Investigadoras del Centro Nacional de Investigaciones Cardiovasculares Carlos III (CNIC) han identificado la proteína MKK6 como potencial terapéutico para reducir la obesidad. Lo que han mostrado es que esta proteína controla la transformación de la grasa blanca -acumuladora de lípidos- en grasa marrón -que quema los lípidos-. Éstos cumplen funciones diversas en los organismos vivientes, entre ellas la de reserva energética (como los triglicéridos) por lo que se cree que este puede ser el camino para combatir la obesidad... con fármacos.
colesterol
La grasa parda puede activarse por el frío y genera calor en lugar de almacenar grasa. Pero lo más interesante es que la grasa blanca normal puede llegar a transformarse en parda y aumentar así la temperatura corporal. Esto hace que la grasa parda se haya convertido en una posible diana terapéutica ya que la activación de este tejido podría utilizarse para eliminar el sobrepeso.

Los resultados indican que las personas obesas pierden esta capacidad de activar la grasa parda o de transformar la grasa blanca en parda y, por tanto, de perder peso mediante este proceso.

Las investigadoras han visto que esta incapacidad de transformar la grasa blanca en parda está causada por la proteína llamada MKK6, que está aumentada en la grasa de las personas obesas.

Todo esto abre la posibilidad de encontrar fármacos para la obesidad. La idea es: como existe una pequeña esperanza de que, al igual que la grasa parda de los recién nacidos se transforma en grasa blanca con el tiempo, también la grasa blanca pueda estimularse de alguna manera para convertirse en grasa parda, busquemos la pastilla que convierta en parda la grasa blanca.

Las industrias están en ello. Son muchos los estudios que están buscando un fármaco capaz de provocar este cambio, aunque por ahora todos se encuentran en fase experimental.

El estudio que ha dado los resultados más esperanzadores se basa en la creación de grasa parda in vitro, utilizando células madre. Sin embargo, la introducción de esta grasa artificial en el organismo parece que provoca demasiados efectos secundarios para poder ser considerado como un método eficaz para curar la obesidad.

La verdad es que la obesidad y el sobrepeso se han convertido en auténtica epidemia en las sociedades llamadas occidentales.

Casi hay más personas con problemas de excesivo peso que hambrientas y malnutridas. Una paradoja cruel.

Para las segundas no hay una industria que acabe con su sufrimiento alimentándolas por contra para las primeras hay todo un complejo industrial que gira en torno a conceptos como el colesterol, señalado como uno de los enemigos oficiales, para el que se han diseñado en los últimos lustros numerosos tratamientos.

A la anterior paradoja hay que unir que cuando miramos las tablas de cálculo de riesgo vascular, no vaya a ser que la manía que tenemos de alimentarnos mal nos conduzca a tener un infarto de corazón, observamos que los niveles a partir de los cuales se considera que tenemos un colesterol alto van bajando... ¿Por qué? Hace unos años el límite era 250 mg/dl, luego se bajó a 220 y ahora la cifra es de 200 mg/dl.

Rara veces se ha realizado una campaña de marketing sanitario tan grande. Las afirmaciones sobre el "colesterol malo" no se sustentan en pruebas de ningún tipo, sólo en indicios, como documenta el periodista Jörg Blech en su libro Los inventores de enfermedades.

Sin querer restar importancia a los hallazgos de quienes investigan, parece más razonable para activar la grasa parda practicar una actividad física (y si es con tiempo frío mejor). Una carrerita al aire libre o incluso una caminata rápida de media hora ayudan no solo a quemar las calorías liberadas por la grasa blanca, sino también a activar el funcionamiento de la grasa parda.

¿Quién y cómo decide cual ese es nivel "malo" de colesterol en sangre? En el caso del colesterol, un ejemplo de esto es la revisión que se produjo en el 2004 que rebajó considerablemente los niveles "aceptables" de colesterol en sangre. El panel de científicos recomendó unos niveles inferiores a 200 miligramos de colesterol total y de 100 miligramos de LDL.

Según este estudio, si tienes un nivel de colesterol superior a los recomendados, tu doctor debería prescribirte fármacos para bajártelo. Resulta, que una revisión posterior de ese estudio halló que NO había evidencia científica sólida para llegar a esas recomendaciones. ¿Cómo se aprobó eso entonces? Lo cuenta Guillermo Martín en su web:
8 de los 9 científicos que desarrollaron estas recomendaciones tenían ganancias directas por la venta de medicamentos para bajar el colesterol. A pesar de esto, la AHA (Asociación americana del corazón) TODAVÍA sigue recomendando estos niveles".
Lo demás viene después. Sociedades científicas (¿más bien industriales ¿no?) financiadas por esos laboratorios hacen guías en las que recomiendan recetar cada vez más estatinas.

A continuación, diversas instituciones sanitarias "oficializan" o avalan el contenido de esas guías con sus recomendaciones.

Finalmente médicos que usan esas herramientas y que suelen ser visitados por los comerciales de los laboratorios productores de estos fármacos, acaban ampliando el mercado de recetas de estatinas para la hipercolesterolemia.

Esas guías sirven de base para actuar en todo el mundo de manera similar.

Los medicamentos "estrella" para el mercado que estamos citando son las denominadas estatinas. Están entre los más vendidos pero las pruebas de sus beneficios para la salud siempre ha sido débiles y existe una creciente evidencia de reacciones adversas graves. Hay especialistas que piden su retirada del mercado.

Un monográfico del Butlletí groc, una publicación del Instituto Catalán de Farmacología de gran calidad e independiente titulada Estatinas ¿nos pasamos de la raya?, cuenta que el efecto preventivo de las estatinas no depende de las concentraciones de colesterol o de colesterol LDL (el llamado "malo"), sino del riesgo cardiovascular (RCV) global de cada paciente.

Quizá la idea de que la salud es algo que se puede comprar alimente toda esta industria.