Javier Álvarez es psiquiatra, jubilado hace poco. Durante casi 40 años ha trabajado en el Hospital de León donde se ha desempeñado como jefe de servicio. Siempre ha sido muy crítico con la psiquiatría convencional y ahora que tiene más tiempo tras su jubilación impulsa el movimiento Nueva psiquiatría que trata de desmedicalizar y humanizar esta disciplina médica.
Dr. Javier Álvarez
Dr. Javier Álvarez
¿Cual cree que el "estado de la psiquiatría" en la actualidad?

En mi opinión es catastrófico. Y ello por diferentes motivos pero sobre todo porque desde hace treinta años se ha generalizado como sistema diagnóstico el Manual Diagnóstico y Estadístico de Trastornos Mentales (DSM por sus siglas en inglés) de la Asociación Estadounidense de Psiquiatría.

Entre otras graves consecuencias, el DSM ha llevado a que nada menos que el 50% de la población USA cumpla criterios para ser diagnosticada de un trastorno mental.

Que el DSM ha resultado ser un verdadero desastre no lo digo yo, lo dice el National Institute of Mental Health (NIMH), la Oficina Federal encargada de velar por la Salud Mental en Estados Unidos. Esta institución, refiriéndose a la quinta edición del DSM, concluye literalmente:
"su principal debilidad es su falta de validez".
Y a partir de su publicación en 2013 el NIMH ha retirado todo apoyo económico a investigaciones basadas en diagnósticos DSM.

Debido a ese estado los procesos de medicalización de la vidason especialmente agudos en ese ámbito y los pacientes son tratados con potentes psicofármacos cuya efectividad esté cada vez más en duda y su peligrosidad mejor documentada. ¿Es así?

De 106 trastornos mentales, que contemplaba el DSM-1, hemos pasado a más de 350 en el actual DSM-5. Ahora cualquier variante de comportamiento puede ser etiquetada de trastorno mental.

El DSM 5, por ejemplo, incluye como trastorno psiquiátrico -da casi vergüenza escribirlo- el Trastorno por Atracones, o sea: levantase por la noche, engullir ocho o diez albóndigas semicongeladas y volver para la cama molesto y arrepentido por haberse dejado llevar por la gula... ¡eso es una enfermedad mental!

Evidentemente es la industria farmacéutica la más interesada en esta psiquiatrización masiva de la sociedad occidental para así poder vender más y más psicofármacos.

A tal fin le interesa difundir la creencia de que los trastornos mentales son de naturaleza bioquímica y que su tratamiento debe ser por tanto a base de psicofármacos. No es extraño, pues, que lleven cuarenta años bombardeándonos con la idea de que se ha avanzado enormemente en el conocimiento de las causas biológicas de estos trastornos, lo cual es lisa y llanamente falso.

Es cierto que las neurociencias, sobre todo en sus aspectos técnicos, han avanzado notablemente en los últimos decenios pero a nivel de causas y mecanismos fisiológicos de las enfermedades psiquiátricas seguimos sabiendo hoy lo mismo que hace cien años: prácticamente nada.

De hecho, no disponemos todavía de un solo marcador biológico mínimamente específico o fiable para ninguna enfermedad mental.

Ese grupo de medicamentos no son fáciles de dejar ¿cómo recomienda desmedicalizarse de los psicofármacos?

Es un tema muy complejo pues, en la misma línea de lo que decíamos anteriormente, a los psiquiatras se les ha ido inculcando la creencia de que en un gran número de trastornos psiquiátricos el tratamiento farmacológico debe ser de por vida.

Entonces resulta muy difícil dejar una medicación en contra del criterio de tu psiquiatra y de tu familia y de todo tu entorno pues comienzas un proceso en el que te sientes abandonado y recriminado por todos.

Es decir, tomar esa decisión es ya muy a menudo una fuente de culpa y de depresión. Por tanto, en mi opinión la personas que desean ir quitándose los psicofármacos deben hacérselo saber a su entorno, incluido su psiquiatra y han de intentar conseguir la colaboración de ese entorno.

Si aun así han de hacer ese proceso sin apoyo de nadie mi recomendación fundamental es que la retirada de los psicofármacos la hagan de manera muy lenta para evitar el posible efecto rebote que pueden interpretarse como que está sufriendo una recaída.

Tras observar cómo funciona hoy la psiquiatría entran serias dudas de si su actuar es científico ¿hasta qué punto hay falta de Ciencia en la psiquiatría actual?

