Cuando yo era niña, las feministas solían animar a las chicas a "hacer ruido" y a protestar contra la presión social de ser sumisas y "simpáticas". Nos enseñaron a oponernos a la idea de que las mujeres debían ser atractivas para los hombres porque su comodidad importaba más que la nuestra.
Ahora vivimos en un mundo radicalmente distinto. Un mundo en el que se enseña a una generación de mujeres jóvenes a no tener en cuenta el miedo que podrían sentir en una situación amenazadora. Se les dice que no confíen en su intuición. Y se las llama fanáticas y se las amenaza de muerte si sugieren que se sienten incómodas en sus baños y vestuarios, o incluso en los centros de acogida para supervivientes de abusos sexuales.
Como superviviente de una agresión sexual, luché contra las lágrimas mientras veía a Paula Scanlan testificar ante un subcomité judicial de la Cámara de Representantes sobre su experiencia en el equipo femenino de natación de la Universidad de Pensilvania, con la atleta transexual Lia Thomas. "Conozco a mujeres con traumas sexuales que se ven afectadas por la presencia de hombres biológicos en el vestuario sin su consentimiento. Lo sé porque soy una de esas mujeres".
Yo también sentí rabia. Qué indignante que Scanlan tuviera que defender su deseo de liberarse de hombres biológicos en un vestuario femenino. ¿Cómo se atreve su universidad a enviarla a psicoterapia en un "intento de reeducarla para que se sienta cómoda con la idea de desnudarse delante de un hombre"? Me cuesta creer que, hace cinco años, el grito de guerra de las feministas fuera #CreeATodasLasMujeres.
Está claro que a Scanlan también. "No olvidemos el viral movimiento #MeToo (#YoTambién) que empoderó a las víctimas femeninas para hablar", decía ella. "Formó un foco en la prevalencia generalizada de la agresión sexual y el abuso, incluso en instituciones académicas y educativas... muchas políticas impulsadas hoy ignoran por completo mis experiencias y muchas mujeres como yo". En el espacio de cinco años, hemos pasado de #CreeATodasLasMujeres a: "Cree a todas las mujeres, especialmente si son hombres".
¿Cómo hemos retrocedido tan rápidamente? Todo el mundo, desde Oprah para abajo, predicaba a mi generación de mujeres que hicieran caso a su instinto; que escucharan esa voz que les susurraba: "¡Fuera!". En 1997, entrevistó a Gavin de Becker, cuyo libro The Gift of Fear (El don del miedo) — una guía para entender cómo tus instintos sobre otras personas pueden mantenerte a salvo — se convirtió en un gran éxito comercial. Durante su programa, lo resumió así: "Alguien que no escucha un 'no' está intentando controlarte".
Oprah miró al público: "¿Habéis oído eso? Gavin, tienes que repetirlo".
Tal fue el impacto del libro que, en 2008, Oprah hizo un programa de una hora para conmemorar su décimo aniversario. Durante el programa, de Becker repitió una frase de su libro, extraída de una conferencia de Margaret Atwood: "En el fondo, los hombres temen que las mujeres se rían de ellos, mientras que en el fondo, las mujeres temen que los hombres las maten".
Lo entendí. Me enseñaron a salir de cualquier situación amenazadora lo antes posible. ¿Si estás sola en una habitación y entra un hombre y no te sientes segura? Vete. ¿Si estás caminando de noche y sientes el instinto de escapar? Corre. No importa si te equivocas, porque ¿y si tienes razón? Me dijeron que ignorara esa vocecita por mi cuenta y riesgo. Mi madre nos educó a mí y a mis hermanas para gritar y correr como locas si un desconocido nos pedía que subiéramos a su coche. "Porque si acabas en un maletero, estás muerta".
Como dice de Becker: "¿Te imaginas a un animal en la naturaleza sobrecogido por el miedo y diciendo 'Oh, probablemente no sea nada'. Pero eso lo hacemos todos los días". En su aparición en Oprah en 1997, sostiene que la verdadera información que deberíamos dar a mujeres y niños es: "Honra tu propio miedo y enséñales que es importante, que su propia voz interna es importante".
¿Dónde está Oprah ahora?
El mensaje que están recibiendo las jóvenes de hoy es que si su voz interior les dice que se sienten mal cuando alguien con pene se desnuda delante de ellas, o está presente cuando ellas se desnudan, en un espacio destinado a mujeres, algo va mal en ellas. Scanlan dijo en su testimonio: "Nosotras, las mujeres, éramos el problema, no las víctimas. Se esperaba que nos conformáramos, que nos hiciéramos a un lado y nos calláramos. Nuestros sentimientos no importaban. La universidad estaba manipulando con mentiras y metiendo miedo a las mujeres para validar los sentimientos y la identidad de un varón".
Parece que las instituciones, los políticos y los progresistas están dispuestos a sacrificar a las mujeres en aras de la inclusión. Exigen que nos callemos cuando nos sentimos incómodas o inseguras. Irónicamente, en lugar de enseñarnos a mantenernos a salvo y a temer las violaciones, el movimiento feminista nos enseña a temer que nos tachen de intolerantes. Paula Scanlan y la nadadora universitaria Riley Gaines han sido tildadas de transfóbicas por oponerse a que alguien se pasee con el pene al aire en un vestuario destinado a mujeres.
Estamos sentando un precedente peligroso. Piensa en las jóvenes que ven cómo se trata a Scanlan y Gaines. Seguramente llegarán a la conclusión de que deben sufrir para complacer al pequeño puñado de hombres que quieren que todo gire en torno a ellos. Ahora se les da acceso a cárceles para mujeres, centros de acogida de maltratadas, centros de violación, vestuarios, espás y aseos públicos, además de probadores.
Sería absurdo suponer que todas las personas identificadas como trans con cuerpo masculino buscan formas de abusar de niñas o mujeres; es igualmente absurdo (e ingenuo) pensar que los depredadores masculinos no explotarán este sistema. Pero lo que me parece especialmente alarmante es que se enseñe a las mujeres en general a no confiar en sí mismas. Se nos dice que ignoremos el malestar que se desencadena a nivel subconsciente. Se nos anima a ignorar nuestros instintos. Cuando una mujer siente peligro, lo último que necesita es que su juicio se vea nublado por otro miedo: el miedo a la muerte social si actúa para protegerse.
Y se espera que todas las que somos testigos de los abusos a los que son sometidas las mujeres que alzan la voz permanezcamos en silencio. A todas nosotras, cuyas vocecitas nos dicen que hay algo malo en dar prioridad a los sentimientos de los hombres sobre la seguridad de las mujeres, se nos dice que estamos equivocadas.
Pero mi don del miedo me dice que me resista a ser intimidada hasta la sumisión. Que enseñe a las mujeres jóvenes y a mi propia hija a honrar esa voz, esa intuición. A apoyar a mujeres como Paula Scanlan, que también se resisten. Y a decir "no".
Bridget Phetasy es una cómica y escritora que presenta el programa de noticias satíricas Dumpster Fire y el podcast Walks-Ins Welcome.
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