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Paolo Gabriele era la sombra de Benedicto XVI. Este hombre reservado, extremadamente religioso y dedicado a su familia cuando no estaba cumpliendo sus trabajo, está acusado de haber filtrado a la prensa información privada del Pontífice. La imputación es grave porque implica robo de la correspondencia de un jefe de Estado, un delito equivalente al de "atentado contra la seguridad del Estado", penado con 30 años de cárcel.

Gabriele despertaba al Papa a las 6.30, le ayudaba en la misa a las 7, le servía el desayuno a las 8, el almuerzo a las 13.30 y la cena a las 19.30. Lo acompañaba al caer la tarde en su paseo por el jardín, elegía la menta perfumada para la infusión, le daba las medicinas justas y, en torno a las nueve de la noche, le ayudaba a desvestirse para ir a la cama. La Gendarmería vaticana trata de averiguar ahora en qué momento del día Paolo Gabriele, de 46 años, casado y con tres hijos, le robaba las cartas, según consignó el diario español "El País".

Fue detenido el jueves, acusado de ser "el cuervo" o traidor que en los últimos meses ha venido sustrayendo y difundiendo en los medios de comunicación italianos las cartas secretas dirigidas al Pontífice, una filtración masiva de documentos conocida como Vaticanleaks.

El mayordomo, que posee la doble ciudadanía italiana y vaticana, permanece bajo la vigilancia de agentes de la Guardia Suiza, aún no ha admitido ninguna culpa y afronta los interrogatorios en silencio.

Conspiración digna de una novela

Paolo Gabriele es un de los nueve laicos que compartían la vida diaria del Papa en su departamento. Era parte de la llamada "familia pontificia". Se trata de un hombre de buena presencia, muy reservado, extremadamente religioso y devoto de la santa polaca Faustina Kowalska. Hasta su detención, vivía con su familia en un confortable apartamento dentro de las 40 hectáreas que conforman el Estado Vaticano. Fue allí donde, según los medios italianos, Domenico Giani, el comandante en jefe de la Gendarmería, encontró numerosas fotocopias de la correspondencia privada del Papa: "Cajas repletas de documentos y el aparataje necesario para fotografiar y reproducir documentos".

Pese a que las pruebas halladas parecen definitivas, ni su confesor cree que Gabriele, conocido por sus amigos como Paoletto, haya sido capaz de urdir en solitario una conspiración de tal magnitud.

Hay tres versiones. La primera sostiene que la filtración de documentos solo buscaba un interés económico, aunque el mayor beneficiado, el periodista Gianluigi Nuzzi, asegura -sin señalar a nadie- que nunca pagó a su "garganta profunda".

La segunda versión considera que, si Gabriele lo hizo, fue por un deseo altruista de ayudar a la Iglesia sacando a la luz casos de corrupción.

Pero el mayor consenso gira en torno a la tercera opción: el mayordomo solo sería un chivo expiatorio, un instrumento en manos de alguna de las facciones de la Curia vaticana que tratan de desacreditar al actual secretario de Estado, monseñor Tarcisio Bertone, y de paso posicionarse ante la sucesión de Benedicto XVI.

La palabra mayordomo no refleja del todo el papel de Paolo Gabriele en la vida de Joseph Ratzinger. Era también su familia, uno de los tendrían por misión acompañar a un hombre anciano que, además, es jefe de Estado y, para millones de personas, el representante de Dios en la Tierra. "Paoletto" era el primero y el último en verlo cada día. Su traición, según el Vaticano, ha dejado al Papa golpeado y triste.