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© C.F. Payne
El pasado otoño, pocos días antes de Día de Brujas y cerca de un mes después de la publicación de Mente y Cosmos, el controversial libro del filósofo Thomas Nagel, varios prominentes filósofos del mundo se reunieron con un grupo de científicos vanguardistas en la sala de conferencias de una encantadora posada en los Berkshires (zona montañosa entre Massachusetts y Connecticut, N. del T.) . Se sentaron frente a la mesa compartiendo jarrones de agua con hielos y caramelos envueltos en celofán y hablaron y hablaron, justo como lo hacen los intelectuales públicos. A menudo usaron PowerPoint.

El título del "taller interdisciplinario" era "Llevando al Naturalismo Adelante". Para aquellos que gustan de matar el tiempo reflexionando sobre la naturaleza de la realidad - condición humana (1), Dios, juicio moral, libre albedrío, de todo - este era el equivalente al Concierto por Bangladesh. El biólogo Richard Dawkins estaba ahí, autor de The Blind Watchmaker (El relojero ciego), The Selfish Gene (El gen egoísta) y otros éxitos editoriales de la ciencia popular, también Daniel Dennett, filósofo de la Universidad Tufts y autor de Consciousness Explained (La conciencia explicada) y de Darwin's Dangerous Idea: Evolution and the Meaning of Life (La peligrosa idea de Darwin). También estaban los autores de Why Evolution is True (Por qué la teoría de la evolución es verdadera), The really Hard Problem: Meaning in a Material World (El problema realmente difícil: Significado en un mundo material), Everything Must Go: Metaphysics Naturalized (Todo debe irse: La metafísica naturalizada) y The Atheist's Guide to Reality: Enjoying Life without Illusions (La guía del ateo a la realidad: disfrutando la vida sin ilusiones) - todos libros que, en mayor o menor grado, han mostrado al mundo aquello descubierto por los científicos.

Los filósofos contemporáneos tienen un nombre para la manera en que usted y yo vemos al mundo, un mundo lleno de personas, colores y sonidos, visiones y sensaciones, cosas buenas y malas y cosas muy buenas: nosotros; quienes somos capaces, más o menos, de labrar nuestro camino por la vida por nuestro propio esfuerzo. Los filósofos llaman a esta visión común la "imagen manifiesta". Daniel Dennett mencionó durante la conferencia que la ciencia moderna, al menos desde las revelaciones de Darwin, ha estado acumulando evidencia que la imagen manifiesta no es del todo acertada bajo ningún sentido científico. En vez la ciencia - como amplio combinado de campos como la genética, neurociencia, biología evolucionaria, física de partículas - nos dice que los componentes de esta imagen manifiesta son ilusorios.

El color, por ejemplo: La azalea en el jardín tal vez parezca roja para usted, pero en realidad no tiene color alguno. El rojo proviene de ciertas propiedades en la azalea que absorbe ciertos aspectos de la luz y refleja otros, los cuales luego son recibidos por el ojo y transformados en nuestro cerebro para experimentar subjetivamente el rojo. Y los sonidos también: Las complejas vibraciones en el aire son en realidad sordas, pero nuestros oídos son capaces de convertir las vibraciones en una alarma de auto o en el maullido de un gato, o peor aún, en la voz de Mariah Carey. Tales capacidades del organismo humano son adaptaciones evolucionarias. Todo acerca del ser humano, por definición, es una adaptación. El sentir que los colores y los sonidos existen "afuera" y no meramente en nuestro cerebro es una ilusión conveniente que tiempo atrás incrementó las posibilidades de sobrevivencia para nuestra especie. Empujada por Darwin, la ciencia moderna, según la frase de Dennett, actúa como un "corrosivo universal" que destruye las ilusiones hacia todas direcciones, desmantelando nuestros sentimientos de libertad y de individualidad, nuestra moralidad y creencias, el amor maternal y las súplicas de un paciente: En realidad solo son "moléculas en movimiento".

El resumen más famoso, sucinto e inmisericorde de la fraudulencia de la imagen manifiesta fue escrito hace casi 20 aos por el genetista Francis Crick: "Tu, tus penas y alegrías, tus memorias y ambiciones, tu sentido de identidad personal y libre albedrío, no son más que el comportamiento de un vasto ensamblaje de células nerviosas y sus moléculas asociadas. No eres más que un paquete de neuronas".

