Traducido por el equipo de SOTT.net

Mientras que Europa ha limitado en gran medida la vacunación contra el Covid a los grupos vulnerables y de mayor edad, los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC) estadounidenses han optado por un camino diferente. Ayer aceptó el consejo de un grupo consultivo y recomendó las inyecciones XBB.1.5 a todos los mayores de seis meses.
Camille Kotton
Insiste en que "los beneficios de la vacunación superan los riesgos para todos" y espera vagamente que esta "recomendación universal" "facilite el despliegue de la vacuna y mejore el acceso y la equidad".
"Mantengamos a Estados Unidos fuerte, sano", dijo la doctora Camille Kotton, miembro del panel que votó a favor de la recomendación y que es especialista en enfermedades infecciosas en la Facultad de Medicina de Harvard. "Acabemos con el COVID-19 lo mejor que podamos mediante la prevención de enfermedades a través de vacunas. Dejemos las cosas claras".
El argumento no es fácil de analizar. En primer lugar, se afirma que las vacunas son beneficiosas para todo el mundo, aunque no hay más estudios que un "análisis de los CDC" que respalden esta afirmación. En segundo lugar, la recomendación universal es necesaria para garantizar la "equidad" y "dejar las cosas claras". En otras palabras, unas recomendaciones más específicas sembrarían la confusión y limitarían su aceptación entre los grupos que se beneficiarían de ellas. Por último, nuestro Dr. Kotton sigue confiando en que las vacunas puedan "acabar con el COVID-19". O bien lo sabe mejor o bien miente, pero una vez más, en el empeño por conseguir una ventaja más allá de los beneficios para el individuo, vemos un reconocimiento implícito de que las vacunas no son universalmente beneficiosas después de todo.

Una consecuencia importante de la pandemia en Estados Unidos ha sido el distanciamiento de gran parte de la población del proyecto de salud pública en general, por un lado, y la politización manifiesta de los CDC, por otro. Antes de 2020, los mandarines médicos estadounidenses al menos afirmaban trabajar en nombre de toda la sociedad. De vez en cuando, incluso tenían ocasión de preocuparse por cómo afectarían sus recomendaciones a su credibilidad entre el conjunto de la población. Desde entonces han abandonado esta misión, adoptando un extremismo higienista estrecho y mucho más politizado. Ahora han abandonado toda pretensión, apelando únicamente a los covidianos altamente radicalizados y a los intereses farmacéuticos. De este modo, su retórica y sus consejos se alejan cada vez más de la realidad y la razón, a pesar de que la amenaza real de Covid se aleja.

Irónicamente, el radicalismo de los CDC surge del éxito de la oposición pandemicista en Estados Unidos, quien fue uno de los pocos países occidentales en los que se produjo una auténtica resistencia contra los confinamientos y la vacunación, que se extendió incluso a elementos de la clase política.

Esta oposición causó un grave daño a toda la empresa de la salud pública, y ahora a millones de estadounidenses nunca más les importará lo que digan los CDC sobre nada. En Europa, los partidos mayoritarios formaron un frente unido en apoyo de la dictadura de la higiene, lo que permitió a nuestras instituciones de salud pública conservar alguna pretensión de consenso social, por tenue que fuera. A este lado del Atlántico, todavía tienen algo que perder, lo que supone un incentivo para la moderación.