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El dictador libio podrá ser un narcisista, un extravagante, un psicópata o un sociópata, pero nunca un estadista. Desvaríos e incoherencias lo caracterizan. Y lo confirman sus breves últimas apariciones en la televisión. Prefiere morir en su tierra que abandonarla.

No somos especialistas en política ni derecho internacional. Sí lectores informados. Pero el horror que vive el pueblo libio nos recuerda los crímenes en Bosnia-Herzegovina (piense solamente en la masacre de Srebrenica), el genocidio en Ruanda o las dos guerras en el Congo, ocurridos todos en la década de los años noventa. Historia fresca. La mirada complaciente de casi todos los países se hizo cómplice del absurdo, anunciado con el perverso eufemismo de la limpieza étnica, particularmente los dos primeros casos citados.

Alrededor de ochocientos mil tutsis fueron masacrados en Ruanda por los hutus en apenas cien días. A machetazos. Ni siquiera el nazismo alemán fue tan eficiente en la barbarie del Holocausto. Genocidios todos. Alrededor de cuatro millones de congoleños perecieron, principalmente en la segunda guerra del Congo (conocida también como la guerra del coltán), la gran mayoría de ellos producto de la hambruna y enfermedades prevenibles. No debería dejar de lado mencionar el conflicto de Darfur, Sudán, que ya cobra más de 200.000 muertos y dos millones de desplazados internamente.

El personaje.

El dictador libio podrá ser un narcisista, un extravagante, un psicópata o un sociópata, pero nunca un estadista. Desvaríos e incoherencias lo caracterizan. Y lo confirman sus breves últimas apariciones en la televisión. Prefiere morir en su tierra que abandonarla. Pelea por su vida. Tal vez sea cierto, lo que lo haría muy peligroso, pues sería capaz de lanzar, aún más, su poderío militar contra la población. Ya ha habido fuego con armas pesadas contra la población desarmada. Disparos de francotiradores contra procesiones fúnebres. Aterroriza, con disparos al azar, incluso desde unidades de la marina, a vecindarios pacíficos de Trípolis para evitar que sus habitantes se unan a las protestas.

Es de imaginar que la reacción de la población será definitiva y brutal, si las fuerzas de Gaddafi son derrotadas. Sería preferible escribir, cuando sean derrotadas, porque el dictador todavía controla algunas zonas de la nación, cada vez menos, y buena parte de la capital. Juega llamando al diálogo a los líderes de los insurgentes. La extensión del conflicto, en el tiempo, lo favorece. El posible estancamiento de la situación podría conducir a severas dificultades para la población civil, como la falta de alimentos, agua, suministros médicos esenciales y combustible. Pero la oposición y las deserciones en el este del país crecen con rapidez, donde, aparentemente, se conforma un gobierno paralelo para actuar cuando el dictador se marche.

El poder militar.

Gaddafi confía en la Brigada 32, una unidad élite que comanda uno de sus hijos, Chamis al-Gaddafi, parte de su última línea de defensa, bien dotada y entrenada. Una de las tres bajo el mando directo del dictador.

Desde su llegada al poder, Gaddafi ha construido una poderosa fuerza militar en la región. Con una población de aproximadamente 6,5 millones de habitantes existen unas 80.000 personas en armas, además de una reserva de 50.000 milicianos (de cuyo número no se tiene conocimiento exacto en la actualidad) y 3.000 hombres de una Guardia Revolucionaria para su custodia personal, bien entrenada y fuertemente armada, que dispone de cohetes y blindados. Además de estas fuerzas, el déspota tiene unos 2.500 mercenarios procedentes de varios países de la región, que constituyen la llamada Legión Islámica, desde 1972, como autonombrado Líder del mundo árabe.

Los diversos componentes de las fuerzas armadas son: 50.000 soldados en el Ejército (entre conscriptos y voluntarios por partes iguales), 18.000 en la Fuerza Aérea y unos 8.000 en la Marina, equipados con armas modernas.

El Ejército posee 2.200 tanques blindados, 180 del nuevo modelo ruso T-92S y 200 del tipo T-72 y de los modelos más antiguos T-62, T-55 y T-54, así como poco más de 60 helicópteros artillados y de transporte, de procedencia francesa y estadounidense. También dispone de 2.400 piezas de artillería de diferentes calibres, 100 lanzadores múltiples de cohetes, misiles antitanque soviéticos y vehículos anfibios para el transporte de soldados.