Este punto de vista es el "naturalismo" que aquellos en el taller en los Berkshires trataban de llevar hacia adelante. El naturalismo también es llamado "materialismo", el punto de vista que sólo existe la materia; o "reduccionismo", el punto de vista que todo en la vida, desde las mesas hasta los sueños son en última instancia reducibles a una causa pre-existente, la cual fue determinada por otra causa, y así hasta llegar al Big Bang. El proyecto naturalístico ha recibido gran apoyo del neo-Darwinismo, la aplicación de la teoría de la selección natural de Darwin al comportamiento humano, incluyendo áreas de la vida alguna vez pensadas como no materiales: las emociones, los pensamientos, los hábitos y las percepciones. En el taller los filósofos y científicos añadieron su propio cariz al naturalismo reduccionista neo-Darwiniano o al reduccionismo neo-Darwiniano materialista o al materialismo naturalístico o al determinismo reduccionista. En unanimidad de la sólida certidumbre que el materialismo - como lo llamaremos aquí, para evitar sus múltiples nomenclaturas - es la única explicación para la vida como la conocemos.

Sin embargo surgió una notable división entre los participantes. Algunos biólogos pensaron que el materialismo debería de ser enseñado y explicado al público en general en su verdadera forma, la súper-directa de Crick. De esta forma, la gente común, no-intelectual, vería que un universo sin propósito, sin libre albedrío, sin vida espiritual y completamente impredecible no es tan malo como algunas personas supersticiosas - religiosas - les han hecho creer.

Daniel Dennett fue en otra dirección. Mientras que es verdad que el materialismo nos dice que el ser humano no es más que un "robot húmedo" - frase tomada de un comic de Dilbert - corremos el riesgo de que las cosas, o el robot, se salgan fuera de control. Dennett cree que si le repetimos a la gente que su sentido de libre albedrío o creencia en la moralidad objetiva es en esencia una ilusión, este conocimiento tiene el potencial de lastimar a la civilización misma. El orden civil requiere la aceptación generalizada de la responsabilidad personal, la cual está cercanamente relacionada con la noción del libre albedrío. Sería mejor, dijo Dennett, que se le dijera al público que "para propósitos generales" el ser, el libre albedrío y la moralidad objetiva en verdad existen - y que los colores y sonidos existen también - "sólo no de la forma como pensamos". Que "existen en una forma especial", lo cual es equivalente a decir que no existen del todo.

En este punto la discusión fue amena por momentos. Me hicieron recordar el debate entre los censores británicos sobre la publicación de Lady Chatterley's Lover (El amante de Lady Chatterley) hace cincuenta años. "Me parece bien para ti y para mí", se dice dijo un acusador, "¿pero sería esta la clase de cosa que dejarías que tu esposa o sirviente leyeran?"

Poco perturbaría la alegría de los materialistas en Berkshire. Las encuestas muestran que la mayoría de los filósofos y científicos se auto-denominan naturalistas o materialistas. Casi todos los libros populares de ciencia, no sólo aquellos escritos por los asistentes al taller, concluyen que el materialismo ofrece la verdadera imagen de la realidad. Aunque parecen irritados al saber que no todos aquellos en su clase intelectual han aceptado la verdad del neo-Darwinismo. Un video del taller muestra a Dennett quejándose de que unos pocos - ¡pero sólo unos pocos! - filósofos contemporáneos han tercamente rechazado incorporar las conclusiones naturalistas de la ciencia a sus teorías filosóficas continuando en admitir ideas fuera de moda como la moralidad y a veces inclusive el alma.

"Estoy horrorizado de ver que, a pesar del progreso que pienso hemos logrado en los últimos 25 años, existe todavía una chusma retrógrada", dijo, dejando caer sus manos sobre la mesa. "Están regresando con afán y gusto a filosofía vieja. Es nauseabundo. Y atraen a otros. Y su trabajo no vale nada - es lindo y astuto pero no vale un comino".

Hubo entonces un aire de entretenida exasperación. "¿Dirías nombres?" dijo jugando uno de los participantes.

"!Nada de nombres!" dijo Dennett.

El filósofo Alex Rosenberg, autor de La guía del ateísta, se inclinó hacia adelante, poco sorprendido.

"Y luego también hay obras que no son ni lindas ni astutas", dijo. "Como la de Tom Nagel".

¡Ahí lo tienen! Tom Nagel, cuyo libro Mind and Cosmos (Mente y Cosmos) ya estaba causando controversia entre los filósofos de Inglaterra y Estados Unidos.

Dennett suspiró cuando el nombre se mencionó, más de tristeza que de ira. Su disgusto pareció desvanecerse siendo reemplazado por la resignación. Miró a la mesa.

"Si," dijo, "tenemos eso".

Alrededor de la mesa, con el PowerPoint emitiendo un zumbido, todos parecieron haber tenido un triste suspiro - un profundo y comunitario suspiro.

Tom, oh Tom....cómo fue que perdimos a Tom...

