© DesconocidoBohórquez. Este corregimiento del municipio de Santa Lucía, en Atlántico, ya lleva dos semanas inundado
Las imágenes son aterradoras. Hay pueblos de Atlántico y Bolívar desaparecidos bajo el agua y más de un millón de damnificados. Y lo peor es que lo más duro está por venir.
Si el diluvio universal existió, las imágenes deben ser parecidas a las que por estos días se están viendo en la costa caribe colombiana. Hay pueblos, como Santa Lucía y Campo de la Cruz, en Atlántico, con muchas de sus casas totalmente sumergidas. Barrios de Manatí están a dos metros bajo el agua, y el corregimiento de Higueretal, en Bolívar, desapareció. La gente sale con neveras y colchones al hombro a buscar un lugar seco en las colinas. Algunos más tratan de salvar sus animales. Y se ven en las carreteras manadas de perros famélicos pendientes de que les llegue Noé con su arca para salvarlos.
El gobernador del Atlántico, Eduardo Verano de la Rosa, justamente, había bautizado a un municipio "el arca de Noé". Parecía estar a salvo del diluvio. Pero el nombre le duró poco. El domingo le tocó al propio Verano emitir un comunicado en el que recomendaba la evacuación de Suán. Muchos de sus habitantes no se han querido ir. Liderados por un corajudo alcalde, y a pesar de la penumbra por los cortes prolongados de luz, dragan el río para tratar de dominar la naturaleza y hacen guardia por las noches, con tinto y sancocho, para cuidar el muro que los protege.
Y es que una cosa es que un gobernante recomiende evacuar y otra muy distinta que la gente se atreva a esa aventura. En solo el departamento del Atlántico hay cerca de 30.000 familias damnificadas y solo a 11.000 personas les han conseguido albergue.
La catástrofe que está viviendo el Caribe colombiano es tan grave que dos ingenieros estadounidenses David Brauner y Jeffrey Bedey, quienes hicieron 'doctorado' en desastres con el huracán Katrina, insinuaron que el daño puede ser aun peor que el de hace cinco años en Estados Unidos. "El huracán llegó, arrasó y se fue. El invierno en Colombia, por el contrario, es largo, no para y cada día es más peligroso", dijo uno de ellos en Barranquilla.
¿Por qué el invierno ha sido tan inclemente con la región del Caribe? Los ríos están sobrecargados de agua y lo único que atinan es a desbocarse sobre las sabanas de la costa. El Magdalena ya lleva más de 15 días desatado y tiene en jaque a ocho pueblos del sur del Atlántico (Candelaria, Repelón, Santa Lucía, Manatí, Campo de la Cruz, Luruaco, Suán y Sabanalarga) y a tres de Bolívar (San Estanislao, Arenal y San Cristóbal). Y la semana pasada el turno fue para el río Sinú, que el jueves inundó partes de Tierralta, Valencia, Cereté, Lorica, San Bernardo y San Pelayo, en Córdoba, y en siete barrios de la capital, Montería, obligó a la gente a construir cambuches. Y un día después, el San Jorge se desbordó y dejó en ascuas a Montelíbano, Puerto Libertador, La Apartada y Buenavista, también en Córdoba.
Nadie desconoce que otras regiones del país, como el Valle del Cauca y Santander, están también padeciendo los estragos de las lluvias. Las imágenes de sus inundaciones también son aterradoras. Pero el boquete que se abrió en el Canal del Dique ha marcado una diferencia.
El Canal del Dique es un brazo artificial que los españoles (siglo XVI) le sacaron al río Magdalena cuando este pasa por el municipio de Calamar, y lo desviaron a la bahía de Cartagena. Son 102 kilómetros de recorrido, a lo largo de los cuales hay un complejo de ciénagas, y se concibió para facilitar la comunicación entre el principal puerto colonial y el interior del país.
El 30 de noviembre la furia del agua del Canal del Dique rompió un terraplén que se construyó hace casi medio siglo para contenerlo. Desde ese martes y hasta el viernes pasado se colaron por ese boquete 1.400 millones de metros cúbicos de agua y han inundado 500 kilómetros cuadrados de tierra de los 3.300 que tiene el Atlántico. Lo grave no es que el Canal del Dique haya roto un terraplén vial, lo grave es que el agua se sigue colando y sigue causando estragos. El viernes anunciaron que van a cerrar el boquete antes del 24 de diciembre. Pero en 10 días han cerrado 110 metros de los 214. ¿Será que lo logran antes de la Navidad?
Una de las hipótesis que se están barajando es que el mapa de esta parte de la costa caribe puede cambiar. Dicen que no va a ser fácil que el agua salga de estos pueblos,
que se construyeron a costa de secar humedales. La situación en todos los departamentos caribeños tiende a agravarse. En Magdalena, el viernes, un vendaval dejó sin techo las casas de Nueva Venecia, un pueblo palafítico, en la Ciénaga Grande. En Bolívar, 39 de los 45 municipios tienen inundaciones, 65.000 de las 110.000 hectáreas sembradas están afectadas por el agua y el 80 por ciento de las vías secundarias y terciarias están casi inservibles. Y en Sucre, las aguas se llevaron por delante al arroyo de Pichilín, en Toluviejo, e incomunicaron al departamento con su zona turística y con Bolívar.
Las vías han colapsado. La carretera Oriental, que comunica a Barranquilla con la Troncal de Occidente y la carretera de la Cordialidad tienen paso restringido, y si la inundación sigue, podría obligar a cerrar la Troncal de Occidente, que comunica a Medellín con Cartagena, a la altura del puente de Gambote.
Hay otras pérdidas incalculables, como la de documentos de notarías, de oficinas públicas, de pacientes en los hospitales y de las escuelas públicas. Pero la parte más grave de la emergencia está por venir, pues
miles de animales que han muerto contaminan las aguas y el suministro de agua potable está en veremos, pues los acueductos y alcantarillados están bajo el agua. En solo Atlántico tienen que reconstruir 30.000 casas, buscar cómo albergar a los damnificados a partir de enero, cuando las escuelas comiencen clases, y cómo conseguir 5.200 toneladas de víveres para poder alimentar a los 152.000 damnificados en los próximos tres meses.
Lo que más preocupa es que
los niveles del río siguen aumentando y las lluvias no cesan en esta región del país.
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