El 25 de agosto, la Agencia Central de Inteligencia (CIA, por sus siglas en inglés) publicó discretamente en su sitio web dos documentos sobre el golpe militar en Chile que se habían mantenido en secreto durante medio siglo: el informe diario del presidente (PDB, en inglés) de la mañana del 11 de septiembre de 1973 (el día del golpe) y del 8 de septiembre de 1973, cuando los militares chilenos ultimaban sus planes para derrocar al gobierno democráticamente elegido de Salvador Allende.
Los documentos recién publicados resultaron casi imposibles de encontrar y leer en el sitio web de la CIA, enterrados entre docenas de otros PDB previamente desclasificados. Finalmente, el Departamento de Estado envió un comunicado de prensa facilitando los enlaces. Según el comunicado, la publicación de los PDB "responde a nuestro compromiso de aumentar la transparencia".
"Seguimos comprometidos a trabajar con nuestros socios chilenos para tratar de identificar fuentes adicionales de información para incrementar nuestra conciencia de los acontecimientos impactantes a lo largo de nuestra historia compartida".
A medida que se acerca el aniversario 50 del golpe, ese compromiso se pondrá a prueba cuando los chilenos (y su gobierno) intenten obtener más documentos clasificados sobre el papel de Estados Unidos en el debilitamiento de la democracia y el apoyo a la dictadura en Chile. Esta semana, una delegación de congresistas chilenos del Partido Socialista se reunió con la embajadora estadounidense Bernadette Meehan para presionarla a fin de que divulgue los registros secretos restantes; a principios de este mes, el Congreso votó casi unánimemente a favor de solicitar al Ministerio de Asuntos Exteriores pida dichos registros sobre la "intervención de Estados Unidos en la soberanía de Chile antes, durante y después del golpe de 1973", y el gobierno de Gabriel Boric ya pidió a la administración Biden un gesto especial de diplomacia de desclasificación con motivo del quincuagésimo aniversario.
"Todavía no sabemos qué vio el presidente Nixon en su escritorio la mañana del golpe militar", como declaró el embajador chileno en Washington, Juan Gabriel Valdés, en una entrevista antes de que se publicaran los PBD. "Hay detalles que siguen interesando a los chilenos, que son importantes para reconstruir nuestra propia historia".
Historia censurada
Entre los documentos que estaban sobre la mesa del presidente Nixon la mañana del 11 de septiembre de 1973, estaba el PDB, un sumario diario de inteligencia de la CIA que contenía tres párrafos sobre las primeras salvas del golpe militar en Chile. Cincuenta años después de que fue leído, por fin sabemos lo que dice: muy poco. La inteligencia proporcionada al presidente sobre el inicio del golpe fue equívoca y errónea.
"Aunque los oficiales del ejército están cada vez más decididos a restaurar el orden político y económico, es posible que aún carezcan de un plan efectivamente coordinado que pueda capitalizar la extendida oposición civil", aconsejaba, incorrectamente, el PDB. "El presidente Allende, por su parte", afirmó el documento más específicamente, "aún espera que la contemporización evite un enfrentamiento".
Pero Nixon tenía acceso a información de inteligencia mucho más detallada y dramática. Un cable especial de la CIA bajo el acrónimo en inglés "CRITIC" (cable de adelanto de inteligencia crítica), que se habría distribuido con carácter urgente a las más altas esferas de la Casa Blanca el 10 de septiembre, proporcionaba información concreta sobre la fecha, hora y lugar del golpe planeado; otro memorando secreto de la CIA que llegó al lugar la mañana del día siguiente contenía una petición urgente de "un oficial clave del grupo militar que planeaba derrocar al presidente Allende" que preguntaba "si el gobierno de Estados Unidos acudiría en ayuda de los militares chilenos si la situación se ponía difícil". Cómo respondió el presidente a esa petición es uno de los detalles de la historia del golpe que permanecen desconocidos.
Esos dramáticos documentos de la CIA están entre miles de registros secretos sobre Chile que ya fueron desclasificados. De hecho, es uno de los casos de intervención encubierta para el cambio de régimen mejor documentados de Estados Unidos. Tras la detención de Pinochet en Londres en 1998 por violaciones de los derechos humanos, cientos de registros operativos de la CIA fueron finalmente liberados bajo un "Proyecto de Desclasificación de Chile" ordenado por el presidente Bill Clinton, junto con aproximadamente otros 24 mil registros de la Casa Blanca, el Consejo Nacional de Seguridad, el FBI y el Departamento de Estado sobre la implicación del país entre 1970 y 1990.
En 2016, el presidente Obama ordenó la publicación especial de documentos secretos relacionados con el papel del general Pinochet como autor intelectual del acto terrorista que acabó con la vida del exembajador chileno Orlando Letelier y su joven colega Ronni Karpen Moffitt, en Washington D.C, en septiembre de 1976.
Sin embargo, medio siglo después, el gobierno de Estados Unidos sigue guardando documentos altamente confidenciales que revelarían detalles cruciales sobre lo que hizo en Chile y lo que se sabía sobre ese país.