Thomas Nagel tal vez sea el más famoso filósofo de los Estados Unidos - quizá un poco como ser el mejor delantero de la liga de menores, pero aún. Su obra "¿Cómo es ser como un murciélago?" fue aclamada como clásica cuando se publicó en 1974. Hoy es lectura obligada en las clases universitarias de filosofía. Sus libros incluyen ligeras menciones de ética y política y la filosofía de la mente. Sus artículos son admirados no solo por sus provocaciones filosóficas sino también por su rara (entre los filósofos modernos) simplicidad y claridad estilística, rayando a veces en la gracia literaria.

Nagel ocupa una posición patrocinada en la NYU (Universidad de Nueva York, N. del T), un raro y soñado honor que le permite libremente enseñar cualquier curso que escoja. Antes de ir a la NYU enseñó en Princeton por 15 años. Se mueve en círculos de elevado periodismo, contribuyendo frecuentemente al New York Review of Books (Reseñas de libros de Nueva York) y de vez en cuando al New Republic (Nueva república). Un ateo confirmado, carece de lo que llama el sensus divinitatis que lleva a algunos a acoger a la espiritualidad. Pero posee un fino sensus socialistis; su contribución política más notable fue una petición del tamaño de un libro en pos de la confiscación de la riqueza y su redistribución radical - una visión que lo coloca a salvo en la delgada línea de las opiniones políticas respetables entre los exitosos académicos norteamericanos.

Por todo esto y mas, Thomas Nagel es un prominente y respetado miembro de la élite intelectual de Estados Unidos. Y tales hombres no deberían escribir libros con subtítulos como el que agregó a Mind and Cosmos: Why the Materialist Neo-Darwinian Conception of Nature is Almost Certainly False (Mente y cosmos: porqué la concepción neo-darwinista materialista de la naturaleza está casi con seguridad equivocada)

Imagine que el arzobispo de su parroquia se sube al púlpito y comienza a leer Collected Works of Friedrich Nietzche (Las obras completas de Friedrich Nietzche). "¿Qué le ha sucedido a Thomas Nagel?" exclamó el psicoanalista evolutivo Steven Pinker, en Twitter. (Si, inclusive Steven Pinker twittea). Pinker agregó un enlace a una reseña negativa del libro de Nagel, del cual dijo "expone el maltrecho razonamiento del alguna vez gran pensador". En el punto en que la ciencia, la filosofía y la discusión pública se intersectan - intersección peligrosa hoy día - simplemente se da por sentado que al atacar al naturalismo Thomas Nagel se ha convertido en una vergüenza para sus colegas y un traidor a su clase.

El Guardian otorgó a Mind and Cosmos el premio Libro de Ciencia Mas Aborrecido del 2012. Las reseñas fueron numerosas y en su gran mayoría negativas; una de las más amables, en la revista británica Prospect, llevaba en su título una defensa: "Thomas Nagel no está loco". (En verdad, ¡no lo está!) La mayoría de los otros críticos no estaban tan seguros. Desde antes que la tinta del libro de Nagel se secara, el economista de la UC Berkeley, Brad DeLong, un prominente economista, ya estaba juntando la paja y la leña para llevar a cabo el ritual de la hoguera. DeLong es un gran creyente en el neo-Darwinismo. Acuñó la popular frase "monos presuntuosos" para describir nuestra especie. (Monos porque descendemos de los primates; presuntuosos porque la evolución nos dotó con la habilidad de razonar y con los grandes cerebros que la acompañan).

DeLong se sintió particularmente ofendido con la convicción de Nagel de que la razón nos permite "alcanzar la realidad objetiva". Un buen materialista no cree en la realidad objetiva, sin duda no en el sentido tradicional. Escribió que "Thomas Nagel no es más listo que cualquiera de nosotros", en respuesta a un crítico que alabó la inteligencia de Nagel. "De hecho, me parece distintivamente más tonto que cualquiera que esté corriendo una versión de 8-bit de David Hume en su coco". (queriendo decir cualquiera que haya leído el trabajo de David Hume, el padre del materialismo moderno). Los lectores de DeLong se reunieron para burlarse a medida que los leños se juntaban para la pira.

Uno escribió "Thomas Nagel no tiene importancia alguna en este tema". "Es un idiota contradictorio" opinó otro. Algunos apelaron a la autoridad diciendo "¿No han escuchado estos tíos de Richard Dawkins o Daniel Dennett?" Los corazones de otros más estaban rotos al ver la eminencia de Nagel caer tan bajo. "Es triste que Nagel, de quien yo y mis amigos pensábamos en los 1960s podía saltar edificios, haya tropezado con la Biblia y caído de bruces. Muy triste".

