Comentario: Cada vez se elaboran más artículos sobre cómo las redes sociales y el internet nos están alejando de nuestra realidad. Debemos de ser inteligentes en la forma en que utilizamos estas herramientas para no caer en lo que Bauman llama las zonas de confort. Las personas aparentemente están más conectadas, pero si realmente nos ponemos a pensar, de lo mil amigos que tenemos en Facebook, ¿con cuántos hablamos en la vida real, cuántos sabemos realmente qué problemas tienen o cómo podemos ayudarlos? La cantidad se reduce considerablemente.

No solo se ve este efecto en las relaciones interpersonales sino también las redes sociales son ahora un medio para marcar tendencias, para hacer creer a las personas cosas que en muchas ocasiones son erróneas y para ir moldeando a la sociedad.


Un hombre de 90 años, lúcido, pesimista y quizás capaz de ver lo que nosotros no podemos notar dentro de la gran pecera digital, nos advierte sobre aspectos de ésta.
Zygmunt Bauman
© DesconocidoZygmunt Bauman, sociólogo, filósofo y ensayista polaco de origen judío
Zygmunt Bauman es uno de los más feroces críticos de la modernidad y la sociedad de consumo, y en una reciente entrevista con El País hizo algunas apreciaciones sobre el desencanto que estamos viviendo ante las políticas neoliberales y la inundación tecnológica. El sociólogo polaco ha diagnosticado que la promesa neoliberal de que la riqueza de unos cuantos acabaría derramándose hacia otros estratos de la sociedad se ha revelado como una gran mentira, y la desigualdad sigue creciendo sobre esta promesa. Así se crea lo que llama "un precariado", una sociedad precaria que sufre a expensas de una minoría privilegiada.

El desencanto está llegando a un punto crítico:
Lo que está pasando ahora, lo que podemos llamar la crisis de la democracia, es el colapso de la confianza. La creencia de que los líderes no sólo son corruptos o estúpidos, sino que son incapaces. Para actuar se necesita poder, ser capaz de hacer cosas; y se necesita política, es decir la habilidad de decidir qué cosas tienen que hacerse. La cuestión es que ese matrimonio entre poder y política en manos del Estado-nación se ha terminado.

El poder se ha globalizado pero las políticas son tan locales como antes. La política tiene las manos cortadas. La gente ya no cree en el sistema democrático porque no cumple sus promesas. Es lo que está poniendo de manifiesto, por ejemplo, la crisis de la migración. El fenómeno es global, pero actuamos en términos parroquianos. Las instituciones democráticas no fueron diseñadas para manejar situaciones de interdependencia. La crisis contemporánea de la democracia es una crisis de las instituciones democráticas.

Comentario: Quizá lo que intenta decirnos Bauman aquí es que el poder real es supranacional y se encuentra concentrado en pequeños y poderosos grupos económicos sin patria (bancas, corporaciones,...), y que el contexto en el que opera la política, es decir a través de la democracia y las instituciones nacionales para que esta actúe, resultan inútiles para lograr las metas soberanas de una nación y quedan irremediablemente subordinados al verdadero poder emanado de una entidad global y superior. En términos más simples: los políticos no gobiernan y la política es sólo un instrumento a través del cual se infiltran en la nación los poderes económicos supranacionales.


Bauman considera que la visión que ha sido promovida es la de un individualismo rampante que produce un pérdida del sentido de comunidad, un "activismo de sofá" desvinculado de las acciones que realmente pueden hacer una diferencia. A esto contribuye el adormecimiento generalizado de los medios digitales, especialmente de las interacciones mediadas en redes sociales. Tal vez Internet no es un instrumento tan revolucionario como se pensaba:
La cuestión de la identidad ha sido transformada de algo que viene dado a una tarea: tú tienes que crear tu propia comunidad. Pero no se crea una comunidad, la tienes o no; lo que las redes sociales pueden crear es un sustituto. La diferencia entre la comunidad y la red es que tú perteneces a la comunidad pero la red te pertenece a ti. Puedes añadir amigos y puedes borrarlos, controlas a la gente con la que te relacionadas. La gente se siente un poco mejor porque la soledad es la gran amenaza en estos tiempos de individualización.

Pero en las redes es tan fácil añadir amigos o borrarlos que no necesitas habilidades sociales. Estas las desarrollas cuando estás en la calle, o vas a tu centro de trabajo, y te encuentras con gente con la que tienes que tener una interacción razonable. Ahí tienes que enfrentarte a las dificultades, involucrarte en un diálogo.

El papa Francisco, que es un gran hombre, al ser elegido dio su primera entrevista a Eugenio Scalfari, un periodista italiano que es un autoproclamado ateísta. Fue una señal: el diálogo real no es hablar con gente que piensa lo mismo que tú. Las redes sociales no enseñan a dialogar porque es tan fácil evitar la controversia... Mucha gente usa las redes sociales no para unir, no para ampliar sus horizontes, sino al contrario, para encerrarse en lo que llamo zonas de confort, donde el único sonido que oyen es el eco de su voz, donde lo único que ven son los reflejos de su propia cara. Las redes son muy útiles, dan servicios muy placenteros, pero son una trampa.
La clave parece estar en nuestra relación editada, comodificada con los otros en las redes sociales, lo cual no nos confronta con la realidad de la diferencia del mundo de las calles, podemos crear nuestro propio universo cerrado, inoculado, a salvo de tener que ver lo que no nos gusta de nosotros. Podemos controlar lo que vemos y lo que nos dicen desde nuestro sofá. Esto es evidentemente una ilusión; quizás estas plataformas digitales estén muy cercanas a un perfecto maia.