Traducido por el equipo de SOTT.net
Si la cocaína está tan extendida en el Ala Oeste que de alguna manera hay cocaína "extra" por ahí tirada, ¿cuándo va a empezar la Casa Blanca a hacer pruebas de drogas a sus empleados?- Margot Cleveland
Brandon and Son
© Twitter
Considéralo por un momento, y agradécelo, lo perfecto que es "Joe Biden" como presidente de esta república que se hunde. Él y su familia proyectan la esencia rectificada de cada depravación que ahora impulsa la vida de nuestra nación hacia algún fondo turbio, donde puede verse obligada a evaluar su lamentable estado, arrepentirse y quizás recuperarse (o simplemente rendirse y morir). Ahí está, sin ambigüedad ni conciencia: "Joe Biden", la personificación de un Estado fallido.

Como empresa criminal, por ejemplo, la operación de tráfico de influencias de la familia Biden entre potencias extranjeras refleja exactamente el carácter de chantaje de la América corporativa actual, es decir, ganar dinero deshonestamente, y a menudo por no hacer nada. En la mayor industria de Estados Unidos, las finanzas, este es absolutamente el caso. Es posible que haya olvidado lo que son las finanzas, y lo que se supone que deben hacer: a saber, prestar dinero para actividades destinadas a producir cosas de valor, cosas útiles que la gente necesita y quiere, a veces incluso obras públicas que benefician a todos en la sociedad.

En la actualidad, las finanzas estadounidenses se dedican a recibir dinero gratis (préstamos a un interés mínimo) de los bancos centrales oficiales (que emiten "crédito" de la nada), que los bancos, los fondos de alto riesgo, los fondos de capital riesgo y otros especuladores pueden convertir en instrumentos como bonos que generan intereses (préstamos al gobierno) y productos derivados (apuestas algorítmicas derivadas, abstraídas y ajustadas a los movimientos del mercado) multiplicando mágicamente el dinero que finalmente no produce nada de valor, aunque puede traducirse en compras de yates, pagos de pensiones alimenticias, suites de lujo en estadios de béisbol, islas privadas en el Caribe y tráfico de seres humanos para su uso como juguetes sexuales.

El modelo de negocio de Biden también se aplica perfectamente a la medicina y la educación superior, dos empresas saturadas de prestigio y pompa, como las actividades de la Casa Blanca, pero que, al igual que ese hervidero de política y acción, en el caso de la medicina, produce cantidades escandalosas de muertes innecesarias (aproximadamente 251.000 al año por errores de tratamiento iatrogénicos), y en el caso de la educación superior, la producción de Grandes Ideas engañosas y perjudiciales, mientras que ambas empresas se expanden como turbo-tumores en el cuerpo moribundo de una economía manufacturera en vías de extinción.

Como en el modelo Biden, la deshonestidad es ahora la piedra angular tanto en "Medicina" como en "Educación". Nuestros funcionarios de salud pública no han dejado de mentir sobre el episodio de Covid-19 desde que comenzó, y en todos los aspectos, desde el origen de la enfermedad (si es que eso es lo que era), a las muertes estadísticamente atribuidas a ella, pasando por todo lo relacionado con las "vacunas" cocinadas para detenerla. A su vez, esos funcionarios coaccionaron a los médicos de Estados Unidos para que retuvieran los mejores tratamientos (ivermectina, hidroxicloroquina) mientras aplicaban protocolos mortales (remdesivir más intubación) que garantizaban la muerte de los pacientes hospitalizados, a los que el gobierno recompensaba con gigantescos pagos de primas.

La educación superior ha desviado ahora sus energías del aprendizaje al activismo político, es decir, a la realización de acrobacias de moralidad para adquirir estatus bajo el pretexto de abordar problemas sociales que se reducen a malas elecciones de comportamiento y enfermedades mentales. La educación superior se dedica ahora a generar más de ambas cosas en forma de antagonismo racial fabricado y tormento sexual (en colaboración con el estamento médico). Todos los campos de estudio en la universidad están ahora racializados y sexuados, y todo ello a expensas del conocimiento organizado, que se carga con fatuas teorías y espurias misiones cripto-religiosas. El precio de admisión a este carnaval de farsas se multiplica a un ritmo más rápido que la inflación anual generalizada del dólar, instigada por las garantías federales de préstamos que "Joe Biden", en su munificencia, trata de abreviar con un jubileo por la deuda estudiantil.

Por supuesto, es el fantástico psicodrama dentro de la familia Biden el que presenta el modelo más llamativo para Estados Unidos. "Joe Biden" nos dice una y otra vez que quiere a su hijo, al que llama "el hombre más inteligente que conozco". El amor de un padre es algo maravilloso, sin duda. Y, sin embargo, ¿hay algo que Hunter Biden no haya hecho para destruir al "Gran Tipo", sin, digamos, clavarle una aguja de tejer del número nueve de oreja a oreja en el cráneo del viejo?

Mira lo que Hunter ha soltado sobre su querido padre: un archivo fotográfico de pornografía amateur (incluyendo actos sexuales con niños), delitos de drogas y memorandos de sobornos tan amplios y claros que un estudiante de primer año de Derecho podría escribirlos en un caso penal federal y/o un proyecto de ley de destitución. Hunter dejó embarazada a una bailarina de striptease y luego trató de eludir el pago de la manutención de la hija, a la que se negó a reconocer hasta que las pruebas de ADN le inculparon. Acaba de librarse de la evasión fiscal y de los cargos por tenencia de armas debido a que su padre contrató al Departamento de Justicia de Estados Unidos como servicio de protección privada, ensuciando así la agencia y destruyendo la confianza del público en ella. Ahora Hunter es sospechoso de dejar una bolsa de cocaína en un cubículo del Ala Oeste, donde la seguridad de la Casa Blanca estaba segura de encontrarla.

Lo que estamos presenciando es un orden de magnitud superior a la tragedia griega: el implacable impulso de destruir no sólo al padre, que resulta ser (por el más puro subterfugio electoral) presidente, sino de acabar con la nación con él. Y está funcionando. La familia Biden se está convirtiendo en escombros humeantes, al igual que Estados Unidos, como se ha visto en el triste país de Ucrania, un centro de corrupción de la familia Biden que se remonta a más de una década y que ahora está siendo sacrificado innecesariamente como parte de un encubrimiento criminal masivo, con el prestigio geopolítico de Estados Unidos en juego.

Lo sé, la complejidad de este melodrama es abrumadora. ¿Cómo puede un idiota político torpe causar tantos estragos? Es una maravilla. Pero todo está ocurriendo ante nosotros en tiempo real. "Joe Biden", que (admitámoslo) sólo está presente en parte, Hunter, su hermano Jim y el resto de este lamentable clan se están hundiendo.

No los echaremos de menos, cuando se hayan ido. Todo en ellos es innoble, lo que no se puede decir exactamente de nuestro país en sí. De una forma u otra, serán arrojados por la borda, y entonces veremos si podemos enderezar este barco y volver a navegar.