos a electrochoques. Tampoco se conmovían al ver fotos de personas degradadas por algún tipo de violencia.
En una de las conversaciones entre Ronson y Hare, éste le dice que no debió hacer su investigación sólo en las cárceles, "
debió gastar más tiempo dentro de la bolsa de valores" para luego añadir: "
Los asesinos en serie arruinan familias. Los psicópatas corporativos, políticos y religiosos arruinan economías, arruinan sociedades". Hare los bautizó como "serpientes de traje".
Las estadísticas apuntan a que el 1% de la población encaja en este tipo de personalidad y en ambientes competitivos, pueden llegar al 4%. Por supuesto que las cárceles están llenas de ellos. Pero no se puede olvidar que el borde entre el éxito rotundo y la prisión es más tenue de lo que muchos imaginan.
"
Destilan una malevolencia casi invisible, especialmente si son líderes empresariales. Pueden afectar al capitalismo. Y creo que eso fue lo que vimos con la crisis bancaria: es capitalismo moldeado por una especie de psicopatía. Es extraordinario que los psicópatas puedan tener tanto poder, que puedan moldear toda una sociedad", comentó Ronson en una reciente entrevista.
Paul Babiak, psicólogo industrial y organizacional, lo ha comprobado por cuenta propia. Luego de evaluar decenas de empleados de compañías interesadas en detectar a sus trabajadores más prometedores, concluyó que uno de cada 25 calificaban como psicópatas. Las evaluaciones internas de las compañías, y los jefes ingenuos, a menudo los califican como líderes, innovadores, inteligentes y confiables.
Son maestros en el arte de las máscaras."Como tienen poca capacidad para sentir compasión y son narcisos, logran llegar a altos cargos. Pero mientras tanto van haciendo triquiñuelas. Muchos de ellos son lo que llamamos ladrones de cuello blanco", explica la psiquiatra Pilar Hernández, docente de la Facultad de Psiquiatría de Sanitas.
En su opinión, lo peor es que Colombia es un país con una cultura que admira y premia los rasgos psicopáticos: "Aplaudimos al que hace la maldad, al que engaña al otro. Aquí es un duro el que vende más caro, el vivo que manipula a los otros, el que roba".
Miguel Mendoza, escritor y profesor de la Universidad Javeriana, quien dicta una cátedra titulada Asesinos en serie y asesinos de masas cree lo mismo: "
Hay valores peligrosos que se instalan como naturales. Estamos entrando a una sociedad psicopática, no importa lo que tenga que hacer para ser el primero, así sea con trampa. La sociedad condena la fealdad, pero no la vanidad. Si alguien recurre a lo que sea para parecer bello nadie lo castiga".
En un texto que tituló
La lección del psicópata, Mendoza concluye: "
Es un demonio, pero uno de carácter humano, no proviene de las fuerzas oscuras de la naturaleza, está entre nosotros y ha nacido de nosotros, es la expresión máxima de dos de los factores más peligrosos del hombre evolucionado: poder y deseo".
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