Comentario: Tras el paso de la tormenta tropical Earl por México, empiezan a llegarnos historias impactantes de los supervivientes. La historia narrada en el siguiente vídeo ocurrió en Huachinango, Puebla, sus protagonistas los pasajeros de un autobús que quedó atrapado por un alud de lodo, árboles cortados, piedras y malezas, mientras que en el cielo continuaban las lluvias torrenciales, los relámpagos, rayos y espeluznantes truenos.


Otra historia que también nos llega de Huachinango es la de una niña de 3 años que fue encontrada con vida en el barro, su madre y otros miembros de su familia continúan desaparecidos. Pueden leer la noticia completa a continuación:


Aunque la arrastró un alud, Alicia -de dos años de edad- fue rescatada por vecinos de la calle Nigromante, en Huauchinango, sin embargo, su familia aún yace sepultada por el lodo del deslave de un cerro tras la lluvia que ocasionó el huracán Earl, ya degradado a tormenta tropical.
huachinango niña
Una masa que se deslizó por la ladera destruyó la casa en la que vivía, y a ella la envió hasta el otro lado del río de aguas negras que corre paralelo al camino de Cuacuila; ahí pasó la noche del sábado.

Sus primos y algunos vecinos comenzaron la búsqueda en cuanto salió el sol, así, encontraron a Alicia; no tenía zapatos pero aparentemente tampoco estaba herida, no tenía siquiera un rasguño. Sus familiares la llevaron al Hospital General de Huauchinango.

Su familia no corrió con la misma suerte, pues bajo el lodo siguen sepultados su mamá, de 33 años; su tío, de 25 años; y su hermano, de 12 años.

Más de 50 personas usan machetes, palas y otras herramientas para rastrear los cuerpos de la familia entre la tierra mojada, ramas, piedras y el cascajo de lo que alguna vez fue una casa, labores en las que son apoyados por algunos rescatistas que llegaron de Epazoyucan, Hidalgo.

Este lunes 8 de agosto se reunieron desde las 07:00 horas frente al campo de fútbol que está al otro lado de la calle para organizar las brigadas de búsqueda: unos bajarán al barranco, otros prepararán los alimentos, unos más ayudarán a evacuar a quienes quedaron en riesgo.

Hombres y mujeres trabajaban al lado de los socorristas tratando de remover toneladas de lodo y piedras; durante la tarde del domingo 7 de agosto tuvieron que parar porque la lluvia empezó de nuevo; aunque no fue tan abundante como la precipitación del sábado no quisieron arriesgar a que hubiera otro alud. "La barranca está sentida", dijeron.

Hasta este lugar no ha podido entrar la maquinaria pesada, y es que todo el camino a Cuacuila -que tiene una longitud de 3 kilómetros- está lleno de deslaves.

Desde la parte alta se pueden ver los techos de las viviendas que estaban del otro lado del camino, ahora tapadas por la tierra y por grandes árboles.

"Sólo esperamos que hayan tenido tiempo de salir", dicen esperanzados algunos pobladores, mientras preguntan si alguien sabe algo de don Genaro, un hombre mayor que vivía sólo en la parte baja de la ladera; nadie supo responder.

Jacinto y su hijo de 15 años bajaron desde Cuacuila para llegar a la zona de deslaves con la intención de colaborar en el rescate. Otros vecinos de la misma calle Nigromante trajeron sus estufas, hicieron las colectas y empezaron a preparar el chile con huevo y el arroz para los que están abajo.

El descenso empieza en la escalera de la casa de otro vecino, don Carlos, quien ha prestado también su patio para la instalación de la cocina. Luego, hay que bajar casi a gatas porque la tierra está chiclosa.

Todos temen que pueda darse un nuevo desprendimiento, por ello, arriba, las mujeres colocaron una cinta roja para impedir que los curiosos se acerquen a la orilla de la calle y puedan sufrir un accidente.

Al lado, un poste de luz está a punto de irse a la barranca, sólo está detenido por la tensión de sus cables que pueden reventarse en cualquier momento. Aunque ya lo reportaron, aún esperan que personal de la CFE llegue a repararlo.

Mientras de lado izquierdo, una abuela indígena, rodeada de sus escasas pertenencias, muebles y su perro, espera por su familia para reubicarse.

Aunque hay fuerza y solidaridad entre la gente, el llanto no se hace esperar mientras miran hacia abajo esperando tener noticias de la joven madre de Alicia, de su hermano y de su hijo. Otros miran hacia arriba y se encuentran con el descomunal desgajamiento del cerro en que está asentada su comunidad vecina, Cuacuila.

Puede verse el cerro desgarrado del lado de los barrios de Zoquiapan y Cuicoya, y un trío de casitas que quedaron en el voladero, mientras siguen buscando a la madre de Alicia.