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El número de muertos por una explosión de un ducto de gasolina en la capital keniana aumentó a 87, informó el martes una funcionaria de la Cruz Roja, luego que el gobierno nacional declaró dos días de duelo por las víctimas del desastre.

Por la mañana, un grupo de residentes colaboró con la Cruz Roja, al entrar en un canal de aguas negras y utilizar palos para buscar si en el fondo había cadáveres de sus familiares.

La coordinadora de la Cruz Roja, Pamela Indiaka, dijo que cinco personas más murieron el martes en el hospital donde se les atendía por quemaduras graves. Así, ascendió a 87 la cifra de muertos. Un número anterior se había divulgado el martes, tras recuperar cadáveres en el canal.

Indiaka dijo que la Cruz Roja ha concluido la misión de búsqueda y recuperación de cadáveres en el lugar donde sobrevino la explosión del lunes.

"No percibimos esperanza alguna de encontrar más cadáveres, y hemos pedido al gobierno que pregunte a la Armada si puede enviar buzos especializados para buscar cadáveres en el río", señaló.

La Cruz Roja de Kenia ha instalado un centro de rastreo y ayuda en un refugio donde permanecen las personas que se quedaron sin hogar, a fin de asistir a quienes resultaron afectados por el fuego, dijo Venant Ndigila, coordinador de seguridad de la Cruz Roja. Las familias pueden recibir ayuda por traumas emocionales y para saber dónde se encuentran sus seres queridos, explicó Ndigila.

Entre las personas que perdieron sus viviendas estaba Olipha Birongo Oginga, una niña de 12 años, quien huyó a toda prisa de las llamas. Cargó sobre los hombros a su sobrina de 2 años y medio, y llevó de la mano a su hermano de 7.

Oginga relató que había salido para ver a la gente que acudía al lugar para recolectar la gasolina que se fugaba de la tubería. La niña dijo que algunas personas comenzaron a sentirse intoxicadas por los vapores del combustible. Luego, ocurrió el estallido.

Los funcionarios forenses están llevándose los cadáveres antes de que los familiares puedan verlos, a fin de evitar a los deudos el choque emocional que les provocaría el tratar repetidamente de identificar cuerpos calcinados. Sólo 10 de los 22 cadáveres que había en un depósito eran identificables, consideró Sammy Nyongesa, asistente de esa oficina.