Durante el fin de semana, al menos 150 personas perdieron la vida y centenares resultaron heridas en una serie de atentados contra iglesias y comisarías de Policía, principalmente en el Estado de Yobe, al noreste de Nigeria. ¿El culpable? La milicia islamista Boko Haram, «la educación occidental está prohibida» en el dialecto hausa, que ya ha reconocido la autoría de los ataques. Dicen es en respuesta a los ataques del Gobierno contra los musulmanes.


Sin embargo, en un conflicto entrelazado por la lucha por la explotación de terrenos de cultivo entre cristianos y animistas, por un lado, y los pastores musulmanes, por el otro, las causas de este rebrote islamista dividen a los expertos.

Como destaca el analista local Okechukwu Osoba, «el terrorismo tan solo es el último exponente de la tradicional violencia religiosa que viene padeciendo este gigante irreal (más de 167 millones de personas repartidos casi a partes iguales entre cristianos, norte, y musulmanes, sur). Y en este experimento demográfico, no es extraño que los exponentes de la barbarie se sucedan».

Este es el caso del propio Boko Haram, grupo rebelde fundado en 2002 por el líder religioso Mohammed Yusuf y que ya fue responsable de la muerte, el pasado diciembre, de al menos 86 cristianos en varios ataques sincronizados, así como del atentado el pasado mes de agosto contra la sede de Naciones Unidas en Abuja que se cobró la vida de 24 de sus trabajadores.

«La comunidad internacional no puede ignorar el hecho de que los actuales movimientos de emancipación y disidencia en el Delta del Níger cuentan con el apoyo de militantes islamistas, quienes explotan los desagravios que sufre la región», advierte el analista político J. Peter Pham.

Lo excelso de las cifras avala sus palabras: desde que en 1999 se implantara la sharía - ley islámica - en doce estados de Nigeria, al menos 12.000 personas han muerto en choques religiosos y étnicos.

Sin embargo, otros expertos prefieren no culpabilizar, tan solo, a la religión de los últimos conatos violentos. Este es el caso de Nassir Abbas, de la Comisión Nacional de Derechos Humanos de Nigeria del Norte. Para este analista, «la actual ola de violencia es solo un problema interno - de lucha por la tierra - , sin los efectos colaterales de la yihad internacional». No en vano, pese a que Al Qaida en el Magreb Islámico, el brazo del gigante terrorista en el norte de África, emitió recientemente un comunicado en apoyo de Boko Haram, no existen evidencias de una asociación real entre ambos grupos.

Promesas incumplidas

Para muestra, un (infame) botón. Solo en marzo de 2010, cerca de quinientas personas - la mayoría, mujeres y niños - fallecieron en los ataques cometidos por ganaderos de la etnia fulani, de mayoría musulmana, contra los berom, una etnia sedentaria que profesa la fe cristiana. Pastores contra agricultores, tan solo eso.

Por ello, las responsabilidades no son solo de la población en conflicto. Sobre todo, ante las recientes promesas incumplidas por el Ejecutivo: pese a que el gobernante Partido Democrático Popular se comprometió a que la Presidencia rotara entre el norte, de mayoría musulmana, y el sur cristiano; el pasado abril el mandatario Goodluck Jonathan (cristiano) fue reelegido con el 58% de los sufragios. Y en Nigeria, quien siembra promesas incumplidas, recoge bombas.