Imagen
© Desconicido
La fiebre del oro en la selva del Perú no solo ha depredado buena parte de los bosques y contaminado los ríos, sino que también ha traído consigo la prostitución de menores de edad, según un informe que publica hoy el diario El Comercio.

Según la organización Save the Children, existen 1.100 adolescentes explotadas sexualmente en el departamento oriental de Madre de Dios, uno de los menos poblados del país y con mayoría de población indígena.

"Casi siempre las adolescentes son traídas desde Cusco o Puno con engaños para trabajar en tiendas o trabajos domésticos, pero luego terminan colocándolas en bares para 'acompañar' o prostituirse", afirmó la psicóloga Hilda Calderón, perteneciente a la asociación Huarayo, que brinda albergue a las jóvenes rescatadas.

En los alrededores de los campamentos de minería ilegal distribuidos por el departamento existe por lo menos un lugar en donde se ejerce la prostitución y que tiene como fachada un bar, popularmente conocidos por la policía como "prostibares". En cada local pueden trabajar entre 40 y 50 mujeres.

"Funcionan como una franquicia, las dueñas y las administradoras son casi siempre familiares", señaló el jefe de la región policial de Madre de Dios, Miguel Fernando Navarrete.

La trata de personas también incluye niños, según Calderón: "Hemos recibido casos de niños de ocho y nueve años que eran explotados en los campamentos mineros".

Otra amenaza que se cierne sobre Madre de Dios es el aumento de las tasas de VIH en los distritos de Inambari y Huepetuhe, las mayores de todo el país, debido a la promiscuidad y a la falta de prevención.

"Pero nadie hace nada, de esto se habla un momento pero luego se olvida", criticó Calderón.

Huepetuhe es el distrito más pobre de Madre de Dios, donde impera el dengue y la fiebre amarilla, pero produce casi el 70 por ciento del oro de la región. En 2010 se produjo 19,6 toneladas de oro en el departamento selvático, lo cual representa el 12 por ciento de la producción nacional.

La explotación de oro aumentó dramáticamente con el alza de sus precios, que en la última década pasaron de más de 200 dólares por onza a casi 2.000 dólares. Se calcula que unas 30.000 personas están involucradas en la actividad, cuando en 2007 no llegaban a 100.