Un grupo de científicos encabezado por Ai Koizumi está desarrollando una novedosa terapia para combatir las fobias y el trastorno de estrés postraumático (TEPT) mediante un tratamiento que reduce los miedos vinculados a recuerdos dolorosos, según un estudio publicado en Nature.

Durante la fase experimental, los investigadores han logrado reducir las ansiedades provocadas por recuerdos traumáticos sin pedir a los participantes que pensaran explícitamente en ellos. Esta característica 'no invasiva' de la terapia podría hacerla más atractiva para los pacientes. La terapia tradicional consiste en exponer esos miedos y enfrentarse a ellos. La dificultad de seguir adelante con este tipo de tratamientos hace que la tasa de abandono sea del 40%, dado que puede resultar muy desagradable e incluso traumática para el paciente.


Comentario: Este tipo de innovación podría llegar a ser de gran utilidad en muchos casos. Especialmente en los extremadamente traumáticos. Sin embargo, también hay que reconocer que en muchos otros casos, el enfrentar nuestros miedos y atravesar las dolorosas consecuencias, es parte del proceso mismo de sanación. Una perdida de estos miedos sin dolor podría provocar que el aprendizaje se viera quizás atrofiado. Estos miedos tienen en muchas ocasiones la función de enseñarnos algo, que sin dolor es casi imposible de asimilar de manera adecuada.


fear miedo
© Flickr/ Noemí Galera

La nueva técnica, llamada 'neurofeedback decodificado por fMRI', fue desarrollada por científicos del ATR Computational Neuroscience Lab de Japón junto con investigadores de Reino Unido y Estados Unidos. "No borramos completamente la memoria del miedo, pero la reducimos sustancialmente", comenta Ben Seymour, neurocientífico clínico de la Universidad de Cambridge.

El procedimiento utiliza un algoritmo informático para analizar la actividad cerebral de un paciente en tiempo real y determinar momentos en los que sus miedos pueden ser eliminados mediante una recompensa o estímulo positivo. Durante el experimento, se registró la actividad cerebral de una serie de voluntarios mientras veían imágenes de círculos rojos, verdes, azules o amarillos en una pantalla.

Y entonces llegó la parte dolorosa del estudio. Los voluntarios observaron otra secuencia de imágenes, pero esta vez, compuesta por dos círculos de dos colores distintos —el color A y el color B-. Esta visualización estuvo acompañada de descargas eléctricas, pequeñas pero desagradables. La actividad cerebral y los sensores colocados en la piel determinaron que los participantes llegaron a temer esas imágenes.

Tras haber establecido en los voluntarios recuerdos desagradables y relacionados con el miedo, los científicos trataron de borrarlos. Para ello, cuando el algoritmo detectaba que los individuos pensaban en las imágenes desagradables, una voz les anunciaba que habían ganado una recompensa económica.

Cada voluntario tenía recuerdos dolorosos tanto de los círculos del color A como de los del color B, pero los científicos se emplearon en borrar solo los recuerdos que afectaban a un color determinado. Esto les permitió juzgar si realmente el experimento había dado sus frutos.

Según las conclusiones del estudio, después de tres sesiones de una hora, los escáneres cerebrales no mostraron signos de ansiedad al enseñar a las personas las imágenes que antes les hacían temblar, y los sensores en su piel detectaron que su respuesta a la ansiedad se había reducido a la mitad.