Su nombre lo dice todo. Boca del Infierno. Aquí no viven ni los insectos. Este entorno inhóspito únicamente ha convencido a varias familias de periquitos que han encontrado en él un resguardo frente a las aves rapaces. El volcán Masaya de Nicaragua es uno de los más agresivos de Latinoamérica y sólo 20 kilómetros lo separan de la capital del país, Managua.
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Los sensores de la española Libelium han logrado, por primera vez, captar información en tiempo real de dentro de un volcán para crear, con General Electric y Qwake, un sistema que pueda predecir las erupciones
En uno de sus cráteres, un lago de lava de 600 metros cuadrados, se puede ver el magma en movimiento. Cascadas, explosiones y erupciones de lava en directo. Pues bien, aquí, en este fenómeno de la naturaleza, la empresa española Libelium ha colocado sus sensores. Todo para conectar un volcán por primera vez en la historia y poder predecir una catástrofe.

David Gascón no dudó en coger la mochila y vivir en primera persona este acontecimiento global junto a Qwake, el Gobierno de Nicaragua y General Electric. «Hemos logrado comunicar en un punto del mundo que jamás había tenido acceso», señala el cofundador y director técnico de la compañía de Zaragoza. Esa es, precisamente, la razón de ser de Libelium. «Digitalizamos el mundo real, aquel que tocamos, olemos y sentimos», explica. «Somos capaces de interconectar una casa, un coche, un árbol... o un volcán».


La española trabaja en el Internet de las Cosas desde antes de que recibiera ese nombre. Tras su proyecto de fin de carrera, sobre redes inalámbricas de comunicación entre máquinas, Gascón imaginó las posibilidades de esta tecnología. De aquello hace ya una década. «Somos una de las empresas responsables de que el Internet de las Cosas exista», afirma el cofundador. Desde entonces, Libelium ha conectado ríos, ciudades, minas, satélites de la NASA o viñedos. Todo gracias a sus sensores.

Sus unidades de monitorización se componen de un microprocesador, una radio inalámbrica, una batería y un amplio abanico de sensores que se pueden escoger a medida. «Nadie tiene nuestra tecnología», afirma Gascón. «Normalmente, las empresas se especializan en medir un tipo de parámetro muy concreto, pero nuestra plataforma puede usarse para todo tipo de aplicaciones». No es extraño que, un día, Qwake tocase su puerta. Esta empresa estadounidense combina expediciones científicas innovadoras con proyectos de tecnología punta para impulsar cambios positivos. Quería aprovechar su expedición a la Boca del Infierno para implementar, por primera vez, un sistema predictivo en un volcán. Pero, para predecir necesitaba valores y para obtener esos parámetros, sensores. Ahí entraba Libelium.

Los retos que ha tenido que solventar no han sido menores. La española ha desarrollado 10 máquinas especiales con más de 80 de sensores de humedad, temperatura, presión atmosférica, dióxido de carbono y sulfuro de hidrógeno. En este último está la clave. «Cuanta más actividad tiene el volcán, más gas emite», indica Gascón. La buena noticia es que la erupción no se produce de forma inmediata, de hecho, puede comenzar una o dos semanas antes de estallar. «El magma no sube tan rápido como pensamos, es como el agua en una olla a presión», explica.

Una vez desarrollada la tecnología, Libelium tenía que conseguir que los datos saliesen de la Boca del Infierno. «Las ondas de radio no pueden entrar en el volcán», dice. Para ello, la empresa ha creado una red de repetidores que se han distribuido a diferentes alturas para llegar a la base de datos de General Electric, donde los datos eran visualizados en Predix, su plataforma en la nube para el Internet Industrial.

La información será utilizada por investigadores y científicos para construir una familia de gemelos digitales que simule digitalmente lo que está ocurriendo dentro del cráter y permita predecir las erupciones.
 David Gascón, cofundador de Libelium, en la Boca del Infierno. INNOVADORES
© InnovadoresDavid Gascón, cofundador de Libelium, en la Boca del Infierno.
El gran desafío para Libelium son las agresivas condiciones de la zona. El sulfuro de hidrógeno precipita en forma de ácido sulfúrico cuando entra en contacto con la atmósfera, generando entornos muy abrasivos que destruyen las membranas de los sensores. Las plataformas de sensores encapsuladas se sellaron al vacío para protegerlas contra el calor dentro del cráter y también en las zonas cercanas al volcán. La temperatura donde colocaron la mayoría de los sensores estaba en torno a 150 grados Farenheit (aproximadamente 65ºC), aunque en algunas partes del volcán se alcanzaban entre 800 y 1.000 grados Farenheit (entre 426ºC y 537ºC). «El problema es que cuanto más se protege el sensor, más sensibilidad pierde», comenta Gascón. De ahí que la empresa ahora trabaje en alargar el tiempo de vida del sensor.

El proyecto, que se llevó a cabo entre julio y agosto de 2016, sólo ha sido el principio. Esta prueba de concepto ha servido para experimentar con la distancia y la colocación de los sensores. Libelium ya está desarrollando la siguiente versión de sensores con el reto de llegar a monitorizar el volcán de una semana a varios meses en continuo. «Hemos comprobado que la tecnología funciona muy bien», afirma.

Lago de lava abierto

La expedición ha estado encabezada por el explorador y el director de documentales Sam Cossman. El punto de acceso más crítico fue el Cráter Santiago, donde está el lago de lava a cielo abierto. Cossman ideó un sistema de tirolinas para poder descender de manera eficiente.