Estaba a punto de cerrar mi noche cuando me enteré que la Academia de las Artes y de las Ciencias Cinematográficas de EE.UU. otorgó el Oscar al mejor corto documental a la película 'White Helmets' (Cascos Blancos). Inicialmente, mi reacción fue de disgusto al apreciar la hipocresía tan abrumadora que reina en la industria del entretenimiento en EEUU.

Pero luego recordé el mundo en el que vivimos todos nosotros; un mundo en el que instituciones que deberían ser independientes de agendas políticas, son herramientas de propaganda. Un mundo en el que los artistas cuyo trabajo sería reflejar la realidad emocional de la conciencia colectiva no existen en la industria de alcance global.
White Helmets in Aleppo with terrorists
© Desconocido

Sólo para otorgar algo de contexto sobre los nuevos galardonados, de RT:
  • La organización de los Cascos Blancos, que luego adoptó el nombre de Defensa Civil Siria, fue creada a finales de 2012 y principios de 2013 por James Le Mesurier, exoficial del Ejército británico que empezó a entrenar a los primeros 'defensores civiles' en Turquía.
  • Actúan en los territorios controladas por la oposición armada, sobre todo el Frente Al Nusra, vinculado con Al Qaeda.
  • Afirman que "salvan gente de las dos partes del conflicto", pero, al parecer, esto no afecta a los leales al Gobierno sirio. Por ejemplo, en este video varios cascos blancos se entremezclan con miembros de la banda armada que captura a un "cerdo de Assad".
  • Los Cascos Blancos reciben donaciones millonarias de la Agencia de Estados Unidos para el Desarrollo Internacional (USAID), que asegura haberles asistido con más de 23 millones de dólares, así como de Gobiernos de países como Reino Unido, Dinamarca y Japón, y de organizaciones vinculadas con el magnate George Soros, según medios. La organización viene siendo una de las principales fuentes de todo tipo de acusaciones contra Rusia, incluidas matanzas de niños en bombardeos
  • Escenifican con maestría vídeos de rescates.

Pero un galardón que simboliza la proeza de sus ganadores para presentar una historia ficticia como real no es sorprendente. Después de todo, los Cascos Blancos son precisamente esto, terroristas que actúan frente a las cámaras para presentarnos la historia falsa de que son voluntarios civiles preocupados por las víctimas de la guerra.

Todo el complejo militar industrial en EEUU (del que La Academia ahora hace parte aparentemente) puso en escena un largometraje gigantesco con el propósito de vendernos a todos la idea de que la oposición en Siria de hecho existe. Y que esta oposición está luchando en contra de las sangrientas acciones del gobierno de Bashar Al-Assad (el malo de la película) en contra de su propia población. Tan sangrientas son estas acciones que seres heroicos (los buenos de la película, Cascos Blancos) han escuchado el llamado humanitario de ayudar a las víctimas.

Pero tal y como hemos visto en innumerables ocasiones en Hollywood, los directores y productores de tales largometrajes, raramente se encuentran en contacto con las historias sobre las que escriben. En este caso la información es presentada a través de los medios de comunicación usando fuentes que no han estado en suelo sirio. Es decir, tal y como en una película, alguien escribe un libreto el cual se valida a sí mismo. Ya que las personas que de hecho han estado en suelo sirio nos cuentan una historia completamente diferente acerca de los nuevos galardonados:


En resumen, Eva Bartlett nos dice que la realidad en Siria es completamente opuesta a lo que se nos presenta en los medios de comunicación. Especialmente cerca del minuto 15:00 cuando habla sobre los nuevos galardonados, nos cuenta como los Cascos Blancos a pesar de supuestamente ser humanitarios, han sido encontrados cargando armas y postrados sobre el cuerpo de soldados sirios muertos. Además, para el momento de esta conferencia (09/12/16) nadie en Alepo había escuchado hablar sobre los dichosos Cascos Blancos, a pesar de que supuestamente se encontraban por todo Siria solucionando vidas.

Es decir, no existen. Por lo menos no como nos lo vendieron en el documental galardonado esta noche.

Para concluir un poco esta breve nota, las personas tienen todo el derecho de permitir ser llevados por una historia de ficción. Disociarse de vez en cuando es saludable y nos ayuda a descansar. Alimenta nuestro sentido de maravilla y ejercita nuestra imaginación. Se dice que Albert Einstein mismo valoraba más la imaginación que la inteligencia.

Hay personas a las que les gustan diferentes tipos de historias y películas. Yo mismo soy un fan de la saga de La Guerra de las Galaxias. Pero existe una diferencia esencial que puede llegar a ser peligrosa. Yo, y los demás aficionados al cine, somos conscientes de que lo que observamos es ficción. Más allá del significado simbólico en nuestra realidad de conceptos y personajes como los Jedi y los Sith; sabemos que no existe un lugar llamado Tatooine donde vivió y creció un joven rubio que luchaba con un sable de láser.

Y en este caso, creer que este largometraje que podríamos llamar "la oposición en Siria: Cascos Blancos" es cierto, de hecho está costando vidas. Vidas muy reales con dolor no escenificado y con sangre real. Familias enteras muertas en escenas donde no hay extras.

Así que lo único que me gustaría que se llevaran de este artículo es precisamente eso. La existencia y misión de los Cascos Blancos son tan ficticias y falsas como lo son las proezas de Luke Skywalker. Los resultados de creer que esta farsa es verdad son inimaginablemente trágicos.