cuentos
Desde los amaneceres del humanidad, el motor que ha movido a los seres humanos para explorar su entorno ha sido la curiosidad. Ésta nos movía como especie a descubrir cuanto nos rodeaba. A través de la experimentación, el ensayo-error y la exploración, los primeros seres humanos fueron obteniendo una serie de vivencias, las cuales les ayudaron a adoptar una experiencia, y ésta a su vez fue configurando su aprendizaje.

Con la aparición del lenguaje articulado, este proceso de aprendizaje evolucionó de forma prodigiosa y amplió su abanico de posibilidades. Las anteriores formas de aprender seguían siendo útiles; no obstante el lenguaje posibilitaba otras nuevas formas como son el uso de explicaciones, aclaraciones, instrucciones o la narración de historias. Cuando hablo de historias no me refiero a cuentos como tal ―todavía―, pero podían narrar lo que le había ocurrido a un miembro del clan en una zona determinada del bosque. En función lo que escucharan de ese tipo de narraciones, podían saber si en esa zona del bosque había alimento o un peligroso depredador al que debían evitar a toda costa.

Los historiadores y los antropólogos no tienen claro en qué momento de la historia surgen los cuentos como tal. Esto ocurre porque en su primera etapa, los cuentos se narraban de forma oral. Lo que se presume, a raíz del estudio de tribus que viven de forma subdesarrollada, es que los cuentos se contaban al caer la tarde o ya entrada la noche alrededor de hogueras. Ya en aquel entonces eran un factor de cohesión social muy importante. También se intuye que estos cuentos eran de carácter mítico y su finalidad era la de explicar el funcionamiento del mundo.

En esta etapa oral se considera que nacieron los cuentos populares. Éstos se caracterizan por la imposibilidad de poder atribuirse a un autor concreto, y por su dinamismo, puesto que la esencia del cuento siempre era la misma, pero la estructura sufría pequeñas variaciones en función de quien fuese el narrador en cada momento.

La segunda etapa del cuento es la fase escrita. En ella ya se conservan los cuentos en un soporte físico y muchas veces ya se conoce el nombre del autor, puesto que éstos están firmados. Como es lógico, los cuentos nacidos en este periodo tienen una sola versión que se conserva inmutable.

Entre los libros más antiguos de la historia que contienen cuentos podemos destacar el Libro Egipcio de los Muertos o el Texto de las Pirámides, u otros como la Biblia, en la cual podemos encontrar cuentos o narraciones de carácter más moralizante y ético.

Lo que hace posible que el cuento sea una herramienta tan útil en la educación y el aprendizaje es la existencia de las neuronas espejo. Éstas son esenciales en los seres humanos para la adquisición del lenguaje o el aprendizaje por imitación. Pero también para sintonizar a nivel emocional con los miembros de nuestra especie. Gracias a su existencia nos emocionamos cuando vemos una obra de teatro, una película o a través de la lectura de un libro. Por este motivo, durante la lectura o la narración de cuento, podemos llegar a empatizar con el protagonista principal y llegar a sentirnos como él. La evocación de estos sentimientos o emociones nos irán dotando de unas vivencias y experiencias que nos ayudarán a configurar nuestro aprendizaje.

¡Pero la cosa va más alla! El doctor en Psicología de la Universidad de York, en Canadá, Raymond Mar, y Keith Oatley, profesor emérito de Psicología Cognitiva de la Universidad de Toronto, Canadá, pudieron descubrir tras diversos estudios que hay evidencia de que cuando se lee, la mente crea o recuerda objetos que se asemejan a la descripción. Básicamente, cuando leemos una rica descripción de una escena, se producirá una activación cerebral en la corteza visual. Según estos autores, hay similitudes entre percibir y leer acerca de la percepción. El cerebro, al parecer, no distingue claramente entre leer sobre la experiencia de un personaje de ficción y vivir esa actividad en la vida real. De este modo, cuando leemos una historia cuyo protagonista enfrenta una situación peligrosa o temerosa, nosotros sentimos miedo.

Pero... ¿es interesante que los niños experimenten todo tipo de emociones a través de los cuentos? ¿También algunas de carácter desagradable como podría ser el miedo?

