En las zonas donde el termómetro no sube de los cero grados, la alimentación se basa en productos del mar recién capturados como salmón, foca y ballena que destacan por su riqueza en ácidos grasos omega-3 y 6 y por prevenir las enfermedades cardiovasculares. Sin embargo, como las horas de sol son escasas, deben tomar suplementos de vitamina D para mantener unos niveles de calcio adecuados.
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© DesconocidoDieta polar: ¿Por qué los esquimales pueden vivir sin luz solar?
En una sociedad donde la abundancia de alimentos está a la orden del día, la mejor receta para consumir aquellos productos que resultan más beneficios para la salud es recurrir a aquellos que se cultivan en la zona donde uno viva. Quizás por esto, una población como la de los esquimales, donde el consumo de pescado recién capturado supone la base de su dieta, ha supuesto que la incidencia de enfermedades cardiovasculares sea casi anecdótica.

Originariamente, «una de las características más reseñables de su modelo alimentario era su riqueza en ácidos grasos omega-3 y el mantener una proporción muy alta entre omega-3 y omega-6, además de ser muy rica en vitaminas y minerales antioxidantes», sostiene el doctor Xavier Pintó, especialista en Medicina Interna y director del Programa de Prevención Cardiovascular y coordinador de la Unidad de Lípidos y Riesgo Vascular del Hospital Universitario de Bellvitge en Barcelona y miembro de la plataforma Expertomega3.

Estilo de vida

Según Stephanie Spaide, directora del departamento de Nutrición del Boston Medical Center en EE UU, «la mitad de las calorías que consume esta población proviene de la grasa de los animales recién capturados como foca, ballena, trucha, pato y sardinas, entre otros. Dado que cazan directamente del mar y no en un criadero, la grasa que poseen es de tipo insaturado y rico en omega-3, diferente a la que compramos en el supermercado. Además, consumen muy pocas frutas, verduras y lácteos». En concreto, los ácidos grasos omega-3, continúa Pintó, y «en particular los de cadena larga: el ácido eicosapenatenoico (EPA) y el docosahexaenoico (DHA); y en menor medida los de cadena corta, como el ácido alfa linolénico (ALA), tienen un efecto antiinflamatorio y antitrombótico que protege frente a la arteriosclerosis, el infarto de miocardio y el accidente vascular cerebral». Un estudio publicado en marzo del pasado año en la revista «European Journal of Clinical Nutrition» y elaborado por investigadores del «Cancer Research Center» en Alaska, EE UU, revela que el elevado consumo de alimentos ricos en omega-3 que ingieren los esquimales reduce, además, los marcadores de riesgo asociados a enfermedades derivadas del sobrepeso y la obesidad como la diabetes y las cardiovasculares.

A este modelo alimentario hay que añadirle un estilo de vida que dista mucho del occidental. «Su vida no tiene las malas costumbres de países occidentales como puede ser un alto índice de sedentarismo. Así como el alto consumo de otros alimentos con grasas saturadas, colesterol, grasas trans. Su alimentación está menos "industrializada" es mas "natural". Además, los efectos de los ácidos grasos omega-3 tienen capacidad para regular la expresión de genes a distintos niveles y de diversos procesos de señalización intracelular», explica el doctor Pedro Prieto-Hontoria del departamento de Ciencias de la Alimentación, Fisiología y Toxicología de la Universidad de Navarra.

Sin embargo, pese a la elevada calidad nutricional de los ácidos grasos omega- 3 y 6 conviene, según Pintó, hacer un aclaración. «Los ácidos grasos omega-6, sobre todo representados por los ácidos linoleico (AL) y araquidónico (AA), cuando se consumen en exceso predisponen a la inflamación y a la aparición de las enfermedades cardiovasculares. Por ello, lo más importante es que la dieta proporcione, por un lado, la cantidad necesaria de ácidos grasos omega-3 y, por otro, que no haya un exceso de omega-6 en relación a los omega-3».

A diferencia de otros países donde se rechaza la piel, las espinas u otras partes del producto y sólo consumen la carne, en los lugares más fríos no se desecha nada. Todo vale. Gracias a esta práctica, la cantidad necesario de vitaminas y minerales está, en parte, garantizada. Por ejemplo, la piel de la ballena es muy rica en vitamina C. Gracias a la gran variedad de especies animales que, unido a algunos vegetales que configuran su menú, es posible proporcionar al organismo «antioxidantes, sobre todo de la familia de las vitaminas A, E y selenio. Esto es muy importante porque el exceso de omega-3 sin un consumo adecuado de antioxidantes podría favorecer la oxidación de estos ácidos grasos y la disminución de sus efectos beneficiosos», recuerda Pintó. El hecho de vivir en un país donde, por su localización, la luz solar es prácticamente inexistente hace pensar en una deficiencia de vitamina D.

Por vía oral

A este respecto, la doctora Laura López-Táppero, del Servicio de Urgencias de Medicina Interna del Hospital USP San Camilo de Madrid y Médico de Familia sostiene que «como para producir vitamina D basta con que el sol de en la cara, manos y cuello, al menos quince minutos al día, los finlandeses, por ejemplo, que pasan muchas horas de noche toman suplementos de dicha vitamina».

Pero la cuestión no está en el aporte de vitamina D «que se obtiene de algunos pescados como bacalao sardinas, hígado de vaca y lácteos, sino que es imprescindible su activación por luz solar (rayos UV). La ingesta de esta vitamina es un mero precursor del producto final necesario para el metabolismo del calcio. En estas personas parece estar indicado un aporte mayor de esta vitamina a fin de compensar el déficit ocasionado por la menor activación solar», dice López Táppero. Sin embargo, el hecho de que esta dieta «ejemplar» haya cambiado con respecto a hace unos años se debe, según Pintó, a que «se han ido introduciendo los alimentos de alta densidad calórica pobres en nutrientes propios de la alimentación occidental y su salud se ha deteriorado en distintos aspectos, el más evidente es el aumento de la obesidad».