Al estar expuesto a dosis no letales del fármaco, un microorganismo que habita en aguas dulces abandona su postura lineal y adopta una forma similar a la letra 'C' para protegerse y seguir multiplicándose.
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No todas las bacterias sucumben a la administración de antibióticos: algunas son capaces de adaptar su estructura celular y cambiar de forma para así resistir al impacto medicinal. Es el caso, por ejemplo, del microbio Caulobacter crescentus, cuya descendencia, si sobrevive, vuelve a su forma original varias generaciones después.

Se trata de un microorganismo presente en muchos manantiales, ríos y lagos de todo el mundo. No es de los patógenos más peligrosos para el ser humano, pero sí una especie muy utilizada en distintos experimentos. De otra parte, se cree que su adaptabilidad puede ser un rasgo compartido con otras especies, y por eso estuvo en el foco de un reciente estudio de las universidades estadounidenses Carnegie Mellon, de Pensilvania, y de Chicago, Illinois.

El equipo expuso varias muestras del Caulobacter crescentus al antibiótico cloranfenicol, en cantidades que consideraron no mortíferas. Bajo el microscopio se observó que las bacterias seguían creciendo y dividiéndose, pero su forma física cambió de la recta inicial hacia una especie de letra 'C' durante la vida de 10 generaciones sucesivas, que se volvieron más anchas y curvas. Aún más, su tasa de crecimiento aumentó en comparación con los niveles previos al contacto con el fármaco.

Los investigadores demostraron que esos "cambios en la forma celular funcionan como una estrategia de retroalimentación para hacer que las bacterias se adapten mejor y sobrevivan a los antibióticos", explicó el primer autor del estudio, Shiladitya Banerjee, cuyas palabras recoge un comunicado universitario difundido el 29 de enero. "Estos cambios de forma permiten que las bacterias superen el estrés de los antibióticos y reanuden su rápido crecimiento", dijo el biofísico.

El cuerpo curvo ayuda en tal sentido a las bacterias porque hace que sea menor el número de partículas de cloranfenicol que penetran su superficie a medida que crecen, establecieron los investigadores. Queda por verificar si también otros organismos unicelulares recurren al mismo procedimiento para protegerse.