La patocracia no puede considerarse como un fenómeno aislado, sino que siempre debe inscribirse dentro del contexto social, nacional e internacional en que se desarrolla.
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Una de las características más destacables de un régimen patocrático es el "efecto llamada" que ejerce sobre colectivos marginales o patológicos en otros lugares.Dichos colectivos son capaces de "sintonizar" perfectamente con las consignas y las ideas que emana la patocracia y pueden contribuir a su difusión y su establecimiento en otros lugares.

En palabras de Lobaczewski:
"Si ya existe en el mundo un núcleo de este fenómeno patológico macrosocial, que siempre encubre su verdadera cualidad detrás de la máscara ideológica de algún sistema político, se propagará hacia otras naciones a través de noticias codificadas difíciles de comprender para los individuos normales, aunque los psicópatas logran entenderlas con facilidad.

'Aquél es el lugar que nos corresponde; ahora tenemos un nuevo hogar donde nuestro sueño de gobernar a los 'otros' puede volverse realidad. Finalmente estamos en condiciones de vivir felices y en seguridad.'


Cuanto más poderoso sea este núclo y la nación patocrática, mayor será el alcance de su canto inductivo de sirena, y lo escucharán aquellos individuos con la naturaleza trastornada correspondiente, cual receptores superheterodinos sintonizados naturalmente con la misma frecuencia de onda."
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El círculo al que acceden estos mensajes se va ampliando poco a poco, mediante la intervención de "agentes" con personalidades patológicas: ya los hemos descrito: ideólogos y fascinadores paranoides.

Las naciones con un nivel de prosperidad razonable y, sobre todo, con un reparto equitativo de la misma, resisten con mayor eficacia a estos mensajes. Éste no es el caso, sin embargo, de las naciones que acaban de emerger de un estado primitivo o que se encuentran rotas por divisiones y conflictos internos.
"En países que acaban de emerger de condiciones primitivas y que carecen de experiencia política, una doctrina revolucionaria adecuadamente elaborada alcanza el substrato autónomo de la sociedad y atrae a individuos que la consideran como la realidad ideológica. Esto sucede también en naciones donde una clase dominante muy egoísta defiende su posición por medio de doctrinas moralizantes ingénuas, donde la injusticia va en aumento, o la intensificación de los niveles de histeria reprime el funcionamiento del sentido común."
En realidad, es lo que el refranero español llama "juntar el hambre con las ganas de comer".
"En los procesos ponerogénicos, las deficiencias morales e intelectuales y los factores patológicos se entrecruzan en una red causativa espaciotemporal que da lugar al sufrimiento tanto individual como nacional."
En toda sociedad en crisis, emergen de forma espontánea personas que se esfuerzan por mejorar la situación social de los más desfavorecidos, intentan llevar a cabo reformas enérgicas para eliminar la causa de la tensión, y tratan de reconstruir la civilización y reconducirla hacia un estado de mayor justicia social.

La patocracia ve en estas actividades una amenaza clara para sus posibilidades de expansión y control.

Se desencadena una guerra psicológica, que a pesar de usar muchos menos medios que la convencional, puede producir efectos de quiebra de la moralidad, en sentido común y la cohesión social tan graves o más que la guerra convencional:
"Por consiguiente, dichos reformadores y moralistas deben ser neutralizados de manera consistente por medio de posturas liberales o conservadoras, y mediante el uso de discursos emblemáticos y paramoralismos apropiadamente sugestivos; de ser necesario, los mejores de ellos deben ser asesinados."
Llegado el momento, los partidarios de la ideología patocrática se organizan y se arman, reclutando a otros individuos provenientes de zonas insatisfechas con el sistema actual.

Este grupo de conspiradores pueden declarar un golpe de Estado o bien hacerse con el poder de la organización de forma más discreta, por ejemplo imponiendo un directorio o dando lugar a un golpe de mano o golpe de timón en su seno.

Los nuevos líderes locales siguen pensando en términos de revolución social y apelan a unos ideales y unas metas políticas en los que realmente creen.

No obstante, esta situación es sólo un paso intermedio. En realidad, la patocracia usa a los líderes revolucionarios locales a modo de caballo de Troya.
"Ninguna patocracia puede desarrollarse por completo antes de que se produzca el segundo golpe y se destituya a los líderes de la transición, que no eran lo suficientemente fieles a la causa. Ésta es la contracara del verdadero enfrentamiento con los verdaderos defensores de la ideología dentro de la génesis de la patocracia original, que desde ahora en adelante, puede desarrollarse gracias a los líderes que han sido impuestos convenientemente y a la actividad de los mecanismos ponerogénicos autónomos de este fenómeno."
Los seguidores de la ideología original ignoran que la patocracia jamás satisfará sus expectativas. Antes bien, los más convencidos defensores de esta ideología están destinados a convertirse en chivos expiatorios del malestar general y sufrir persecución ideológica. La patocracia elimina así los últimos vestigios de la ideología "normal", que sirvió como caballo de Troya, y puede implantar con total seguridad su ideología trastornada.

