Los efectos colaterales de la crisis energética derivada de las sanciones impuestas por la Unión Europea a Rusia, en el marco de la guerra de Ucrania, no están sacudiendo solo a la economía del viejo continente, empujado por los EEUU a un enfrentamiento del que sólo parece estar siendo beneficiado el Tio Sam, sino que está generando un auténtico tsunami político que, como en un efecto dominó, está haciendo caer los gobiernos de los países europeos, de tal modo que cabe preguntar cual será el siguiente.
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En julio dimitía la primera ministra de Estonia, la conservadora Kaja Kallas, tras una crisis de gobierno con sus socios de coalición, que destacaba, entre los logros de su ejecutivo: "invertimos miles de millones de euros en fortalecer las capacidades de defensa de Estonia, logramos un fortalecimiento del flanco oriental de la OTAN y hemos sido uno de los principales apoyos de Ucrania".

Ese mismo mes dimitía otro de los incondicionales apoyos a Kiev, el primer ministro de Reino Unido, Boris Johnson, tras una rebelión de miembros de su propio gobierno, y en su discurso de despedida señaló: "Es un momento duro para la economía, y para las familias de todo el país, pero podemos y lograremos salir de esto más fuertes." Algo que para la depauperada clase obrera británica no ofrece ninguna esperanza, dada la oleada de huelgas que la crisis de precios ha desencadenado el el Reino Unido.

A principios de septiembre, las elecciones en Suecia, uno de los países escandinavos que ha abandonado su tradicional neutralidad, y ha pedido su ingreso en la OTAN, han aupado a la extrema derecha, liderada por Jimmie Åkesson, a convertirse en la segunda fuerza política del país, en disposición de formar gobierno con otras formaciones de derecha, y de acabar con los días al frente del país de la socialdemócrata Magdalena Andersson.

Y a finales del mismo mes, otro terremoto político llevó a la ultraderecha a ganar las elecciones en Italia, donde la coalición liderada por Giorgia Meloni, dejó con una fuerte conmoción a toda Europa, sobretodo a esa izquierda desnortada que ha brindado su apoyo incondicional al envió de armas a Ucrania, y que en el país de Antonio Gramsci va camino de convertirse en algo residual.

En Bulgaria, en junio de este mismo año, saltó por los aires la coalición del gobierno liderado por Kiril Petkov, del progresista Continuamos con el Cambio o Prodŭlzhavame promyanata (PP), con otros tres partidos, cuando uno de ellos, el populista Ima Takŭv Narod/Existe Tal Pueblo (ITN) retiró su apoyo al gobierno ante el aumento de la deuda y el lento progreso en la lucha contra la corrupción, tras lo cual la oposición presentó una moción de censura que salió triunfante. El gobierno de Kiril Petkov apenas consiguió mantenerse medio año al frente del país.

Este primer fin de semana de septiembre se celebraron elecciones anticipadas, las cuartas en año y medio, en Bulgaria y, siguiendo la tónica de vuelcos políticos en Europa en este año marcado por la guerra de Ucrania, las sanciones a Rusia y la crisis energética, los ciudadanos búlgaros han colocado en el primer lugar de sus preferencias al conservador GERB (Ciudadanos por el Desarrollo Europeo de Bulgaria), del tres veces primer ministro Boiko Borísov, con un 25,74% de los votos.

Aunque la formación de un nuevo gobierno conservador todavía no está claro, ya que la formación progresista de Kiril Petkov, ha conseguido el 20,5% de los apoyos electorales, quedando en tercera posición el partido de la minoría turca, el liberal Movimiento por Derechos y Libertades, con un 12,5%.

Realmente reseñable en la lectura de las elecciones búlgaras es el ascenso del partido nacionalista Vazrazhdane (Renacimiento), de Kostadin Kostadinov, una formación de extrema derecha, firme partidario de la salida de su país de la OTAN y de la la renegociación de la adhesión del país a la UE, así como de mantener el veto a las negociaciones de la UE con Macedonia del Norte, que muchos medios califican como pro-rusa. Alcanza el 10,4 de los votos, y tendrá una fuerte presencia en el parlamento búlgaro, al que llegó hace apenas un año.

También es significativo que detrás de Vazrazhdane, haya quedado la Coalición por Bulgaria/Koalicija za Balgarija (BSPzB), que formaba parte del gobierno saliente, liderada por el Partido Socialista Búlgaro, heredero del Partido Comunista que dirigió el país entre 1946 y 1990, y que ahora apenas llega a un exiguo 9% de los votos.

El resto de la nueva Asamblea Nacional Búlgara se completará con la liberal Bulgaria Democrática/Demokratitschna Balgarija, con un 7,4% de apoyos; el nacionalista Ascenso Búlgaro, un 4,6%; mientras que el populista Ima Takŭv Narod/Existe Tal Pueblo, cuyo abandono del gobierno motivó la celebración de elecciones anticipadas logró solo un 3,9% de los votos emitidos.

La previsión es que se repetirán los tsunamis políticos en Europa, en octubre habrá elecciones presidenciales en Austria y Eslovenia, aunque en un panorama tan cambiante como el actual es difícil adelantar acontecimientos, mientras el invierno se acerca, y la crisis energética ya ha sacado a la calle a miles de europeos, para que sus gobiernos atiendan los problemas de la población, especialmente de las clases más populares, golpeadas por el enorme esfuerzo económico de Europa, para seguir alimentando la guerra, y por el efecto boomerang de las sanciones a Rusia.