Nagel no menciona a la Biblia en su nuevo libro - o en ningun otro, de lo que puedo recordar - pero entre los materialistas la mera asociación de alguien pensante con la Biblia es un insulto con intención de herir, como diría Bertie Wooster. Dirigido a Nagel, un ateísta declarado, revela más del acusador que del acusado. Los histéricos insultos se acompañaron con la insistencia que el libro era tan malo que no debería molestar a nadie.

Malhumoradamente, un crítico escribió: "Los evolucionistas sentirán como si hubieran sido asolados por una oveja". Muchos críticos atacaron el libro desde puntos de vista culturales así como filosóficos o científicos preguntándose cómo una editorial distinguida como la Oxford University Press se pudo permitir publicar tal libro. La Philosophers' Magazine lo describió curiosamente como "irresponsable". ¿Por qué? En la Notre Dame Philosophical Reviews el filósofo británico John Dupré explicó. Sobre Mind and Cosmos, escribió, "sin duda dará confort (y venderá muchas copias) a los enemigos religiosos del Darwinismo". Simon Blackburn de la Universidad Cambridge hizo el mismo señalamiento: "lamento la aparición de este libro. Sólo traerá confort a los creacionistas y fanáticos del 'Diseño Inteligente'".

¿Pero qué hay de los seguidores de la apostasía? Uno no tiene que ser un fundamentalista bíblico o un creacionista o un entusiasta del diseño inteligente - no soy ninguno de los anteriores, dentro de lo que cabe - para encontrar Mind and Cosmos estimulante. "Por mucho tiempo he encontrado difícil de creer el recuento materialista de cómo nosotros y los otros organismos llegamos a existir", escribió Nagel. "A primera vista (2) es altamente increíble que la vida como la conocemos sea el resultado de una secuencia de accidentes físicos conjuntados con el mecanismo de la selección natural". La impresión a primera vista, reforzada por el sentido común, debería de tener más peso de lo que le dan los eruditos. "Me gustaría defender la indocta reacción de incredulidad frente al recuento neo-Darwinista reduccionista del origen y evolución de la vida".

La incredulidad no es sólo ignorancia científica, como opinarían los materialistas. Proviene de algo más fundamental e íntimo. El recuento neo-Darwinista ofrece una imagen del mundo que es ajena a nosotros - un mundo sin color ni sonido, y también un mundo sin libre albedrío o consciencia, sin bien o mal, sin ser o, cuando se reduce a eso, no-ser. "Se contrapone directamente con el sentido común", dice. El materialismo es una explicación para un mundo donde no vivimos.

El tono de Nagel es mesurado y tentativo, pero no encubre la naturaleza rebelde del libro. Hay tintes de exasperación y de impaciencia desdeñosa. Lo que es estimulante es que la fuente de esta exasperación en Nagel es, por decir, su propia tribu: "el establishment teorético secular y la iluminada cultura sobra la cual domina". Hoy día el establishment, dice, está consagrado más allá de toda razón al "naturalismo científico dominante, fuertemente dependiente de las explicaciones Darwinianas para prácticamente todo, y armado hasta los dientes contra ataques de la religión". Estoy seguro que Nagel recularía esta frase, pero Mind and Cosmos es una obra de populismo filosófico, defendiendo nuestro entendimiento común de la altamente improbable visión del clero secular. La asunción bajo la que trabaja es, dado el clima intelectual presente, radical: Si la ortodoxia materialista neo-Darwiniana contradice el sentido común, entonces esto es una marca contra la ortodoxia, no contra el sentido común. Cuando una cadena de razonamientos nos lleva a negar lo obvio, deberíamos revisar doblemente el razonamiento antes de descartar lo obvio.

Nagel sigue la línea de razonamiento materialista hasta la calle sin salida donde inevitablemente termina. Los más sensibles críticos lo han acusado de lanzar un ataque contra la ciencia, pero en realidad es un asalto contra los usos no-científicos que se le ha dado al materialismo. A pesar que alaba a los defensores del diseño inteligente por tener el valor de fastidiar al establishment secular, no es un creacionista. No tiene dudas que "somos el producto de la larga historia del universo desde el big bang, descendiendo desde bacteria a través de millones de años de selección natural". Asume también que el ser y el cuerpo van juntos. "Al menos hasta donde sabemos", escribe, "nuestras vidas mentales, incluyendo nuestras experiencias subjetivas, y aquellas de otras criaturas están fuertemente conectadas y probablemente dependen estrictamente de eventos físicos de nuestro cerebro y en la interacción física de nuestros cuerpos con el resto del mundo físico". El creer lo contrario es creer, como dirían burlonamente los materialistas, en "cosas espeluznantes". (Junto a monos presuntuosos y robots húmedos e incontables otras frases demasiado-tiernas, el uso de cosas espeluznantes prueba que nuestros escritores de ciencia popular han pasado demasiado tiempo viendo Scooby-Doo). Nagel no cree en cosas espeluznantes.

