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Los niños británicos están atrapados en un círculo de consumismo compulsivo debido a que sus padres les hacen cada vez más regalos para compensar por las largas horas de trabajo que pasan fuera del hogar, según un reporte de UNICEF dado a conocer.

Las notas de preocupación y alarma de la agencia especializada van más lejos y se aproximan a las fuentes del problema, cuando señalan que los propios progenitores encuestados reconocen que ellos mismos se encuentran atrapados en un sistema de consumo que saben que no tiene sentido pero que es difícil de resistir. Con todo lo que Marx lúcidamente avizoró sobre el desarrollo de la sociedad capitalista, que estudió precisamente en el país de referencia, no parece haber logrado imaginar en toda su plenitud hasta donde llegaría la enajenación del mercado desenfrenado y sus efectos en las familias.

El estudio, a cargo de Agnes Nairn, ubica a los menores británicos entre los más infelices del mundo industrializado, debido a lo que describe como una "agresiva cultura de marcas" y la falta de interacción en el seno familiar, puesto que aunque ellos preferirían pasar más tiempo con los padres en lugar de consumir bienes, los progenitores parecen sentirse bajo una incontrolable presión para comprarle a sus hijos cuanto nuevo artilugio la publicidad promueve sin tregua alguna.

También la UNICEF responsabilizó a los padres británicos, a su vez bajo los imperativos de conservar empleos a toda costa en estos tiempos de inseguridad económica, por utilizar la televisión "como niñera" y permitir que los niños usen juegos de computadoras "por demasiado tiempo", evitando que pasen suficiente tiempo jugando al aire libre.

Espejismos y trampas de un solo golpe.