Colaboración encubierta de otros países
Entre esos secretos está el de cómo la CIA se puso en contacto con el servicio de inteligencia australiano, el ASIS, a finales de 1970 y le pidió apoyo encubierto en Santiago para ayudar a dirigir a sus agentes chilenos.
La CIA no ha desclasificado ni un solo documento sobre esta singular colaboración clandestina; solo sabemos de ella por los esfuerzos de un tenaz profesor australiano llamado Clinton Fernandes, que, hace varios años, presentó una demanda de transparencia contra el ASIS en Camberra. Su petición legal dio lugar a la publicación de registros administrativos, documentos sobre el aspecto más mundano de la creación de una "estación" de espionaje en Santiago, como contratos de alquiler y la compra de material de oficina y vehículos para dos agentes.
Tanto la CIA como el ASIS siguen ocultando registros operativos que incluyen numerosos informes de inteligencia de los agentes encubiertos australianos a sus homólogos de la CIA sobre reuniones con activos chilenos integrados en las fuerzas armadas, el periódico El Mercurio (receptor de fondos de la CIA) y el partido Demócrata Cristiano, entre otras organizaciones clave relacionadas con la CIA en Chile.
Del mismo modo, el gobierno estadounidense continúa ocultando información sobre el papel fundamental que desempeñó Brasil en el debilitamiento del gobierno de Allende y en la instauración del régimen de Pinochet, tema de un nuevo libro, El Brasil de Pinochet, del periodista brasileño Roberto Simon. Tras la toma de posesión de Allende, el presidente Nixon ordenó específicamente un acercamiento secreto al régimen militar de Brasil para que apoyara los esfuerzos de Estados Unidos para socavar el gobierno de la Unidad Popular. No se ha publicado ningún documento estadounidense sobre esas primeras comunicaciones, pero un revelador memorando de una reunión en el Despacho Oval entre Nixon y el líder militar brasileño, el general Emílio Garrastazu Médici, en diciembre de 1971, indica que podría haberse desarrollado cierto grado de colaboración.
Durante la reunión, Médici le dijo a Nixon que Allende sería derrocado "por razones muy parecidas por las que Goulart lo había sido en Brasil" y "dejó claro que el país estaba trabajando con este fin", según un resumen desclasificado. Nixon respondió "que era muy importante que Brasil y Estados Unidos trabajaran estrechamente en este campo" y ofreció "ayuda discreta" y dinero para las operaciones brasileñas contra el gobierno de Allende. Los dos líderes acordaron establecer un canal secreto para las comunicaciones sobre las operaciones contra Allende, pero si ese canal se llegó a utilizar, ni el gobierno estadounidense ni el brasileño han hecho públicos los mensajes que pasaron por él.
Brasil fue el primer país en reconocer oficialmente a la junta militar chilena, una orquestación diplomática coordinada con la administración Nixon, que quería evitar el aceptar inmediatamente al nuevo régimen al que había ayudado secretamente a llegar al poder. Pero Washington no tardó en abrir la espita de la asistencia económica, militar y política estadounidense, en parte encubierta, para ayudar a Pinochet a consolidar su gobierno violento. La CIA, por ejemplo, financió en secreto una delegación especial de democristianos que recorrió Europa para justificar públicamente el golpe ante la comunidad internacional. Los documentos estadounidenses sobre esta pequeña pero importante operación de propaganda posterior al golpe siguen siendo altamente clasificados.
La CIA y la DINA
Tampoco se han publicado nunca una multitud de archivos secretos sobre la ayuda encubierta de la CIA al desarrollo de la agencia de inteligencia chilena, la DINA, hasta volverla el aparato represivo en el que se convirtió. En febrero de 1974, Nixon y Kissinger enviaron a un emisario especial, el director adjunto de la CIA, Vernon Walters, para que se reuniera en secreto con Pinochet en Santiago y le transmitiera "nuestra amistad y apoyo", así como "nuestro deseo de ser útiles de forma discreta". Según un informe secreto a Kissinger sobre su conversación, el general le pidió directamente a Walters y a la CIA que ayudaran en el "período formativo" de la DINA e identificó al coronel Manuel Contreras como su "hombre de confianza".
"Le dije que estaríamos encantados de que Contreras o cualquier otro viniera a vernos", informó Walters a Kissinger, "para ver qué podríamos hacer para serles de ayuda".
Sin embargo, los archivos de la CIA sobre la primera visita de Contreras al cuartel general de Langley en 1974 y lo que esta acordó hacer para ayudar a la formación organizativa y las operaciones de la DINA, permanecen encerrados en las cámaras acorazadas de la agencia. Tampoco ha desclasificado nunca ni una sola página del expediente personal que abrió sobre Contreras a mediados de 1975, cuando funcionarios de alto rango de la misma decidieron realmente poner al jefe de la DINA en la nómina encubierta como informante/colaborador. La información de inteligencia y colaboración que Contreras proporcionó a la agencia sigue siendo ultrasecreta. También lo son los memorandos sobre la oposición interna dentro de la agencia a poner al torturador más notorio de Latinoamérica en la nómina secreta de Estados Unidos.
