Por más que se empeñen los de Igualdad Animal, hay un hecho incontrovertible: a los gatos les encanta la carne. No sólo les encanta; se mueren si no la comen. Esta verdad incómoda fue eludida por los dueños de Roger, un minino de tres meses, cuyos dueños - una pareja vegana de Melbourne- alimentaron desde su nacimiento con una estricta dieta vegana, consistente en patatas, leche de arroz y pasta, que le costó seis de sus siete vidas.
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La vida extra fue salvada gracias a la veterinaria Leanne Pinfold, que posa en la foto con Roger. El gatito estuvo tres días ingresado en la clínica, recibiendo suero por vía parietal, reposando sobre una manta eléctrica y, sobre todo, devorando esa carne que su hocico aún no había catado. El felino recibió el alta y fue devuelto a sus dueños, junto con una buena remesa de latas para mantenerle alimentado una temporada.

Es el primer caso de un gato vegano con que se topa la veterinaria en sus once años de carrera: "Los gatos son carnívoros, así que si alguien quiere tener una mascota que no coma carne debería considerar la posibilidad de hacerse con un conejo. La preocupación por el bienestar de un animal debe incluir su dieta biológicamente apropiada. No puedes volcar tu ideología en un gato", concluye Pinfold.

Efectivamente, entre los veterinarios existe un consenso generalizado sobre que los gatos son carnívoros, según un reportaje de Consumer: "Los felinos necesitan ingerir poca fibra en su dieta, pero la taurina y ciertos aminoácidos y lípidos que necesitan para estar sanos sólo los obtienen a través de la alimentación carnívora", añade el veterinario Javier Zorriqueta.