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Estos fenómenos hacen pensar en algo divino y misterioso. Por eso, no es casualidad que el origen de estas palabras vengan de algunas mitologías.

Los huracanes, tifones y ciclones son lo mismo, pero los investigadores le dan un nombre diferente según el lugar del mundo donde ocurran: en el Atlántico norte y el Pacífico se llaman huracanes; en el Pacífico noroccidental, tifones, y en el Océano Índico sureste y suroeste del Pacífico, ciclones.

"Los términos de huracanes y tifones se refieren a la misma cosa, un ciclón tropical, con un nombre diferente debido a la región y los idiomas de esas áreas", comenta Robert Molleda, coordinador de emergencias meteorológicas del National Weather Service.

Sin embargo, Molleda señala una diferencia sútil: "Los vientos más fuertes en los ciclones tropicales se encuentran cerca del centro de baja presión, mientras que en los ciclones extratropicales pueden estar muy lejos del centro de baja presión. Además, los ciclones extratropicales contienen diferentes masas de aire, frío y caliente, mientras que los ciclones tropicales tienen una base de núcleo caliente".

La historia detrás de las palabras

La palabra "ciclón" viene del griego "kyklon", que significa "dar vueltas", la misma palabra de la que nace la bicicleta. Lo más curioso de los ciclones es que en el hemisferio sur giran hacia la derecha, en el sentido de las manecillas del reloj, mientras que en el hemisferio norte van hacia la izquierda, como lo explica el oceanógrafo Sivaiah Borra en un foro en Quora.

La etimología de la palabra "huracán", en cambio, viene de Centroamérica. Se usaba para hablar del dios Huracán, "centro del viento", en voz taína, es decir, de los pueblos indígenas que ocupaban Puerto Rico, República Dominicana, Haití y Cuba. Según Allen J. Christenson, en su traducción del Popol Vuh, dice que esta palabra tiene un origen complejo porque de manera estricta, "huracán" significa "una pierna", y de alguna manera llegó a significar "único en su especie", por el poder que sólo él tenía sobre el cielo.

Según los mayas, los dioses crearon al hombre desde el barro en un inicio, pero se caían al piso con facilidad y eran muy endebles. Luego, los hicieron de madera, pero eran un poco torpes y no tenían memoria. El dios Huracán, del fuego, viento y de las tormentas, hizo llover en el mundo lo necesario como para acabar con ellos, y una vez lo logró creó al hombre, tal cual como hoy se le conoce, a partir del maíz.

Tifón, en cambio, viene de la mitología griega. Fue el último hijo de Gea, tenía cabezas de dragón en los dedos y en una pelea con Zeus logró arrancarle los tendones. Sin embargo, Hermes le ayudó a Zeus a recuperarlos y en el segundo round, Zeus logró confinar a Tifón en el monte Etna, un volcán cercano a Sicilia que hoy sigue activo y que ha hecho cometer locuras a algunos, como Empédocles, el filósofo griego que se lanzó a su lava ardiente para demostrar que era un dios inmortal.

Desde la ciencia, Molleda explica que un tornado, en cambio, se asocia con un mesociclón, "o un ciclón de escala mucho menor que un ciclón regular. Por lo tanto, son mucho más pequeños que los ciclones tropicales y se forman a partir de tormentas eléctricas individuales que tienen la rotación a nivel de las nubes y se extienden hasta la superficie a través de una nube en forma de embudo".

Los tornados, en cambio, son diferentes. "Se producen en la tierra y son mucho más pequeños en tamaño en comparación con un huracán. Además, duran entre minutos y una hora, mientras que los huracanes pueden durar días o semanas", dice Ahira Sánchez Lugo, meteoróloga del National Hurricane Center.

La palabra "tornado" es inmigrante, hija del Spanglish. Para hablar de ellos tomaron la palabra "tronado", en español, y la empezaron a pronunciar en inglés como "tornado". Así, del "torneido", en pronunciación en inglés, nació de la palabra "tornado", en español.