El materialismo, por tanto, está bien hasta donde llega. Sólo que no tanto como los materialistas quisieran. Es una premisa de la ciencia, no un descubrimiento. Los científicos hacen su trabajo asumiendo que cada fenómeno puede ser reducido a una causa material, mecánica excluyendo toda posibilidad de explicaciones inmateriales. Y la asunción materialista funciona bien, muy bien - detectando y cuantificando las cosas que tienen una explicación material o mecánica. El materialismo ha permitido predecir y controlar lo que sucede en la naturaleza con impresionante éxito. La asombrosa edificación de la ciencia moderna tiene como resultado desde sondas espaciales hasta la nano-cirugía.

Pero el éxito se les ha subido a la cabeza a los materialistas. De ser un método fructífero, ahora el materialismo se ha vuelto un axioma: Si la ciencia no puede cuantificar algo, no existe, y por tanto la subjetiva, incuantificable e inmaterial "imagen manifiesta" de nuestra mente prueba ser una ilusión.

Aquí el materialismo tropieza de nuevo consigo mismo. Nagel insiste que sabemos que algo existe aún si el materialismo lo omite, ignora o desconoce. El materialismo reduccionista no da cuenta de los "datos duros" de la existencia - no explica, por ejemplo, porqué el mundo existe del todo, o cómo la vida surgió de la materia. Más cercanamente, no explica plausiblemente las creencias fundamentales sobre las que llevamos nuestro día a día: la verdad de nuestra vida subjetiva, nuestra habilidad de razonar, nuestra capacidad de ver ciertos actos como virtuosos mientras otros no. Estas fallas, dice Nagel, no son brechas temporales de nuestro conocimiento esperando ser cubiertas con nuevos descubrimientos de la ciencia. En sus propios términos, el materialismo no puede dar razón de los datos duros. Los datos duros son irreducibles, y el materialismo, el cual opera descomponiendo los elementos físicos, permanece inútil ante estos. "Existe poca o ninguna posibilidad", escribe, "de que estos hechos dependan en otra cosa que las leyes de la física".

En una deslumbrante hazaña de refutación a los críticos de Nagel, dividida en 6 partes, el filósofo Edward Feser provee una buena analogía para describir el error básico del materialismo - el intento de extenderlo de una premisa en desarrollo hasta la explicación comprensiva del mundo. Feser sugiere una parodia del razonamiento materialista: "1. Los detectores de metales han tenido más éxito que cualquier otro método para encontrar monedas y otros objetos metálicos. 2. Por tanto, tenemos una buena razón para creer que los detectores de metales nos pueden revelar todo lo que puede ser revelado" sobre los objetos metálicos.

Pero desde luego los detectores de metales sólo detectan las partes metálicas de un objeto; no nos dice nada de su color, tamaño, peso o forma. De la misma manera, escribe Feser, los métodos de "la ciencia mecanicista son igualmente exitosos prediciendo y controlando fenómenos naturales precisamente porque se enfocan únicamente en los aspectos naturales susceptibles de predicción y control"

Mientras tanto, ignoran todo lo demás. Este es un yerro fatal para una teoría que aspira a ser la visión comprehensiva del mundo. Con una resonancia magnética, la ciencia nos dice cuál parte del cerebro se activa cuando, por ejemplo, encuentro el rostro de mi hija en medio de una muchedumbre; el sobresalto neuronal puede ser observado y medido. La ciencia no puede cuantificar o describir los sentimientos que experimento cuando veo a mi hija. Aún, los sentimientos no son menos reales que las neuronas.

Esto suena más sentimental de lo que es en realidad. Mi sobresalto neuronal y mis sentimientos de amor y obligación están incuestionablemente ligados. Pero la diferencia ente las neuronas y los sentimientos, lo material y lo mental, es cualitativamente distinta, una diferencia de tipo. Y de ambas, el materialismo reduccionista puedo sólo capturar una de ellas.

"El mundo es un sitio sorprendente", escribe Nagel. "Que te ha producido a ti, a mí y al resto de nosotros es lo más asombroso de todo". Los materialistas están en el negocio de hacer desaparecer lo asombroso; quieren de-mistificar al mundo, y por consecuencia a los humanos, para mostrar que todo lo que vemos como un misterio es reducible a componentes que no tienen nada de misterioso. Y se aferran a esta ambición aún en casos cuando es obviamente infructuoso hacerlo. El neo-Darwinismo insiste que cada fenómeno, cada especie, cada rasgo de cada especie es la consecuencia de la aleatoriedad - como lo requiere la selección natural. Y aún, Nagel dice, "ciertas cosas son tan sobresalientes que tienen que ser explicadas como no-accidentales si intentamos pretender comprender realmente al mundo." (itálicas mías).