Esos argumentos, aún clasificados, prevalecieron; después de solo un par de meses, el jefe de la estación de la CIA en Santiago informó a Contreras que estaba, en esencia, ¡despedido! Los registros clasificados de este episodio dramático serían extraordinariamente reveladores, tanto para los chilenos como para los estadounidenses.
Contreras y la DINA fueron los impulsores de la creación de la Operación Cóndor, un esfuerzo transnacional de los regímenes militares de Chile, Argentina, Uruguay y Brasil, entre otros, para coordinar los trabajos destinados a localizar y eliminar a la oposición civil y militante. Debido a la participación de servicios de inteligencia extranjeros, la CIA ha ocultado documentos históricos importantes, incluidos los relativos a cómo se enteró de la existencia del Cóndor y qué medidas adoptó en respuesta a las misiones de escuadrones de la muerte llevadas a cabo por las agencias policiales secretas de la Operación.
Los pasos que dio la CIA tras la operación terrorista más infame del Cóndor (el atentado con carro bomba del 21 de septiembre de 1976 en Washington D.C, que costó las vidas de Letelier y Moffit) también permanecen en secreto.
A su favor, en el 40 aniversario del asesinato Letelier-Moffit en septiembre de 2016, la agencia finalmente desclasificó una revisión exhaustiva, realizada en 1987, de su inteligencia temprana sobe el caso, que citó "pruebas convincentes de que el presidente Pinochet ordenó personalmente a su jefe de inteligencia llevar a cabo los asesinatos". Pero la mayor parte de los registros de inteligencia en los que se basa esa evaluación siguen siendo secretos 47 años después.
Y lo que es quizás más importante, los archivos probatorios de una importante investigación del Departamento de Justicia, llevada a cabo durante el último año de la administración Clinton, que identificaba a Pinochet como el autor intelectual de un acto de terrorismo internacional en Washington DC, también permanecen fuera del escrutinio público. Esos archivos incluyen más de 40 declaraciones tomadas en Chile a secuaces de Pinochet, así como un borrador de acusación que resume las pruebas de su participación como cerebro del terrorismo internacional.
Esta documentación no solo es relevante en Chile, donde la ultraderecha continúa sus intentos de blanquear la criminalidad de Pinochet, sino que podría contribuir a los esfuerzos de nuestro país y otros para protegerse de amenazas futuras de terrorismo internacional patrocinado por el Estado.
Por último, está la cuestión de la corrupción personal de Pinochet. Una investigación especial del Senado sobre "Blanqueo de dinero y corrupción extranjera" en 2005 identificó registros financieros que revelaban más de 100 cuentas bancarias en el extranjero, creadas con pasaportes falsos de Pinochet bajo nombres como Augusto Duarte y José Ramón Duarte, entre otras identidades inventadas, para ocultar más de 28 millones de dólares de fondos mal habidos. Las pruebas de las ganancias ilícitas son ya abrumadoras. Pero el Departamento de Comercio de Estados Unidos sigue ocultando aún más registros bancarios que podrían recordar a los chilenos, y al mundo entero, de la corrupción que acompañó a la dictadura represiva de Pinochet.
El veredicto de la historia
La desclasificación de los archivos estadounidenses "promueve la búsqueda de la verdad y refuerza el compromiso de nuestra nación con los valores democráticos", declaró Gloria de la Fuente, funcionaria del Ministerio de Asuntos Exteriores chileno, al agradecer a la administración Biden sus esfuerzos por responder a la petición de documentos de Chile.
De hecho, en un tiempo en que prominentes y poderosos chilenos siguen insistiendo en que Pinochet era "un estadista" y negando las realidades de su régimen bárbaro, estos documentos tienen un papel inmediato qué desempeñar en el divisivo debate en curso sobre el legado del golpe y su significado para la sociedad moderna del país, en el presente y en el futuro.
Mientras Chile evalúa su pasado en este impactante 50 aniversario, sus ciudadanos tienen derecho a una rendición de cuentas completa y a la que puede aportar la ventilación de esta oscura historia.
No solo Estados Unidos debería comprometerse a hacer públicos los registros que aún conserva, sino que también deberían hacerlo los brasileños, los australianos y los demás países que desempeñaron un papel en el pasado violento de Chile.
Pero los chilenos no son los únicos destinatarios de esta importante historia. En un momento en el que numerosas naciones, entre ellas Estados Unidos, se enfrentan a la grave amenaza que supone el autoritarismo para la supervivencia de las instituciones democráticas, el acceso al registro histórico completo de lo que ocurrió en Chile sigue siendo fundamental para todos nosotros.
Peter Kornbluh es el director del Proyecto de Documentación de Chile y del Proyecto de Documentación de Cuba del National Security Archive estadounidense. Dirigió la campaña a favor de la desclasificación de documentos oficiales sobre la historia secreta del apoyo norteamericano a la dictadura de Pinochet.
Este artículo fue publicado el 31 de agosto de 2023 en inglés, originalmente en la página The Nation y traducido para Misión Verdad por Camila Calderón.
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