Hace un par de meses se publicó en Pijama Surf una nota sobre la potencial habilidad extrasensorial de las plantas. En el artículo presentaban algunos estudios empíricos que llevó a cabo hace unas décadas Cleve Backster, quien era entonces el más prestigiado detector de mentiras, mediante galvanómetros, del FBI. Sin embargo, lo intrépido de sus teorías ha generado un cierto escepticismo entre muchas personas, algo que tal vez el siguiente experimento, con conclusiones más moderas pero a la vez maravillosas, no detonará.
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Recientemente un grupo de botánicos del Instituto de Nebraska realizó una serie de experimentos a través de los cuales comprobaron que las plantas son capaces de almacenar información, y remitirse a ella. En pocas palabras, que poseen memoria activa. Y esta memoria les permite orientar su desarrollo evolutivo, por ejemplo, en temporadas de sequía las plantas recuerdan los efectos que les produjeron estas circunstancias de poca agua, y para la siguiente temporada son capaces de implementar ciertas medidas que las harán menos vulnerables a dicho entorno.

Durante la investigación se empleó una planta modelo del tipo Arabidopsis thaliana, la cual fue expuesta a intervalos de sequía y humedad. A medida que se sometía en reiteradas ocasiones a tal experimento, la planta iba economizando su consumo de humedad con mayor destreza. Posteriormente los especialistas en botánica analizaron los genes que se activan dentro de la Arabidopsis thaliana, durante el experimento, y detectaron que dos de ellos, el RD29B y el RAB18, se "fortalecen" en respuesta al estrés, por lo que cada vez que la planta era expuesta a un nuevo periodo de sequía, estos se activaban con mayor rapidez.

De acuerdo a esta investigación, reportada por el sitio RIA Novosti, la memoria de las plantas es relativamente corta, pues solo dura siete días, y supuestamente no es heredable (contradiciendo así una de las teorías más brillantes en torno al intercambio informativo, en pro de la evolución, entre miembros de una misma especie: los campos morfogenéticos, de Rupert Sheldrake). Sin embargo, los investigadores notaron que esta modificación nucleosómica se manifiesta con cada vez mayor frecuencia, algo que en sí sugiere una premisa evolutiva compartida.