La psiquiatría no es, ni puede hoy por hoy, pretender ser una ciencia. Ni tampoco lo es el resto de la Medicina. La Medicina hace muy bien en servirse y apoyarse todo lo más que pueda en los avances y en los nuevos conocimientos científicos. Pero no podemos olvidar los principios que son fundamentales y de sentido común: el médico no trata una enfermedad, sino una persona que aqueja una enfermedad.

Me explico: hay millones de personas en las que a diario están ocurriendo procesos que reúnen todos los requisitos de la definición de enfermedad de la Organización Mundial de la Salud (OMS) y, sin embargo, esas personas jamás se han sentido enfermas y en consecuencia jamás han ido al médico: ¿a esos sujetos hay que considerarlos enfermos o no?

La clave de este dilema radica en que el concepto enfermedad humana tiene que implicar que los síntomas de ese proceso sean lo suficientemente intensos como para producir lo que el médico y filósofo Pedro Laín Entralgo denominó "un modo de vida aflictivo", es decir, un sufrimiento lo suficientemente intenso como para que ese sujeto busque soluciones y pida ayuda.

Por tanto, el médico no trata enfermedades sino que trata personas que aquejan y sufren una posible enfermedad. Y el trato interpersonal va siempre más allá de lo puramente científico.

Este principio, que es válido para especialidades médicas con un fuerte componente científico, lo es mucho más para la psiquiatría donde las bases físicas o químicas o genéticas o biológicas en general son prácticamente inexistentes.

Usted y las personas que forman la Asociación Nuevapsiquiatríaestán trabajando por otro modelo, ¿cuáles son sus objetivos?

El objetivo primordial es luchar contra el actual modelo de asistencia psiquiátrica por considerar que en conjunto está siendo más perjudicial que beneficioso.

Nuestra herramienta principal de trabajo, aparte de dar a conocer y difundir el proyecto, es la creación de grupos estables y concatenados en los que las personas que sufren las consecuencias del actual modelo psiquiátrico, ya sean usuarios o familiares o profesionales, adquieran un conocimiento y un empoderamiento que les capacite para exigir planteamientos y actuaciones psiquiátricas más humanas, más horizontales y, en definitiva, más resolutivas que las que se les están dando hasta ahora.

Cuando se haya alcanzado una masa crítica suficiente de personas así responsabilizadas el sistema no tendrá más remedio que cambiar y plegarse a la demanda de esa conciencia colectiva.

¿Cuál sería el enfoque correcto de las enfermedades mentales, porque entiendo que enfermedades hay -no tantas ni con la prevalencia que dice la industria- pero las hay?

A mi modo de ver el enfoque correcto de las enfermedades mentales ha de tener como punto de partida la afirmación que hizo Thomas Insel en su discurso de despedida como presidente del NIMH:
"Pongo fin a estos trece años de presidencia con dos profundas convicciones respecto a por dónde han de venir las soluciones de la psiquiatría: en primer lugar, los tratamientos de que disponemos actualmente se pueden aplicar de manera mucho más correcta y, de ese modo, salvar muchas vidas con tan sólo cerrar el hueco existente entre lo que sabemos y lo que practicamos.

En segundo lugar, debemos ser humildes y conscientes de que no sabemos lo suficiente y que la psiquiatría está todavía en pañales".
Con tan sólo aplicar estas dos recomendaciones, que en definitiva es una sola, ya se lograría una mejoría muy notable en la asistencia psiquiátrica.

Existe un concepto que usted ha trabajado y que sé que le fascina denominado hiperia, ¿puede contarnos en qué consiste y cuál es la importancia para la psiquiatría o al menos para el modelo que usted propugna?

La hiperia es una hipótesis bastante atrevida en la que a partir de una serie de razonamientos bastante elaborados propongo que una serie de vivencias psíquicas que aparecen en nuestra mente de manera repentina y ajena a nuestra voluntad, y que hasta el presente son consideradas o síntomas de epilepsia o síntomas de trastornos psiquiátricos, deben ser concebidas como expresión de una función fisiológica de nuestro cerebro.

Es decir, la hiperia sería la función cognitiva que nos da acceso a vivencias clarividentes y telepáticas. Como ve se trata de un planteamiento muy osado cuya aceptación por parte de la comunidad científica es poco menos que imposible.