Dentro de estas cosas sobresalientes no-fortuitas están muchas cosas características de la imagen manifiesta. La consciencia misma, por ejemplo: No puedes explicar la consciencia en términos evolucionarios, dice Nagel, sin dañar la explicación misma. La evolución da cuenta por tipos de consciencia rudimentarios. Cientos de miles de años atrás en la sabana africana, cuando los primeros humanos desarrollaron las características únicas de nuestra especia, la habilidad de percibir peligro o distinguir señales de apareamiento significaría una ayuda para que un organismo sobreviviese.

Hasta aquí, bien. Pero el cerebro humano puede hacer mucho más que eso. Puede realizar cálculos, teorizar metafísica, componer música - aún desarrollar una teoría de la evolución. Nada de estas cosas tiene un valor para la sobrevivencia, ciertamente no hace cientos de miles de años cuando el principal objetivo era evitar ser comido. ¿Pudiera nuestro cerebro desarrollar y sostener tales habilidades no-adaptativas mediante la prueba y error de la selección natural, como sugiere el neo-Darwinismo? Es posible, pero las probabilidades, dice Nagel, son "infinitamente pequeñas". Si Nagel está correcto, el materialismo está en un problema. El cerebro consciente que fue capaz de formular una explicación neo-Darwinista universal, hace que, simultáneamente, el neo-Darwinismo como explicación universal sea extremadamente improbable.

Y se puede seguir un argumento similar para nuestras otras capacidades cognitivas. "La historia de la evolución deja a la autoridad de la razón en una posición mucho muy frágil", escribe. El neo-Darwinismo nos dice que tenemos el poder de razonar porque la razón fue adaptativa; debió ayudarnos a sobrevivir en el pasado. Aún, la razón a menudo entra en conflicto con nuestra intuición y emoción - capacidades que también debieron ser adaptativas y esenciales para sobrevivir. ¿Por qué debemos "privilegiar" una capacidad sobre otra cuando la razón y la intuición se contraponen? En sus propios términos, el esquema del neo-Darwinismo no provee un estándar tras el cual debamos escoger una capacidad adaptativa sobre otra. Aún el neo-Darwinismo insiste que lo acojamos porque se conforma a nuestra razón, aún si va contra nuestra intuición. Su defensa de la razón es irracional.

De igual modo nuestro sentido moral. Todos tenemos la confianza, en cierto grado u otro, que "nuestros juicios morales son objetivamente válidos" - esto quiere decir, que mientras nuestros juicios individuales tal vez sean correctos o equivocados, lo que los hace correctos o equivocados es real, no simple fantasía u opinión. Dos mas dos realmente suman cuatro. ¿Por qué esta confianza es inherente a nuestra especie? ¿Cómo fue adaptativa? Los materialistas neo-Darwinistas nos dicen que la moralidad evolucionó como mecanismo de sobrevivencia (como todo lo demás): desarrollamos instintivamente un comportamiento que nos ayudaría sobrevivir, y llamamos bueno a este comportamiento como medida para reforzarlo. Hicimos lo contrario para el comportamiento que nos dañaría: le llamamos malo. Ninguno de los dos era en realidad bueno o malo; tales juicios morales son sólo trucos útiles que los seres humanos aprendieron para jugar consigo mismos.

Aún, Nagel señala que nuestro sentido moral, aún en el nivel más básico, se desarrolló en una complejidad más allá de lo necesario para la sobrevivencia, aún en la sabana - aún en Manhattan. Somos, dice Nagel, "seres capaces de pensar exitosamente sobre lo bueno y malo, lo correcto y equivocado, y descubrir verdades morales y evaluativas que no dependan de nuestras propias creencias". Y nos comportamos en consecuencia, o lo intentamos. Las posibilidades que tal capacidad multicapa pero no adaptativa se haya vuelto característica de nuestra especie a través de la selección natural, son, de nuevo, pequeñas.

La dependencia de Nagel en el "sentido común" ha levantado en sus críticos especial desprecio. Un científico, escribiendo para el Huffington Post, lo llama "argumento salido de ignorancia". En Nation, los filósofos Brian Leiter y Michael Weisberg solo pudieron sacudir sus cabezas ante la retrogresión del una vez gran filósofo: aquella del pensamiento sofisticado hacia el sentido común.

"Este estilo argumentativo", escriben, "no tiene, vaya, una historia prometedora". Hace tiempo, después de todo, que nuestra intuición, impulsada por el sentido común, nos dijo que el sol viajaba por el firmamento sobre una tierra plana. La ciencia materialista, desde entonces, nos ha enseñado otra cosa.