El ocaso de la patocracia y la caída del régimen

Tras la implantación de un sistema patocrático, la sociedad se divide en tres grandes grupos, de acuerdo a su mayor o menor identificación con en régimen y aceptación del mismo. Según Lobaczewski:
"Aproximadamente el 6% de la población constituye la estructura activa del nuevo régimen y, en forma peculiar, es consciente de sus propias metas.

El doble de individuos conforman el segundo grupo: aquellos que han logrado modificar su personalidad para cumplir con las exigencias de la nueva realidad [...] Este segundo grupo está formado por individuos que, en promedio, son más débiles, de salud menos robusta y menos vitales. La frecuencia de enfermedades mentales conocidas dentro de este grupo es dos veces mayor que el promedio nacional. Podemos asumir entonces que la génesis de su actitud sumisa hacia el régimen, su mayor susceptibilidad a los efectos patológicos y su oportunismo nervioso influyen diferentes anomalías relativamente indetectables. No sólo observamos anomalías fisiológicas, sino también aquéllas de menor intensidad que ya hemos descrito, a excepción de la psicopatía esencial."
Y un tercer grupo de personas normales, constituido por la inmensa mayoría de la población.

Sobre la posibilidad de llegar a una conformidad con el sistema patocrático y los supuestos "beneficios" que ésta aportaría, Lobaczewski descarta que una persona psicológicamente sana sea capaz de lograrlo sin destruirse a sí misma en el camino.
"De momento, nos limitaremos a decir que una persona con un sustrato de instinto humano normal, una buena inteligencia básica y facultades plenas para el pensamiento crítico le resultaría muy difícil efectuar semejante compromiso; devastaría su personalidad y engendraría en ella una neurosis. Al mismo tiempo, tal sistema la distingue y separa de su propia clase sin importar cuántas dudas esporádicas sienta. Ningún método de propaganda es capaz de alterar la naturaleza de este fenómeno macrosocial ni la del ser humano normal. Siempre seguirán siendo extraños unos a otros."
Más aún:
"Las personas que gozan de una confianza especial, y cuya lealtad a la patocracia es predecible debido a su naturaleza psicológica y a las funciones que desempeñan,no tienen necesidad de pertenecer al partido; se hallan por encima de éste."
Por este motivo, la patocracia no considera a los individuos normales como dignos de confianza y les oculta gran parte de los planes y el propósito real de las medidas que se van adoptando. Todo esto no hace más que alimentar la desconfianza mutua.

Como hemos comentado, uno de los fenómenos que se desata y que progresa más rápidamente a medida que la patocracia se va asentando es la división progresiva e imparable entre el núcleo patocrático y la gente normal. Uno de los síntomas de esto es el ya comentado doble discurso, que cada vez resulta más evidente para todos.

A medida que los patócratas, por lo general incompetentes, se hacen con los resortes del poder y con las posiciones sociales de mayor relevancia, la parálisis se va apoderando de la sociedad, y con el tiempo la propia patocracia se encuentra en serios apuros, sin recursos suficientes para subsistir y mantener un aparato represivo, propagandístico y de intereses que es inoperante.

Tiene que utilizar métodos cada vez más sofisticados para confiscar el talento y el fruto del trabajo ajeno. Esto, a su vez, le granjea nuevos y más peligrosos enemigos y hace caer poco a poco la venda de los ojos a quienes aún sostienen y apoyan este modo de hacer las cosas.

De alguna forma, la patocracia sabe que necesita alimentarse de una sociedad con instituciones y organizaciones sociales sanas y funcionantes, colonizándolas y apropiándose de sus frutos.

Pero, cual rey Midas nefasto, convierte en barro todo cuanto toca.

Los patócratas necesitan, así, el talento y la inteligencia de la gente normal, toda vez que la cantidad de individuos patológicos con una capacidad intelectual mínima que los faculte para ser ubicados en los resortes del poder, se agota rápidamente; recordemos que los psicópatas y los caracterópatas son una inmensa minoría dentro de la población general.

Por tanto, tarde o temprano, tienen que recurrir a los individuos normales. Éstos, empero, sienten un rechazo natural, inevitable, hacia los métodos y la ideología interna del núcleo patocrático.

La desafección de la gente normal hacia los patócratas les dificulta progresivamente las cosas, pues resulta cada vez más complicado convencer (o, llegado el caso, coaccionar) a la gente para que haga lo que los patócratas quieren que haga.

