Mercurio es un planeta difícil de estudiar desde la Tierra porque está muy cerca del Sol y con los telescopios nocturnos sólo hay posibilidad de observarlo en una ventana de tiempo muy pequeña cada noche. Quizá, por eso, sea un planeta muy desconocido con enigmas como su atmósfera o su magnetismo descritos gracias a los trabajos de las sondas que circundaron el planeta en los años 70.

Estos fenómenos siguen sin explicación pues se sabe que el planeta es rocoso, que no tiene núcleo ni líquido ni gaseoso que pueda hacer de dinamo como ocurre en la Tierra.

Eso hasta hace unos dos años que el equipo del telescopio Themis captó unas especies de auroras boreales con lo que se constata la existencia de magnetismo en el planeta.

Ahora, tratan de medirlas, algo realmente complejo.

Themis es un telescopio instalado en el Observatorio del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) en el Teide, y el equipo autor de este hallazgo lo lideran Francois Lebanc del laboratorio Latmos de la Universidad de París y Arturo López Ariste del consorcio CNRS Themis.

Las siglas de este telescopio quieren decir Telescopio Heliográfico para el Estudio del Magnetismo y las Inestabilidades Solares y, normalmente, su objeto de estudio es el Sol.

Sin embargo, ha resultado realmente útil para estudiar el misterioso Mercurio y captar estas especiales y naranjas auroras boreales ya que puede observar este planeta unos 200 días al año y 10 horas cada día, lo que permite obtener gran cantidad de datos

Después de descubrir, en los años 70, que Mercurio sí tiene atmósfera y magnetismo, la pregunta era ¿por qué? pues se supone que no tiene masa suficiente como para atraer una atmósfera.

Themis comenzó estudiando la emisión de sodio que se sabía que estaba en Mercurio pero no la causa. Había varias teorías: una, que las rocas del planeta se congelan y descongelan cada día y emiten gases en este proceso, y otra que el viento solar emite esos gases.

Arturo López explica que las novedades técnicas de Themis les ha permitido avanzar mucho en esta observación y que "hace dos años logramos ver la atmósfera de Mercurio durante seis horas seguidas, algo imposible antes".

En esa observación, "vemos cómo se mueve la atmósfera y dos auroras boreales que no son exactamente como las de la Tierra aunque el mecanismo de fondo es el mismo: el campo magnético del Sol que viene cargado con partículas que chocan con Mercurio y, en un proceso de reconexión, consiguen meter esas partículas en el campo magnético de Mercurio.

Entonces, salen las partículas cargadas y entran por los polos de Mercurio, aunque su campo magnético es como unas mil veces más suave que el de la Tierra".

Esta observación les llevó descubrir de dónde procedía el sodio de Mercurio: pues es en ese impacto de partículas cuando se produce la liberación de sodio. El impacto genera unas auroras que, si pudiéramos verlas, son del mismo color naranja que la luz de las farolas ya que usan ese mismo elemento químico. Naranja porque la luz que emite el sodio es de ese color y por eso las auroras de Mercurio no son verdes (que serían las que chocan con el nitrógeno) o rojas (por el oxígeno) como las de la Tierra.

No podemos saber si son tan bonitas como las que se ven en la Tierra pero son la clave para conocer más sobre Mercurio. Además, estudiar cómo interactúa el viento solar con otro planeta puede dar muchas claves de cómo afecta a la Tierra, algo que interesa especialmente por la afectación a las telecomunicaciones. ¿Tendrá la clave Mercurio para tener cobertura?