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© DesconocidoEl cólera ha provocado numerosas muertes en Haití, y los culpables siguen si asumir su responsabilidad...
Una fuerte pérdida de credibilidad por el desempeño y efectividad de su misión en Haití, marca la labor de Naciones Unidas durante 2011 hacia la región de América Latina y el Caribe.

El violento terremoto que devastó a ese país antillano el 12 de enero de 2010 permitió a la ONU mostrarse ante el mundo como el eje de una gran movilización internacional para enfrentar la tragedia.

El estremecimiento telúrico dejó más de 300 mil muertos, entre ellos un centenar de miembros de la Misión de Estabilización de la ONU en Haití (Minustah), y un millón 500 mil personas sin vivienda.

Además, causó la destrucción total de 105 mil hogares y daños en otros 208 mil, así como el colapso o inutilización de mil 300 instituciones educacionales y 50 hospitalarias y de salud.

De manera inmediata, el Consejo de Seguridad aumentó en tres mil 500 los efectivos militares y policiales de su contingente, hasta un total de casi 13 mil.

La ONU también celebró con amplia parafernalia una conferencia de donantes que escuchó promesas de ayuda a Haití por cinco mil 300 millones de dólares en dos años y de nueve mil 900 millones en el decenio, cifras muy lejanas de lo recibido 23 meses después.

En abril de este año y a instancias de Colombia, el Consejo de Seguridad celebró una sesión especial dedicada a Haití, pero cuyos resultados se limitaron a exhortar a los donantes a cumplir las promesas de contribuciones.

En aquella ocasión se levantaron voces contra el fuerte contenido militar de la Minustah y su interés en erigirse como guardián del proceso electoral que avanzaba entonces y concluyó en mayo con la asunción de Michel Martelly a la presidencia haitiana.

El jefe de Estado colombiano, Juan Manuel Santos, quien dirigió la reunión, propuso modificar el mandato de la misión y otorgarle más peso civil, con ingenieros y especialistas que coordinen los asuntos prioritarios.

Por su parte, el canciller cubano, Bruno Rodríguez, dijo que Haití no precisa de una fuerza de ocupación y "no es, ni puede convertirse en un protectorado de Naciones Unidas".

Lo que requiere Haití es ayuda sustancial y desinteresada, coordinada con el gobierno, que contribuya a su desarrollo y a superar las inmensas dificultades y disparidades socioeconómicas que impiden la estabilidad y el progreso de su pueblo, subrayó.

El creciente recelo hacia la permanencia de los cascos azules en tierra haitiana tuvo su cúspide tras el estallido, en octubre del año pasado, de una epidemia de cólera, cuya aparición fue responsabilidad de soldados de la Minustah.

La enfermedad ha ocasionado seis mil 500 muertes e infectado a unas 400 mil personas.

El rosario de censuras al destacamento aumentó a mediados de este año con un escándalo sobre actos de abuso sexual cometidos por militares uruguayos de la ONU contra un joven haitiano.

La crisis de credibilidad de la Minustah se hizo presente hace un mes en la propia sede de Naciones Unidas, en Nueva York, con la presentación de una reclamación de indemnización por parte de más de cinco mil haitianos afectados por el cólera.

La solicitud fue entregada a la organización mundial por abogados del Instituto para la Justicia y la Democracia en Haití y el Buró de Abogados Internacionales.

Negligencia, imprudencia e indiferencia deliberada ante la salud y vida de los habitantes de Haití son parte de los términos contenidos en el documento que pide una compensación individual para las víctimas y una apología pública de la ONU como responsable de la tragedia.

Asimismo, demanda una acción adecuada de la ONU con vistas al tratamiento médico de los infectados actuales y futuros, y la instalación de la infraestructura necesaria en materia sanitaria y para el suministro de agua potable a la población.

Poco antes, los Premios Nobel Adolfo Pérez Esquivel (Argentina) y Betty Williams (Irlanda) reclamaron el retiro de los cascos azules de Haití por considerar que atentan contra la soberanía y dignidad de ese pueblo y propicia un proceso de recolonización económica.

La demanda fue dirigida al secretario general, Ban Ki-moon, en una carta firmada además por cientos de organizaciones y personalidades, entre estas últimas el escritor uruguayo Eduardo Galeano y los teólogos brasileños Leonardo Boff y Frei Betto.

Según el texto, Haití no puede ser considerado una amenaza para la paz y la seguridad internacionales y sus problemas no se solucionan con medidas coyunturales y asistenciales que agudizan la dependencia.

Los firmantes llamaron al Consejo de Seguridad a no renovar el mandato de la misión y advirtieron contra "cualquier intervención militar o policial por parte de tropas extranjeras, especialmente de Estados Unidos".

A punto de concluir 2011 y de cumplirse el segundo aniversario del terremoto, la Minustah continua en Haití, con un nuevo jefe (el excanciller chileno Mariano Fernández) y una reducción de sus tropas hasta los niveles existentes en el momento de la catástrofe (siete mil 340 oficiales y soldados y tres mil 241 agentes policiales).

Y una extensión por un año (hasta octubre de 2012) de su estancia en el país antillano, decidida por el Consejo de Seguridad.