Probablemente vivimos tiempos complicados, por un lado los humanos estamos luchando por los recursos escasos en un planeta agotado. Por otro lado, las circunstancias sociales no facilitan el diálogo y la comprensión de los demás. La polarización aumenta y, por tanto, es fácil que surjan conflictos de todo tipo.

polarización política
© Brown University
Un estudio reciente pone de manifiesto que los sentimientos de los habitantes de EEUU hacia los que son del partido opuesto ha empeorado en los últimos 40 años y, además, lo han hecho en peor medida que los ciudadanos europeos y de otras democracias occidentales, como Canadá, RU o Australia.

Jesse Shapiro (Brown University) y sus colaboradores de Stanford University Levi Boxell and Matthew Gentzkow publicaron el pasado lunes su hallazgos en National Bureau of Economic Research.

En el estudio estos investigadores presentan los primeros indicios de tendencias a largo plazo en «polarización afectiva», un fenómeno en el que los ciudadanos sienten más sentimientos negativos hacia los demás partidos políticos que no son el suyo.

Este fenómeno de polarización posiblemente se debería, según los autores, a varios factores, entre los cuales se encuentran el aumento de la división racial, el aumento de las cadenas de televisión de noticia por cable partidistas y a los cambios en la composición de los partidos Demócrata Y Republicano.

Han encontrado que en EEUU la polarización afectiva ha aumentado más dramáticamente desde los años setenta del pasado siglo que en los países occidentales analizados (Canadá, Australia, Nueva Zelanda, Alemania, Suiza, Noruega y Suecia).

«Un montón de análisis sobre polarización se han centrado en los EEUU, así que pensamos que podría ser interesante poner a los EEUU en contexto para saber si es parte de una tendencia global o si es más excepcional. Encontramos que la tendencia en los EEUU es, efectivamente, excepcional», dice Shapiro.

Para el estudio analizaron datos de las última 4 décadas provenientes de encuestas de opinión realizadas en estos países. Luego elaboraron un «termómetro de sentimientos» con una escala de 0 a 100, de tal modo que el 0 reflejaba el no tener sentimientos negativos hacia el partido rival.

Encontraron que en 1978 el americano medio podía puntuar con 27 puntos más a su propio partido que al rival, mientras que en 2016 ese aspecto se elevaba a 45,9 puntos. Es decir, los sentimientos negativos hacia los miembros del otro partido comparado con el propio aumentaron 4,8 puntos por década.

También encontraron que esta polarización se incrementó en el mismo periodo de tiempo en Canadá, Nueva Zelanda y Suiza, pero en menor medida. En RU, Australia, Alemania, Noruega y Suecia la polarización disminuyó.

La razón de esta polarización extrema en los EEUU se debería, según Shapiro, a que desde los setenta los partidos han terminado estando más alineados con ciertas ideologías, razas e identidades religiosas.


Así, por ejemplo, los republicanos son ahora más propensos a ser religiosos, mientras que los demócratas son más proclives al laicismo.

«Hay pruebas de que dentro de los EEUU los dos partidos principales han terminado siendo más homogéneos de ciertos modos, tanto ideológica como socialmente. Así que cuando tú te identificas con cierto partido y miras a lo largo del espectro político, la gente que tú ves es más diferente a ti que hace décadas», dice Shapiro.

Este diferenciación parece ser menos pronunciada en los otros países incluidos en el estudio, pero quizás ha jugado un papel ahondando esta división en Canadá.

Otra explicación a este aumento de la polarización en los EEUU según Shapiro es la aparición de cadenas de TV por cable que emiten noticias las 24 horas y que están sesgadas partidariamente. Shapiro notó que en aquellos países en donde la polarización política ha decaído en las últimas décadas, las cadenas públicas de televisión recibieron más financiación que en los EEUU.

Además, el estudio sostiene que la aparición de Internet no es una de las causas importantes de polarización política, porque en los nueve países se ha disparado en estos años el uso de Internet, pero no en todos se ha producido un aumento de la polarización.

La conclusión está en consonancia con otros estudios que se ha realizado, incluyendo uno de 2018 que arroja dudas sobre la hipótesis del papel jugado por la web en las elecciones presidenciales de 2016. También con otro de 2017 que concluye que el gran uso de Internet entre los norteamericanos no está asociado con el rápido aumento de la polarización.

Shapiro dice que la compresión de las raíces de las causas de la polarización política, tanto en EEUU como en el resto del mundo, podría ayudar a los políticos y ciudadanos a comprender cómo el fenómeno puede dirigir sus decisiones y preferencias y podría finalmente revelar estrategias que salvasen la brecha que los divide.

«Hay buenas razones para pensar que cuando la gente en diferentes campos políticos cesan de respetarse unos a otros, es más difícil establecer compromisos políticos y crear una buena política pública. Hay, además, algunas pruebas de que la identidad política de la persona puede influir su comportamiento, qué compra, dónde vive a quien contrata. Si podemos comprender que está dirigiendo esta división partidista, puede que seamos capaces de dar pasos para reducirlo», dice Shapiro.

Fuentes y referencias: Artículo original.