La Fuerza Aérea tiene casi 600 aviones operativos, de diferentes funciones: de combate, comenzando con los viejos equipos soviéticos Mig-17 y MiG-19 y los más modernos MiG-21UM, MiG-23ML, MiG-25R, Su-22M, Su-24MK, siete bombarderos rusos Tu-22B, ocho Mirage-F1 ED y varios Mirage V franceses; de transporte, rusos AN-124 y otros modelos de AN, Hércules C-130 estadounidenses, G-222 italianos, LET - L410 de la República Checa, transportes VIP como Gulfstream de Estados Unidos y Falcon 50 de Francia.

La Marina posee dos fragatas, una corbeta, dos submarinos y 14 botes patrulleros de la Guardia Costera, así como 19 helicópteros navales de procedencia rusa y francesa.

En 2010 Gaddafi pidió, no se sabe si recibió, nuevo material aéreo: 12 aviones Su-35, 4 Su-30MK2 (iguales a los comprados por el gobierno venezolano), 12 MiG-29 y 14 Rafale, la joya aérea francesa.

Todos los componentes militares poseen casi 700 cohetes de diferentes alcances y modalidades, superficie-aire (SAM) y superficie-superficie (SSM, modelos FROG-7 y SCUD B, empleados éstos por Irak contra Israel).

Después de que Gaddafi renunció públicamente a su posesión o deseo de poseer armas atómicas, biológicas y químicas (ABC), en 2004 la Unión Europea levantó un embargo de armas que tenía 18 años en vigencia. Entre tanto, la Unión Soviética, luego Rusia y las naciones europeas se convirtieron en grandes proveedores de armas para Gaddafi. Sin embargo, hoy en día es Rusia el principal proveedor. Solo en 2010 Libia solicitó sistemas de armas a Moscú por un valor de 1,5 millardos de euros.

La presión externa.

A pesar de ese enorme poderío militar, el dictador no se ha empleado a fondo en su uso. ¿Tendrá, acaso, algún temor a la opinión internacional? Improbable. También es cierto, que las fuerzas armadas están divididas por numerosas deserciones. Las deserciones en el mundo diplomático se incrementan, aislándolo más del mundo. No se puede descartar, que habiendo ya varios miles de muertos, aún frente a una causa perdida, el dictador no esté preparado para cometer un genocidio. Y es allí donde las naciones del mundo deberían mirar rápidamente para evitarlo. Ya no es suficiente pedirle a Gaddafi que no recurra más a la violencia. A esta altura del desarrollo de los hechos, eso es muy suave. Hay que decirle, que el mundo ya no lo considera el gobernante legítimo de Libia y que, por lo tanto, debe renunciar. A lo mejor esto le importe un bledo, ni a sus hijos. Pero sí les importará a los oficiales de su ejército, porque serían corresponsables, por obediencia indebida, del delito de genocidio, que no prescribe y cuyas responsabilidades son individuales. El dictador está acorralado.

En última instancia el pueblo libio será el vencedor y el dictador tendrá que irse, a lo cual indudablemente contribuirá la decisión unánime del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas tomada este fin de semana, que impone sanciones militares y financieras contra Gaddafi y sus más estrechos colaboradores. Se enfrentaría también a un tribunal de crímenes de guerra para una investigación contra posibles crímenes de lesa humanidad. Estas sanciones tardan en ser puestas en práctica, pero son el alerta para que el dictador cese sus acciones contra el pueblo libio y se marche. Se espera que, rezagada, la Unión Europea se pronuncie a la brevedad en el mismo sentido.

El 17 de febrero de 2011 será la fecha del nacimiento de una nueva república Libia, cuando una población temerosa y oprimida decidió derribar la tiranía que la sojuzgó durante cuatro décadas.

La posición oficial venezolana.

Aquí en Venezuela, fue lastimoso y vergonzoso observar la posición de los diputados oficialistas en la Asamblea Nacional al aclamar al régimen del dictador libio, cerrando los ojos ente la represión y el baño de sangre genocida que allí ocurre. Alabando a un dictador que le declaró la guerra a su propio país y que se quedará sin país. Algún día admitirán que se equivocaron, que fueron más allá de la mínima racionalidad exigida a un ser humano, que solamente obedecían órdenes o que los motivó una supuesta solidaridad (¡!).

Miopes. Y con ellos, el Ministro de Exteriores, cerrando filas con el Presidente de la República, también en posición equivocada. Innecesariamente se ha comprometido al pueblo venezolano, solamente para satisfacer el ego de un presidente ávido de figuración internacional, divagando en su mundo de irrealidades.