Los efectos del trauma y el abuso durante la infancia pueden dejar hullas profundas en nuestro sistema nervioso e incluso pueden afectar la manera en que percibimos los estímulos sociales.
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El contacto físico tiene una gran influencia sobre el desarrollo cerebral: provee de las sensaciones corporales propias y funciona como un regulador del estrés.

Interesados en comprender mejor los cambios cerebrales relacionados con el contacto físico en personas que habían sufrido de algún tipo de abuso, los investigadores del departamento de psicología médica en el Bonn University Hospital y los colegas de Ruhr University Bochum y Chengdu en China, llevaron a cabo un estudio con 120 personas con historia de abuso, que no sufrían de algún trastorno neurológico y no recibían algún tipo de medicamento que afectara su percepción sensorial. El estudio está disponible en la revista American Journal of Psychiatry

Para evaluar la percepción sensorial se les pidió a los participantes que ingresaran al escáner de resonancia magnética. Durante este proceso no podían ver a los científicos que con las manos cubiertas por guantes de algodón tocaban suave o rápidamente la mano de los participantes.

Inmediatamente las imágenes cerebrales demostraron que entre más profunda era las experiencias de maltrato durante la infancia, mayor era la actividad cerebral en dos áreas del cerebro: La corteza somatosensorial, localizada sobre los oídos, encargada de registrar cuando el contacto físico ocurre. Esta área codifica las sensaciones hápticas y está relacionadas con la preparación e iniciación del movimiento corporal. Otra área que se activó rápidamente fue la corteza insular posterior. Esta es una área profunda en el cerebro detrás de la sien encargada de codificar todas las sensaciones del cuerpo (tacto, hambre, sed, dolor, etc.).

Otra respuesta cerebral que se registró fue la reducción drástica de la actividad del hipocampo (región relacionada con la regulación emocional) durante los toques corporales lentos en las personas que habían sufrido algún tipo de abuso. Lo que podría explicar porqué el contacto físico lento es menos placentero para las personas que han sufrido algún tipo de abuso.

Estos datos neurocientíficos ayudan a comprender cómo los efectos traumáticos condicionan todo nuestro sistema biológico y también abre una puerta para que se puedan integrar otro tipo de terapias corporales en los tratamientos psicológicos y neurológicos tradicionales.
Referencia del estudio original: Ayline Maier, Caroline Gieling, Luca Heinen-Ludwig, Vlad Stefan, Johannes Schultz, Onur Güntürkün, Benjamin Becker, René Hurlemann, Dirk Scheele. Association of Childhood Maltreatment With Interpersonal Distance and Social Touch Preferences in Adulthood. American Journal of Psychiatry, 2019; appi.ajp.2019.1 DOI: 10.1176/appi.ajp.2019.19020212

Fuente: ScienceDaily