Cada 80 años el gigante dormido despierta para sembrar la destrucción en la isla del Ártico.

Bajo el hielo de un glaciar de nombre impronunciable situado en el sur de Islandia late el corazón del volcán más poderoso de la isla, el Katla, un monstruo que ha despertado y que amenaza con provocar una erupción de dimensiones colosales.

glaciar volcán katla
© GettyLa capa de hielo Myrdalsjokull cubre el volcán Katla en Islandia meridional.
En las últimas semanas se han registrado una serie de movimientos sísmicos que preocupan a los geólogos. Se teme que éstos lleguen a afectar a la caldera del volcán y abrir grietas por las que el magma podría salir de forma masiva a la superficie. En el peor de los escenarios, estos terremotos podrían provocar una fuerte erupción de consecuencias impredecibles.

Desde el año 1977 no se detectaba en esta región una actividad sísmica de este calibre. Entonces aquellos terremotos no causaron la temida erupción, aunque sí un fenómeno conocido por los islandeses con el nombre de jökulhlaup, que se da cuando la lava se extiende por el glaciar, fundiendo grandes masas de agua helada y provocando devastadoras y súbitas riadas.

Un pequeño infierno cada 80 años

Nadie quiere pulsar todavía el botón de alarma, aunque la Agencia Meteorológica de Islandia reconoce que la situación es inusual y no está exenta de riesgo. Hay además un dato inquietante que todos los islandeses conocen: desde que se tiene memoria, el Katla entra en erupción cada 80 años aproximadamente, o dos veces cada siglo, según otros cálculos. La última vez fue en 1918, es decir, que para esta ocasión ya llega con retraso a su cita.

¿Cuáles podrían ser los efectos de una gran erupción del Katla?

La respuesta no es sencilla, pues depende de muchos factores. Preocupa, eso sí, su proximidad a la zona de Reikiavik, la región más poblada del país, que se encuentra a apenas 40 kilómetros de distancia.

La última vez que el Katla rugió, la lava sepultó 5 kilómetros de costa y se tragó un buen tramo de la carretera nacional 1, que da la vuelta a la isla, causando grandes destrozos materiales aunque sin llegar a producir ninguna víctima mortal.

Más cercanas en nuestro recuerdo son las erupciones del Bardabunga entre 2014 y 2015 y sobre todo la del Eyjafjallajokul en 2010, cuya nube de cenizas paralizó el tráfico aéreo de toda Europa durante semanas.