Sin embargo, no todas las intuiciones son del mismo tipo. Una cosa para mi es que mi intuición esté equivocada sobre la forma del planeta; y otra es estar equivocado sobre si existo, o si la verdad o la mentira existen independientemente de lo que yo diga, o si mi "ser" tiene algún grado de control sobre mis acciones. Desde luego, una persona no pudiera corregir sus intuiciones equivocadas a menos que ya fuesen correctas - a menos que fuese un ser racional capaz de distinguir la verdad de la mentira y escoger una sobre la otra. Y es el ataque materialista a estas intuiciones - "sentido común" - lo que Nagel encuentra absurdo.

Leiter y Weisberg, como la mayoría de los otros críticos, también estaban emocionados que Nagel tuviera el valor de pronunciarse sobre asuntos que consideraban puramente científicos, mas allá de su alcance profesional. Un filósofo dudando de un científico es algo extraño hoy día. Con el declive generalizado de las humanidades y el éxito de las ciencias físicas, la relación de los científicos con los filósofos se ha revertido. Hasta la mitad del siglo pasado, filósofos como Bertrand Russel y A.J. Ayer tal vez se sintieron libres de explicar a los científicos las implicaciones filosóficas de lo que estaban haciendo. Hoy el poder está del otro lado: Un movimiento en falso y estas de vuelta a tu arenero, niño filósofo.

Y entonces algunos filósofos se han recluido en el mismo tipo de hyper-especialización que ha vuelto a los científicos de diversas sub-disciplinas incapaces de comunicarse entre ellos. Ahora estos filósofos, practicando lo que llaman "filosofía experimental", pueden enorgullecerse de ser tan incomprensibles como los científicos. Otros filósofos, como Dennett, han convertido su campo en un aliado para la ciencia: mansa y agradecidamente aceptando cualquier cosa que los científicos digan - desde escaneos cerebrales hasta el bosón de Higgs - lo cual después usan para demostrar la superioridad de la cabeza dura de la ciencia sobre las aireadas reflexiones de los rústicos "filósofos de sillón".

En este sentido Nagel también es un retroceso, arriesgándose no solo a interpretar la ciencia sino a contradecir a los científicos. Admite que es "extraño" el apoyarse en "una aseveración filosófica para refutar a una teoría científica respaldada por evidencia empírica". Pero sabe que cuando se trata de cosmología, los científicos son igualmente propensos a cometer un error de filosofía como los filósofos un error de ciencia. Y Nagel es acusado de cometer grandes errores, desde luego. De acuerdo a Leiter y Weisberg y los otros, ignora cómo se hace ciencia hoy día.

Nagel, dicen Leiter y Weisberg, sobreestima la importancia del materialismo, aún como método científico. Está atacando al chivo expiatorio. Escribe como si "el materialismo reduccionista estuviera conduciendo a la comunidad científica". En realidad, dicen, la mayoría de los científicos rechazan el reduccionismo teórico. Quizá muchos filósofos y científicos, cincuenta años atrás, hubieran creído que todas las ciencias eran reducibles a la física, pero la ciencia moderna no funciona de esa manera. Los psicólogos, por ejemplo, no están tratando de reducir la psicología a la biología; y los biólogos no quieren reducir la biología a la química; y los químicos no quieren reducir la química a la física. Desde luego, un biólogo evolucionista - aún uno que fuese un buen materialista - ¡no hará referencia a la física en el curso de su trabajo!

Y este punto es cierto, como Nagel escribe en su libro: El materialismo teórico, dice, "no es una condición necesaria para la práctica de cualquiera de esas ciencias". Los investigadores pueden creer en el materialismo o no y aun lograr progreso científico. (Esta es otra razón por la cual es poco convincente citar al progreso científico como evidencia de la veracidad del materialismo). Pero el punto de los críticos también es falso. Si el materialismo es verdadero como explicación para todo - como insisten que lo es - entonces los hechos psicológicos, por ejemplo, deben ser reducibles a la biología, y luego a la química y finalmente a la física. Si no pudieran serlo, serían (¡oh sorpresa!) irreducibles. Y cualquier hecho irreducible, por definición, es indeterminado y no causado; queriendo decir que no sería material. Quizá pudiera ser una de esas cosas espeluznantes.

En este punto Leiter y Weisberg fueron reprendidos suavemente por el prominente biólogo Jerry Coyne, quien también acudió al taller en los Berkshires. Estuvo encantado por su crítica en Nation, pero los acusó de ir poco firmes respecto al materialismo - de eludir las duras conclusiones que el materialismo reduccionista demanda. No es de sorprender que científicos de varias disciplinas no estén tratando activamente de reducir toda ciencia a la física; ese sería un problema teórico que sólo pudiera resolverse en el futuro distante. Sin embargo: "El punto de vista que todas las ciencias por principio son reducibles a las leyes de la física", escribió, "debe ser verdad a menos que uno sea religioso". O somos moléculas de emoción o no.

