Varios estudios científicos señalan que poseer poder puede causar daños cerebrales en las personas.

Tras dos décadas de estudios, Dacher Keltner, psicólogo de la Universidad de California en Berkeley, encontró que individuos bajo la influencia del poder actúan como si hubiesen sufrido una lesión cerebral traumática y se vuelven más impulsivos, menos conscientes del riesgo y, sobre todo, menos capaces de ver las cosas desde el punto de vista de los otros.
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© CC0 / Pixabay/UnsplashUn hombre ajusta su corbata
Por su parte, Sukhvinder Obhi, neurocientífico de la Universidad McMaster, en Ontario, relató algo similar desde el punto de vista neurológico al analizar, con la ayuda de una máquina de estimulación magnética transcraneal, los cerebros de personas más y menos poderosas. El científico encontró que el poder perjudica un proceso neuronal específico, conocido como "imitación", una parte esencial de la empatía.

Los hallazgos de Obhi dan una base neurológica para el fenómeno que Keltner ha llamado de la "paradoja del poder", de acuerdo con la cual, una vez que las personas alcanzan el poder, pierden algunas de las capacidades que fueron necesarias para obtenerlo.

En psicología y neurología, la imitación es una especie sutil de copia que ocurre enteramente dentro de nuestras cabezas y sin nuestra conciencia. Cuando observamos a alguien realizar una acción, la parte del cerebro que usaríamos para hacer esa misma cosa se "ilumina" como una respuesta empática.

En el estudio llevado a cabo por Obhi, el reflejo neurológico funcionó entre los participantes no poderosos, mientras que no pudo ser observado en los individuos que poseían poder.

Keltner sugerió que, pese a que es difícil detener la tendencia del poder de afectar el cerebro, es posible dejar de sentirse poderoso de vez en cuando. Aunque afecte la forma en que pensamos, el poder no es un puesto o una posición, sino un estado mental, destacó el psicólogo. Al recordar un evento donde el individuo no se sintió tan poderoso, sugieren los experimentos de Keltner, el cerebro puede volver a "comunicarse con la realidad" y ser más empático.