Empiezan a desarrollarse mecanismos sutiles pero efectivos de resistencia pasiva contra las consignas y los intentos de teledirigir a la gente. La patocracia, tiene que hacer concesiones para no caer en el descrédito general y su capacidad para movilizar cuerpos y, sobre todo, almas, decae.

Surgen la contrapropaganda, y la desobediencia civil.

Dice Lobaczewski:
"En lo que respecta al fenómeno en su totalidad, es posible predecir tanto sus propiedades principales como sus procesos de cambio, y estimar cuñando éstos ocurrirán. Sin importar su génesis, ninguna activación patocrática de la población del país afectado por este fenómeno puede exceder los límites establecidos por los factores biológicos

[...]

El fenómeno se desarrollará según los patrones que ya hemos descrito, carcomiendo cada vez más profundamente la estructura social de un país. El único partido patocrático resultante se bifurcará desde el principio: una de las ramas será conscientemente patológica y será apodada "doctrinaria", "testaruda", "arrogante" ...etc. La segunda será vista como un grupo más liberal y, de hecho, es allí donde la ideología original sobrevive por mas tiempo."
Hay que tener en cuenta la influencia de las sociedades de gente normal que conviven con la patocracia y la forma en que interfieren en el proceso:
"La primera crisis interna de fragilidad se produce diez años después de que haya surgido ese sistema, tras lo cual la sociedad de personas normales obtiene un poco más de libertad. Durante ese periodo, una habilidosa acción externa ya puede contar con la cooperación desde el interior."
El proceso de debilitamiento continúa:
"La patocracia corroe el organismo social entero, desperdiciando sus aptitudes y su poder. Los efectos del ala de mayor ideología en el partido y su influencia sobre el funcionamiento del país entero, van debilitándose gradualmente. Los patócratas típicos asumen todos los puestos gerenciales en la estructura totalmente destruida de una nación. Un estado semejante dura forzosamente poco tiempo, dado que ninguna ideología puede vivificarlo. Tarde o temprano, las masas de personas normales desean volver a vivir como seres humanos, y el sistema no puede seguir resistiendo. No se producirá un gran movimiento contrarrevolucionario, sino que surgirá un proceso más o menos tormentoso de regeneración."
Uno de los problemas con que se encontraron los habitantes de las repúblicas exsoviéticas, inmediatamente tras el hundimiento de los regímenes comunistas, fue dar una salida digna a miles de hombres y mujeres de partido, "apparatchik" grises, gente en general poco preparada, habituada a hacer de la pertenencia al partido su modo de vida y de sustento, y que ciertamente no sabía hacer otra cosa.

Estas personas se aferraban como a un clavo ardiente a la posibilidad de alargar un poco más la agonía de un régimen que, aunque sospechaban que estaba herido de muerte, era su único mundo conocido.

Su papel obstaculizador de las reformas necesarias para terminar con el régimen patocrático puede hacer fracasar los intentos de restaurar una sociedad que, además, llega al final del régimen exhausta, con unas instituciones vacías de sentido, inoperantes, corruptas y llenas de incompetentes elegidos por su afinidad a la patocracia, y no por su competencia y valía, justamente cuando son más necesarias unas instituciones y unas organizaciones sociales sanas y funcionales.

Los patócratas temen, con razón, la reacción y la venganza de la gente normal si perdiesen el poder o llegase a descubrirse la verdadera naturaleza de lo que hacen y sus propósitos ocultos.

Si se ven acorralados, pueden lanzarse a una huida hacia adelante, para escapar de la situación, sacrificando lo que haga falta, mientras tratan desesperadamente de mantenerse a salvo de las consecuencias de sus actos pasados.

Es en esta fase cuando la patocracia muestra su cara más destructiva y arbitraria. Como todo animal peligroso, aún en sus últimos momentos, la patocracia está en condiciones de causar daños irreparables.

Por este motivo, Lobaczewski aboga por una solución pacífica, que excluya la venganza ciega de la masa contra sus dirigentes, ya que esto no hace más que incentivar este mecanismo de huida hacia adelante.

Hay que explicar y entender las motivaciones de cada uno, dar unas ciertas garantías de protección contra la venganza ciega y arbitraria de la masa, y llegado el momento, saber impartir justicia serena, reparar lo que sea posible, y reconciliar a la gente, sin tratar de cerrar en falso las heridas.

Al proceso de sanación de la patocracia, y a las interesantes aportaciones que hace al respecto Lobaczewski, dedicaremos la siguiente entrada de este blog.

CONTINUARÁ...

Capítulos anteriores de la serie Ponerología: