Me gustaría que nuestra conferencia adoptara la necesidad de decir claramente que no podemos pagar la deuda. No con un espíritu belicista. Sino para evitar que nos vayan a asesinar individualmente. Si sólo Burkina Faso se niega a pagar la deuda, no estaré en la próxima conferencia..." decía Tom Sank en la Conferencia de Países Africanos de Addis-Abeba en julio de 1987.

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Efectivamente, no estuvo, se encargaron de que no pudiera estar nunca más. En un otoño como este, Thomas Sankara, presidente de la República de Burkina Faso se reunía con parte del gobierno democrático de su país, cuando la ambición desmedida de su mejor compañero, alentado por los poderes económicos y políticos de Europa y del entorno africano, llevó a cometer uno de los peores magnicidios de la historia de la democracia en el mundo.

Antonio Lozano narra en su novela cómo ese otoño también llovió sobre las calles de Uagadugú, casi como para limpiar el crimen de Estado cometido el día anterior. "Los 'dos ruedas', como popularmente llaman en el país a bicicletas y motocicletas", cuenta Lozano "volvían a imponer su ley sobre la calzada. La lluvia, bendita en el campo, era una maldición para la ciudad. Los charcos hacían del paseo una carrera de obstáculos, a menudo insalvables".

Hoy, 28 años después, la dictadura de su asesino Compaoré, y del Estado francés, junto con todos los satélites que han rodeado el imperio de las multinacionales y poderosos vinculados a las influencias política y económica galas, hacen que aún sea imposible contar con todos los datos que demuestren las implicaciones legales y políticas. Dada esta situación, ningún tribunal ha podido juzgar los hechos ocurridos el 15 de septiembre de 1987, dejando impunes a tanto a asesinos como a inductores o pagadores.

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La novela es la Historia que no nos contaron

El texto de Antonio Lozano, mucho más allá de la pasión que pueda provocar su lectura, alcanza a fijar parámetros de la historia durante el recorrido de intriga que genera. Señala pequeños detalles, de gentes desconocidas en nuestros libros educativos, de procesos ignorados durante más de un siglo por esta cultura exclusivista y excluyente del Norte, y conecta momentos, cuestiones y hechos que parecen casuales, a la vez que aislados, porque quienes los produjeron o los enfrentaron lo han querido así, de manera que nadie pudiera construir el puzzle de la vergüenza occidental más reciente.

Hay diversos casos, aunque uno de los más puntuales parece el que refiere a Sekou Touré, líder del Partido Democrático Guineano, que fue uno de los componentes del RDA (Rassemblement Démocratique Africain, o Agrupamiento Democrático Africano), único en oponerse a la tutela francesa en la presunta descolonización del continente:
"El privilegio de un pueblo pobre es que el riesgo que corren sus proyectos es mínimo, y los peligros que afrontan, escasos -declaró en su discurso de bienvenida al general-. El pobre sólo puede aspirar a enriquecerse. Nosotros tenemos una necesidad prioritaria e indispensable, la de recuperar nuestra dignidad. Y no hay dignidad sin libertad, porque toda coacción degrada a aquél que la sufre. Preferimos la pobreza en la libertad a la riqueza en la esclavitud". Sekou Touré
Quizá este líder que fundara los sindicatos de trabajadores africanos, próximos a los comunistas franceses y a su CGT, y en su lucha por estabilizar la producción y nacionalizar las empresas que explotaban en un claro ejemplo de Marxismo económico, encontró justificación posteriormente a su liberación de la dictadura francesa, para torcer el camino iniciado, e imponer su propio totalitarismo pasado el tiempo, retornando sin embargo más tarde al comercio con las potencias internacionales. Un ser controvertido que, con su trabajo y apenas con una declaración como la anterior, demostró que había posibilidad de enfrentarse a Occidente y proclamarse libres.

Apenas se le nombra de pasada en la novela, pero queda claro que hay un cierto ejemplo para Sankara a la hora de plantar cara a Miterrand en su propia mesa, teniéndole como invitado "Por pertenecer, entre todas las razas humanas, a aquellas que más han sufrido, nos hemos jurado no aceptar nunca más, ni en la menor parcela de nuestro territorio, cualquier denegación de justicia", cita Lozano para seguir con la cena que más airó al presidente francés, cuando el Burkinabé le dice "No hemos comprendido cómo Jonás Savimbi, de Angola, y Pieter Botha, líderes del apartheid en Sudáfrica, pudieron recorrer libremente una Francia tan hermosa y limpia. La mancillaron con sus manos y sus pies cubiertos de sangre. Y todos los que les permitieron hacerlo son los responsables absolutos, aquí y en cualquier otro lugar, hoy y siempre". Y cuando uno ve esta declaración (recogida en videodocumentales), comprende claramente quién era el demócrata y quién el pateador de las libertades.

Tuve ocasión de ver este video (disponible en la red), en la intervención de Antonio Lozano en el SILA, donde supo hacer llegar la situación actual del país africano al público, máxime, cuando tras su inminente regreso a un sistema libre y democrático tras décadas de dictadura de Blaise Compaoré, sufrió el pasado mes de septiembre un golpe de Estado a manos de los seguidores del susodicho asesino de Tom Sank.

Tres historias en una misma

Pero regresando a la novela, no solo no oculta nada, sino que casi arranca en el momento del asesinato del PF (President Faso -presidente de los hombres dignos-), convierte todo el recorrido por este asesinato en tres bloques principales: uno el que compete a la novela del propio Sankara, su familia y un breve recorrido por su manera de pensar desde dentro de su propia vida. Otro es el que corresponde a los antecedentes y sucesos que rodean la historia de esa enorme extensión geográfica de las ex-colonias francesas de buena parte de África. El tercero, y esta es la parte más dedicada a la novela negra, es la del resultado de las intrigas y el asesinato, que corresponderá al personaje que toma protagonismo: Emmanuel Durant. Periodista de un diario principal francés que tras una escalonada entrevista con el Presidente de Burkina Faso, hereda la admiración por el personaje y unas carpetas con papeles condenatorios.

Son los avatares del periodista lo que utiliza el narrador para desarrollar la manera en que el intervencionismo de las multinacionales y sus herramientas, los políticos principales, ha esquilmado y llevado a la miseria y a las guerras civiles a todo un continente:
"Y así sucedió, como pudo comprobar el periodista en los periódicos de los años sucesivos: los reyezuelos se hicieron demócratas y siguieron gobernando, tras unas elecciones inmediatamente legitimadas por Francia. Ya nadie podía acusar al presidente de la República Francesa de apoyar a dictadores, de subvencionar con el dinero del contribuyente francés los encarcelamientos, torturas, persecuciones, de miles de demócratas africanos".
El texto contiene la poética del mayor sueño truncado de África, como antes lo fuera el de nuestra II República. Pero es un ritmo que está dentro del texto, con el que comienza, con el que acaba y con el que su autor es capaz de desgranar un terrible trayecto hacia la esperanza de alguna justicia.

La corrupción de las empresas tras del magnicidio, y las pruebas ocultas

Acostumbrados en nuestro país a la historia manipulada o segada, no sorprende excesivamente saber que esto es lo que sigue habiendo en las escuelas de España, aunque lo lamentable es saber que en las de la República Francesa se dará otro tanto de lo mismo. O que en las de tantos países africanos, ni siquiera hay escuelas porque empresas como ELF, Rivunion, FIBA, es decir, petroleras, banca e intermediarios, han robado y saqueado en la trastienda de los gobiernos aparentemente democratizados.

No me sorprende encontrar conexiones entre los textos de Denis Robert (La caja negra, Ediciones Foca, 2003), cuando habla del escándalo Clearstream y de la implicación de los políticos y gobiernos en el juego del dinero que ha llevado a esta crisis mundial. Como tampoco me sorprende la figura de Jean Christiphe Mitterrand (aquí más conocido como "Papá-me-dijo"), en el papel de co-actor y mampostero del grupo paterno y de las petroleras para la intervención en la política (esta sí) pana-fricana.

Thomas Sankara, uno de los mayores líderes de la libertad, un pana-fricanista que se opuso desde su país al pago de la deuda de los acreedores internacionales, que tan sólo explotaban su tierra. Que puso a trabajar la industria productora para no comprar la elaboración con los productos que salían de su tierra mientras el pueblo se moría de hambre. Que quiso que todo el mundo comiera y l@s niñ@s fueran a la escuela. Que defendió el papel igualitario de la mujer sin ambages ni reparos. Que suprimió las limusinas oficiales y los aviones presidenciales o de gobierno, para desplazarse en el coche más barato de la época: el Renault 5. Que quiso que África asumiera la consciencia de ser ellos, diferentes y con identidades múltiples y propias. Ese presidente, tenía que ser asesinado. Pero ¿cómo? ¿por quiénes? ¿quién dio la orden?

Cuando pregunto a Antonio si cabe la posibilidad de que existan papeles del gobierno francés o de otros gobiernos; de sus agentes espías en los distintos países de influencia o en algún otro lugar, que demuestren los hilos que condujeron a esa masacre y el posterior cambio de la historia, su respuesta es clara, algo triste, pero no desalentada, porque tengo la impresión de que hay esperanzas puestas en esta lucha "varias veces se ha pedido la desclasificación de esos papeles, que debían estar desclasificados", dice en Tenerife, "pero hasta ahora siempre ha habido una negativa".

Los mismos gobiernos que atacan, persiguen y demandan a Denis Robet por sus publicaciones periodísticas y sobre economía, denunciando los atropellos, custodian los papeles sobre el asesinato de Tom Sank. Está complicado.

Por si fuera poco, la novela se implicará en los procesos de guerras civiles en Liberia y en Sierra Leona. Tengamos en cuenta que el tema de los niños soldado no es un suceso inocente y surgido de la nada, como tampoco lo es el uso de las armas sofisticadas que aparecen en esos países. ¿Serían las multinacionales tan estúpidas de generar los beneficios a través de los países que controlan y producen las materias primas? La respuesta es evidente. Es por esto que hay una fina (o no tan fina) red de conexiones que provocan la inestabilidad constante en el entorno e, incluso, la intervención de Francia en algunos casos muy recientes. ¿Hasta dónde alcanzan esas incitaciones al conflicto? ¿cuántos millones reporta cada año a los interesados? ¿cuánta vida le queda al continente en esa situación?

El discurso del supuesto director del diario acerca del "territorio de la Gran Verdad", es tremendamente realista y esclarecedor "debes hacer de tripas corazón", le dice a Emmanuel Durant "y asumir tu responsabilidad de ciudadano francés, si no quieres que pase Francia por el calvario de Italia en casos como el de Aldo Moro, poner a tu país al borde del abismo, como estuvieron nuestros vecinos". Curiosa manera de asumir la responsabilidad: muy a la española, si vemos a nuestros políticos, claro.