Se puede simpatizar con Leiter y Weisberg por esquivar al materialismo. Como filosofía para todo resulta una carga. Como forma de vida resulta peor. Afortunadamente, el materialismo nunca es llevado a la vida como es vivida. Como colegas y amigos, esposos y madres, esposas y padres, hijos e hijas, los materialistas no predican con el ejemplo. Nadie piensa que su hija es sólo moléculas de emoción y nada más; nadie piensa que el Holocausto fue malvado, pero sólo desde el punto de vista relativo y provisional. Un materialista que haya vivido su vida de acuerdo a sus convicciones - entendiendo que no tiene agencia moral del todo, viendo a sus amigos y enemigos y familiares como robots - no sería materialista. Sería un psicópata. Uno puede decir lo que sea de Leiter y Weisberg y de los asistentes al taller en los Berkshires. Lo que puedo decir es que ninguno de ellos es un psicópata. Ni siquiera cerca de serlo.

Aplicado más allá de su propia utilidad como metodología científica, el materialismo es, como Nagel sugiere, evidentemente absurdo. Mind and Cosmos puede ser leído como un parafraseo extendido del famoso insulto de Orwell: "uno tiene que pertenecer a la intelligentsia para creer cosas como esas: un hombre ordinario no sería tan tonto". El materialismo sólo puede ser tomado en serio como filosofía mediante un esfuerzo heroico de disonancia cognitiva; pretendiendo, desde nuestra vida intelectual, que los valores como la verdad y el bien no tienen contenido objetivo aún si, en nuestra vida privada, tratamos de aprender la verdad y nos comportamos de una forma que sabemos es buena. Nagel ha sellado su ostracismo de la intelligentsia al especular ociosamente porqué sus compañeros intelectuales harían tal cosa.

"La prioridad dada al naturalismo evolucionario de cara a sus conclusiones implausibles", escribe, "es debido, pienso, al consenso secular de que es la única forma externa para comprendernos que provee una alternativa al teísmo".

En una crítica reciente en el New York Review of Books del libro Where the Conflict Really Lies (Donde el conflicto yace realmente), del filósofo cristiano Alvin Platinga nos menciona cómo instintivamente él recula del teísmo y cuán hambriento está de una alternativa razonable. "Si alguna vez me encuentro sumergido con la convicción de que lo que Nicene Creed dice es verdad", escribió, "la explicación más probable sería que estoy perdiendo la razón, no que estoy siendo galardonado con el regalo de la fe". Admite que encuentra al fracaso del materialismo como visión del mundo alarmante - precisamente porque la alternativa es, para un intelectual secular, impensable. Llama a este tic intelectual "miedo a la religión".

"Hablo por experiencia, siendo fuertemente objeto de este miedo", escribió no hace mucho en un ensayo llamado "Naturalismo evolucionista y el miedo a la religión". "Quiero que el ateísmo sea cierto y me pone incómodo que algunas de las personas más inteligentes y bien informadas que conozco sean creyentes religiosos. No es sólo que no crea en Dios y, naturalmente, espero estar en lo correcto en mi creencia. ¡Sino que me esperanzo que no exista Dios! No quiero que exista un Dios; no quiero que el universo sea así".

Nagel cree que este "problema con la autoridad cósmica" es compartido ampliamente por los intelectuales, y le creo. Da cuenta de la terquedad con la cual se aferran al materialismo y por la hostilidad con la que se topa un intelectual cuando comienza a salirse del rebaño. El materialismo debe ser cierto porque "libera de la religión". La misión positiva que Nagel emprende en Mind and Cosmos es el delinear, cuidadosamente, una Tercera Vía entre el teísmo y el materialismo, dado que el primero es inaceptable - emocionalmente, y quizá intelectualmente, y el segundo es insostenible. Quizá la materia misma tiene la tendencia de producir creaturas conscientes. La naturaleza en ese caso sería "teleológica" - no fortuita, no completamente sujeta a la casualidad, sino tendiendo hacia un fin en particular. Nuestra vida mental entonces sería explicada - ¡fiu! - sin referencia a Dios.

No creo que Nagel tiene éxito encontrando su Tercera Via, y dudo que él o sus sucesores lo alcancen algún día, pero luego tengo sesgos propios. Pero no hay duda que la honestidad y el coraje intelectual - el libre pensamiento y la nobleza de su buena fe - brillan en su intento.

(1) Personhood
(2) prima facie