El miedo tiene una particularidad, y es que suele generar conductas de evitación. Esto significa que cuando una situación nos provoca esta emoción, tendemos a evitarla por el rechazo que sentimos al malestar ocasionado por ella. El problema es que al actuar de este modo no acabamos por desarrollar los recursos necesarios para hacer frente a estas situaciones. A través de la lectura de cuentos, y de la reflexión sobre sus contenidos, podemos hacer que el niño se exponga de forma progresiva a esas situaciones que le asustan y que vaya adquiriendo las herramientas necesarias para afrontarlas.

Además, el neurocientífico Francisco Mora, en su libro ¿Es posible una cultura sin miedo?, nos dice que cuando evocamos esta emoción en una situación en la que sabemos que no corremos un riesgo físico real ―por ejemplo cuando estoy en mi cama y papá o mamá me están contando un cuento―, se activan las áreas cerebrales relacionadas con la percepción de esta emoción, pero también los circuitos de recompensa. Éstos están formados por unas neuronas que al activarse liberan dopamina, un neurotransmisor que genera sensación de bienestar. De modo que el miedo es incluso disfrutable desde el punto de vista de la ciencia, siempre que se genere en una situación en la que gozamos de absoluta seguridad y con una intensidad que no llegue a provocar un trauma.

Para finalizar, como hemos estado hablando de la importancia de los cuentos en la educación y el aprendizaje, me gustaría compartir con vosotros un cuento de invención propia que creo que refleja la importancia de la educación.
Reflexiones sobre el futuro

Se hallaban en una mesa redonda, tras haber disfrutado de una placentera comida, un científico, un filósofo, un psicólogo, un teólogo y un maestro. Justo en el momento en que se habían servido los cafés, el científico, como si acabase de dar con la clave de un complejísimo enigma, dijo:

―¡La ciencia es el futuro! Gracias a ella podremos llevar a cabo los avances tecnológicos necesarios para que nuestra sociedad siga evolucionando.

En ese momento, y tras dar un largo sorbo a su taza, el filósofo replicó:

―Se equivoca camarada, el futuro es la filosofía. A través de su práctica podremos conseguir que los individuos de nuestra sociedad se hagan las preguntas adecuadas y desarrollen un espíritu crítico, esencial para un avance emocional e intelectualmente sostenible.

El psicólogo, luciendo una media sonrisa mientras movía su cabeza sutilmente hacia ambos lados, dijo:

―Siento discrepar caballeros, pero el futuro de nuestra civilización es la psicología. Ella nos permitirá entender cómo pensamos y sentimos, y por extensión cómo piensan y sienten los demás. Entender al prójimo será crucial en un futuro tan incierto como el que se avecina.

El teólogo, desempañó sus pequeñas lentes con movimientos casi hipnóticos, y pocos segundos después expuso su opinión.

―Para nada estoy de acuerdo con ustedes, pues el futuro es la religión. A través de ella podremos hacer que los individuos desarrollen la fe, ya que ésta será la mejor guía en el camino que nos queda por andar.

El maestro, que miraba el oscuro líquido de su taza con expresión abstraída, aspiró el intenso aroma de su café y les dijo:

―Señores, todas y cada una de sus aportaciones tienen un valor inestimable; mas deben saber que el futuro de nuestra sociedad es la educación. A través de ella, los individuos pueden aprender una serie de contenidos basados en el conocimiento científico. Pero además, podemos enseñarles a que se formulen las preguntas adecuadas antes de aplicar esos conocimientos y a que lo hagan siempre con espíritu crítico. La adquisición de esas habilidades y la capacidad de aplicarlas eficazmente, hará que aumente su fe en ellos mismos y por ende su autoaceptación. Esto a su vez provocará que puedan entenderse mejor a sí mismos, lo cual será esencial para que también entiendan a los demás.

Cuando el maestro terminó de hablar, todos llevaron las tazas a sus labios y disfrutaron del delicioso sabor de sus cafés, envueltos en un agradable silencio reflexivo.
A continuación os dejamos una charla TED que habla de la influencia de los cuentos en la educación. ¡Esperamos que os guste!