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En Wisconsin, situado en la región de los lagos en el llamado Medio Oeste del país, se juega el futuro del poder sindical y su influencia en la distribución del ingreso en toda la nación.

El gobernador republicano Scott Walker y la legislatura controlada por su partido impulsan una iniciativa de ley que limita el poder de los sindicatos del sector público a discutir sólo salarios, dejando afuera beneficios y condiciones de trabajo. También impone un techo a las mejoras salariales basado en el índice de inflación y aumenta las contribuciones a los fondos de pensión y salud.

El gobernador asegura que la medida es necesaria para equilibrar las cuentas del estado, que están "muy afectadas".

Pero lo que pasa en Wisconsin no es apenas un recorte presupuestario, sino un experimento para quebrar a los sindicatos.

El proyecto obedece al endurecimiento ideológico republicano más que a una urgencia económica de Wisconsin, dice Ernesto Semán. El desempleo (7,5 por ciento) y el déficit proyectado (12,8 del presupuesto) no sólo están por debajo del promedio nacional sino que son optimistas comparados con los de otros estados.

Lo que explica que la convicción ideológica es el motor de esta pelea, y de que más de un centenar de organizaciones vinculadas con el Tea Party en todo el país hayan comenzado a movilizarse en favor de la medida.

Wisconsin tal vez sea hoy un estado más agrícola, es conocido por sus productos lácteos en general y por el queso en particular. Pero fue y hasta cierto punto sigue siendo un estado cuya economía se basa en las manufacturas y la producción de herramientas. Wisconsin también es cuna de AFCSM, uno de los sindicatos más grandes de funcionarios públicos y enfermeras del país, con 170 mil afiliados, señala Amy Goodman.

El AFCSM fue creado en los '30 al calor del avance de la legislación laboral durante el New Deal. Y en 1959 se convirtió en el primero con capacidad de negociar convenios colectivos de trabajo.

La avanzada del gobernador Walker también implicaría quebrar el poder de este sindicato.

La legislación laboral estadounidense regula las relaciones de empresas privadas a nivel federal, pero delega la regulación de los empleados públicos en cada uno de los estados. Por eso Walker cuenta con todo el poder legislativo en su mano para imponer medidas de corte draconiano que hagan literalmente imposible la continuidad de los sindicatos de trabajadores del sector público.

El gobernador quiere forzar a los sindicatos a celebrar un plebiscito que les legitime anualmente, y prohibir las deducciones automáticas de las contribuciones sindicales.

"Es hora de limitar el poder de los sindicatos, y en eso espero poder ser la fuente de inspiración para muchos otros", afirmó Walker, gobernador de Wisconsin desde enero del 2011, quien, nada más jurar su cargo y con una mayoría sólida en la asamblea estatal, otorgó una amnistía fiscal a empresas multinacionales y estatales que costó a las arcas del estado 170 millones de dólares. Para compensar este regalo, el gobernador decidió unilateralmente reducir los derechos de negociación colectiva de los empleados públicos.

La reacción contra el proyecto conocido como "ley de reparación presupuestaria" no arrancó entre los empleados públicos sino en oposición a los recortes presupuestarios a la universidad.

Ante ello, miles de estudiantes y profesores suspendieron clases en las universidades estatales en protesta contra la iniciativa. Además, miles de maestros de escuelas públicas se reportaron "enfermos" y no asistieron a sus centros de trabajo para sumarse a las protestas, obligando el cierre de las escuelas públicas en la capital. Estudiantes de preparatorias y secundarias, en lugar de gozar sus días libres, se sumaron a las marchas y protestas. Varias iglesias también han declarado su apoyo.

La protesta ya involucra a más de 100 mil personas sólo en Wisconsin. Tiene el apoyo de la totalidad de los sindicatos, que por más de una semana consecutiva mantienen sus protestas, y va en camino de convertirse en una de las movilizaciones gremiales más grandes de las últimas décadas.

Lo que ocurre en Wisconsin, comentó Noam Chomsky, "tal vez es el inicio de lo que verdaderamente necesitamos aquí: un levantamiento democrático"

Si en algo coinciden todos, es que si esta ley se aprueba en Madison, será replicada en otros estados donde gobernantes intentan reducir sus déficits presupuestales -que se han multiplicado como consecuencia de la crisis económica- trasladando los costos a los trabajadores del sector público.

Iniciativas parecidas se impulsan en Ohio, Indiana, Tenesí, y también versiones menos drásticas pero que imponen severos recortes presupuestales a sindicalistas del sector público -sobre todo maestros- en estados gobernados por demócratas como es el caso de Nueva York y California.

Aunque en muchos estados se han convocado manifestaciones de apoyo a las protestas de Wisconsin. Es pronto para decir si las protestas podrían extenderse. Lo que sí está claro, dicen los analistas, es que el neoliberalismo sólo puede seguir avanzando: exigiendo más privatizaciones dentro del sector público, aumentado la edad de jubilación, aumentando las contribuciones al fondo de pensiones, y desarmando a los sindicatos para imponer recortes salariales.

No es exagerado suponer que las últimas medidas del gobierno de Obama también abonaron el campo para iniciativas como las de Wisconsin que, entre otras cosas, acaba de aprobar el presupuesto económico más regresivo de la historia, con argumentos que en muchos casos se superponen con los de la oposición.

Alberto Ampuero es periodista de Riverside, California.