Las normativas para servicios funerarios en Argentina aplican tanto para casos de COVID-19 positivos como negativos, por lo que no hay atención en casas de sepelios ni liturgias religiosas, y los cementerios aceptan hasta un máximo de cinco familiares en los entierros y cremaciones.
Cementerio argentina
© Sputnik / Francisco Lucotti
Con el ingreso cerrado para visitantes, el Cementerio de Chacarita, el más grande de la ciudad de Buenos Aires, deja pasar los coches fúnebres y una escolta de tan solo un puñado de allegados, a los que se les mide rigurosamente la temperatura. Estos pocos serán los únicos en poder despedirse de forma física de su ser querido, aunque sin lugar ni tiempo para ceremonias ni elegías.

Si bien los cementerios públicos y privados de Argentina desde la semana pasada aceptan hasta cinco familiares para el momento de inhumación o cremación, antes era más restringido. Con las salas de sepelios impedidas de ofrecer sus servicios de velatorios por las medidas de aislamiento social y los centros de salud con disposiciones de bioseguridad estrictas, muchas personas mueren solas y sus familiares quedan privados de decirles adiós.
"Hace un mes y medio falleció mi abuela, ella ya venía mal por un tema oncológico, entre otras cosas de la edad. Estaba en un hogar porque no podía estar sola sin cuidados pero nadie podía visitarla. Es muy loco, sentimos que todavía sigue ahí porque no hubo misa ni la pudimos velar ni acompañar al cementerio. No terminamos de asimilarlo porque no nos pudimos despedir de una manera apropiada, que es algo que ayuda en el proceso", contó a Sputnik Sol Janisch.



Comentario: Este tipo de eventos, aunque aparentemente sutiles y simples, pueden llevar a una persona a caer en una profunda depresión, lo cual afecta su estado de salud y puede generar una cascada de síntomas no sólo en dicha persona sino también en aquellos a su alrededor. De esta manera las medidas para protegernos en contra de la supuesta pandemia resultan más destructivas que la enfermedad que pretenden detener.


Sol contó que su abuela Karin, de 80 años, se descompensó y una de sus cuidadoras llamó a la familia. Su tío se acercó a la residencia para ancianos y tuvo que escoltar en su auto a la ambulancia hasta el hospital porque, a diferencia de cuando tuvo que ser internada hace unos años, esta vez no lo dejaron viajar dentro del móvil por precauciones sanitarias.
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© SPUTNIK / FRANCISCO LUCOTTIPortal lateral del Cementerio de Chacarita en Buenos Aires
"El recuerdo de mi tío es que lloraba a los gritos porque le daba mucho miedo a mi abuela estar en la ambulancia sola. Fue bastante fea la situación, todo fue muy frío. A mi tío no lo dejaron ingresar a la habitación, la escuchaba llorar desde afuera, estaba sola y asustada, esa noche fue de terror. Recién al día siguiente, cuando ya había fallecido, los dejaron pasar a verla", narró.
El caso de la abuela de Sol se replica en todo el país. La pandemia de coronavirus trastoca todos los ámbitos de la vida, pero también de la muerte. No son solo los casos de COVID-19, sino la totalidad de las defunciones. El dolor de perder a un ser querido se amplifica como un eco.

Trabajos esenciales, roles importantes

"Al principio nos agarró como a todos, con un poco de miedo, por decirlo de alguna manera, si bien ya habíamos vivido la gripe A [pandemia de influenza A-H1N1, en 2009], trabajábamos un poco incómodos por no tener información, era todo duda", dijo a Sputnik Ricardo Natarello, uno de los dueños de la tradicional empresa de sepelios fundada en 1966 que lleva su apellido.

Natarello explicó que, si bien la actividad es considerada esencial, el decreto de cuarentena la deja sin posibilidad de concurrencia ni reuniones de público, por lo que se han visto afectados, al estar prohibidos los servicios velatorios y rituales fúnebres, y limitados únicamente a la parte logística, es decir, al traslado de los cuerpos hasta los sitios de descanso.
"No hay despedidas ni responsos, tanto para casos de coronavirus como no. En este último tiempo tuvimos, por ejemplo, la muerte de un jóven de 20 años y el abuelo no se pudo venir a despedir. Nos gustaría poder tener un protocolo para casos que no tengan que ver con la pandemia, con sus medias de seguridad y distanciamiento", solicitó.
Según las disposiciones oficiales, el cadáver de una persona contagiada debe ser transferido de la manera más directa a su lugar de entierro o cremación. Antes de proceder al traslado, debe permitirse el acceso de los familiares más próximos para un reconocimiento y despedida sin contacto físico con el cuerpo ni el entorno.
"Los fallecidos de COVID-19 se retiran de la institución y van directamente al cementerio. Si bien no hay una reglamentación que diga que la cremación sea obligatoria, es lo que generalmente sucede. Los casos que no son positivos se retiran del lugar de fallecimiento y se llevan a la sala velatoria pero a puertas cerradas, y a veces pasa que la gente se agolpa afuera, sin que los podamos dejar entrar", contó Natarello.
Los empleados dedicados al traslado deben contar con equipos de protección personal adecuados, similares a los recomendados para el personal de salud que atiende casos en investigación, probables o confirmados con COVID-19, así como cumplir con las normas de bioseguridad dispuestas para quienes manipulen materiales potencialmente infecciosos.
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© SPUTNIK / FRANCISCO LUCOTTIInterior del Cementerio de Chacarita de Buenos Aires
El cadáver debe introducirse en una bolsa plástica de alta densidad, impermeable y con cierre hermético, debidamente identificada como material infectocontagioso, que reúna las características técnicas sanitarias de resistencia a la presión de los gases en su interior, estanqueidad e impermeabilidad.

Al principio de la cuarentena, las empresas del sector manifestaron dificultades para conseguir insumos, pero aseguran que la situación está resuelta, aunque aclaran que muchos de sus costos han subido para poder cumplir con las medidas de seguridad, que incluye trabajar con turnos rotativos para evitar la concentración del personal.

"Nosotros somos una industria esencial aunque te diría que un poco olvidada. Toda nuestra gente está en la primera línea, como los médicos. Esto ha sido un cambio y necesidad de adaptación urgente y realmente valoramos mucho a todos nuestros equipos, que hacen posible seguir trabajando", dijo a Sputnik Daniel Ferreyra, director de operaciones del Grupo Jardín del Pilar, que cuenta con cinco cementerios privados en la provincia de Buenos Aires.
Cementerio Argentina
© SPUTNIK / FRANCISCO LUCOTTISolo ingresan coches fúnebres y hasta cinco familiares a los cementerios de Argentina
Ferreyra destacó la labor y el esfuerzo de cada uno de los integrantes de la cadena de trabajadores del sector funerario, desde los que reciben los cuerpos hasta quienes se encargan de los entierros y cremaciones, quienes se exponen día a día.

De la misma manera, resaltó la manera en que todo el sector ha tenido que adaptarse para ofrecer un tipo de contención diferente a las familias, imposibilitadas de velar a sus familiares recientemente fallecidos y también vedadas de acercarse a visitar los sitios de descanso en fechas especiales.
"La imposibilidad de que entren más de cinco personas a cualquier servicio funerario en muchos casos impide que vaya la familia completa si son familias numerosas o muere el abuelo y van los hijos pero no pueden ir los nietos. Desde lado emocional es un golpe importante, así que estamos trabajando desde la industria ideando formas de apoyo y charlas de duelo", mencionó Ferreyra.