música y cerebro
Todo melómano conoce la sensación de inmenso placer que la música es capaz de provocar, los estremecimientos, el erizarse la piel, las palpitaciones, el sentimiento de unidad. El vehemente arrobo que puede producir la combinación de tonos musicales, ritmos y timbres ha intrigado a los científicos por siglos. El desarrollo de nuevas tecnologías que permiten monitorear ciertos tipos de actividad cerebral ha permitido nuevos descubrimientos sobre el placer musical.

De acuerdo con una serie de experimentos realizados por un equipo de la Universidad McGill en Montreal, la música parece estar relacionada con los circuitos en nuestros cerebros que nos recompensan a través de la secreción de dopamina, lo cual nos lleva a querer repetir la experiencia, de tal forma que pasamos todo el día escuchando la misma canción o lista de canciones, una y otra vez. Según estos investigadores, "este antiguo sistema de recompensa está involucrado en conductas de adaptación biológica y está conectado al sistema cognitivo de recompensa".

Por otro lado el investigador Matthew Sachs hizo diversos experimentos en la Universidad de Harvard, en un intento por comprender mejor las profundas respuestas emocionales que la música provoca en las personas. El equipo de Sachs dividió a 20 participantes en dos grupos de 10, uno de estos grupos estaba destinado a sentir "escalofríos" musicales y el otro a no experimentarlos. Antes de pasar por el escaneo cerebral, todos los voluntarios proporcionaron a los investigadores listas con sus canciones favoritas. La diversidad de las piezas fue notoria, ya que estás iban de Wagner a Coldplay y más allá.

Luego los científicos midieron las respuestas fisiológicas de los voluntarios cuando escuchaban la música que ellos habían traído y otros tracks elegidos como controles. Estas pruebas permitieron confirmar que a pesar de que todos los participantes se describían como fanáticos de la música sólo sentían escalofríos musicales la mitad del tiempo.

Después los voluntarios fueron escaneados utilizando una técnica que mostraba qué tan conectadas están entre sí las diferentes partes del cerebro, es decir, qué tan buena es su comunicación neuronal. Cuando Sachs examinó los resultados de ambos grupos notó diferencias en cómo se conectaban tres regiones claves del cerebro. Los cerebros de quienes sentían escalofríos musicales presentaban más fibras nerviosas conectando la corteza auditiva que nos permite escuchar a otras dos regiones: la corteza insular anterior, que procesa los sentimientos, y la corteza medial prefrontal que registra las emociones y les asigna valores. Así que efectivamente hay un mecanismo antiguo en nuestros cuerpos que vincula lo que oímos con nuestras emociones y las percepciones de placer (en la presencia de dopamina) o rechazo que estos estímulos nos producen.

Sin embargo, de acuerdo con Valorie Salimpoor, la directora del experimento llevado a cabo en la Universidad McGill que mencionamos previamente, aún queda mucho por explorar sobre este tema:
Si los estados emocionales inducidos por la música pueden llevar a la secreción de dopamina, como nuestros descubrimientos indican, esto puede comenzar a explicarnos por qué las experiencias musicales son tan valoradas. Estos resultados también explican por qué la música puede ser utilizada eficazmente en rituales, mercadotecnia o el cine para manipular estados hedonistas. Nuestros hallazgos proveen evidencia neuroquímica de que las respuestas a la música involucran un sistema antiguo de recompensa y sirven como punto de partida para investigaciones más detalladas sobre los sustratos biológicos debajo de las formas abstractas de placer.