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Si pudiéramos desplegar nuestro intestino completamente después de deshacer los nudos y sus pliegues nos encontraríamos con unos 40 m de longitud, poca cosa en comparación con lo que poseen los herbíboros condenados a alimentarse con la celulosa de las hierbas, nosotros lo tenemos más corto y lo tenemos porque lo hemos invertido en otra cosa: en un órgano con mucho gasto, el cerebro.

Es por eso que somos coctivoros, consumidores de alimentos cocinados. Fue la cocina la que nos permitió acortar nuestros intestinos. Una ventaja que tiene su peaje:

Es por eso que somos mas listos que las cebras, pero con un sistema digestivo mucho más vulnerable, y es por eso que las cebras no tienen úlceras, ni colón irritable ni dispepsia. Una cosa por otra.


Comentario: Otro factor incidente es la alimentación moderna, con gran carga de carbohidratos y celulosa vegetal, para la cual los intestinos no se encuentran adaptados a procesar. Para más información consulte:
El lado oscuro del vegetarianismo

Aquí hay una conferencia de Heribert Watzke donde explica muchas cosas de interés para los psiquiatras del futuro

La primera cuestión es que el intestino no sólo se dedica a desglosar, clasificar, digerir y expulsar los nutrientes procedentes de la comida que ingerimos sino que además tiene otras dos funciones de interés: una neural y otra inmune. Es por eso que algunos autores ya hablan del segundo cerebro: "pensar con las tripas", tener "un bolo en el estomago" o sentir "mariposas en el estomago" ya no son simples metáforas poéticas sino descripciones de fenómenos intestinales relacionados con las emociones.

No es raro: el intestino está revestido de millones de neuronas y sintetiza y devuelve neurotransmisores, los mismos que a nivel cerebral tienen funciones de comunicación. Es también lógico que siendo la primera barrera defensiva el intestino se dedique a identificar esas proteínas digeribles de esas otras que llegarán a convertirse en antígenos y nos amargarán la vida con alergias o enfermedades diversas. Al fin y al cabo un antigeno no es mas que una proteina. Un error en la clasificación de las mismas da lugar a múltiples malestares.

Algo que sucede cuando el intestino se ha hecho demasiado permeable y las proteínas alcanzan la sangre a través de la luz del tubo digestivo.

Pero en este post voy a comentar algunas evidencias de la forma en que este segundo cerebro influye en el primero, es decir como nuestro intestino habla con su cerebro, un diálogo que llevan a través de ese nervio que llamamos vago y que de holgazán no tiene nada.

El pequeño cerebro en nuestras entrañas, en conexión con el grande en nuestros cráneos, determina en parte nuestro estado mental y juega un papel clave en ciertas enfermedades en todo el cuerpo. Aunque su influencia es de largo alcance, el segundo cerebro no es el asiento de cualquier pensamiento consciente o de toma de decisiones. "El segundo cerebro no ayuda con los grandes procesos de pensamiento ... la religión, la filosofía y la poesía se procesa -como es obvio- en el cerebro en la cabeza". Eso dice, dice Michael Gershon , un experto en el campo emergente de la Neurogastroenterología y autor del libro de 1998 El segundo cerebro .

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Técnicamente conocido como el sistema nervioso entérico, el segundo cerebro está formado por las vainas de las neuronas incrustadas en las paredes del tubo largo de nuestro intestino, o canal alimentario, que mide unos nueve metros de extremo a extremo desde el esófago hasta el ano. El segundo cerebro contiene unos 100 millones de neuronas, más que en cualquiera de la médula espinal o del sistema nervioso periférico.

Esta multitud de neuronas en el sistema nervioso entérico nos permite "sentir" el mundo interior de nuestro intestino y su contenido. Equipado con sus propios reflejos y sentidos, el segundo cerebro puede controlar el comportamiento intestinal independientemente del cerebro, su funcionamiento es bastante independiente de él. "El cerebro en la cabeza no tiene que ensuciarse las manos con el negocio sucio de la digestión, la cual se delega en el cerebro en el intestino", dice Gershon. Él y otros investigadores han explicado que la complejidad del segundo cerebro probablemente no se puede interpretar a través de este proceso de paz.

Por ejemplo, los científicos se sorprendieron al saber que cerca del 90 por ciento de las fibras en el nervio visceral primario, el vago, llevan la información desde el intestino al cerebro (vía eferente) y no al revés. "Parte de esa información es decididamente desagradable", dice Gershon y si no lo cree puede preguntar por los vómitos de Messi.

El segundo cerebro informa a nuestro estado de ánimo de otras maneras más subverticias, también. "Una gran parte de nuestras emociones están probablemente influenciadas por los nervios en nuestro intestino", dice Mayer: nuestro intestino agria nuestro carácter.

Por ejemplo, la estimulación eléctrica del nervio vago, un tratamiento útil para la depresión, pueden imitar estas señales, dice Gershon. Dada en común con los dos cerebros, otros tratamientos de la depresión que se dirigen a la mente puede afectar involuntariamente el intestino. El sistema nervioso entérico utiliza más de 30 neurotransmisores, como el cerebro, y de hecho el 95 por ciento de la serotonina del cuerpo se encuentra en los intestinos. Concretamente el colón irritable es la consecuencia (la diarrea) de esos excesos de serotonina, siendo el estreñimiento la consecuencia de la saturación de estos receptores.

Debido a que los medicamentos antidepresivos llamados inhibidores selectivos de la recaptación de serotonina (ISRS) aumentan los niveles de serotonina, no es de extrañar que los medicamentos destinados a provocar cambios químicos en la mente provoquen problemas gastrointestinales como efecto secundario.

El síndrome del intestino irritable, que afecta a más de dos millones de estadounidenses-es una enfermedad muy comórbida con los trastornos psiquiátricos menores, sugiriendo una etiología común. Quizá por eso un exceso de serotonina en nuestras entrañas, podría ser considerado como una "enfermedad mental" del segundo cerebro.

Los científicos están aprendiendo que la serotonina fabricada por el sistema nervioso entérico también podría desempeñar un papel en otras enfermedades, algunas de ellas sorprendentes: En un nuevo estudio de Nature Medicine estudio publicado en línea el 07 de febrero, un fármaco que inhibe la liberación de serotonina en el intestino contrarresta la osteoporosis.

"Fue totalmente inesperado que el intestino regulara la masa ósea en la medida en que se podría utilizar esta idea para curar, al menos en roedores-osteoporosis", dice Gerard Karsenty , autor principal del del estudio . La serotonina filtrándose desde el segundo cerebro, incluso podría jugar algún papel en el autismo, el trastorno del desarrollo a más frecuente en la primera infancia.Gershon ha descubierto que los mismos genes implicados en la formación de sinapsis entre las neuronas en el cerebro están implicadas en la formación de sinapsis entéricas. "Si estos genes se ven afectados de autismo," dice, "que podría explicar por qué tantos niños con autismo tienen anormalidades motoras gastrointestinales", además de los niveles elevados de serotonina intestinal vertida en la sangre.

A la larga, el floreciente campo de la Neurogastroenterología ofrecerá una nueva visión del funcionamiento del segundo cerebro-y su impacto en el cuerpo y la mente."Nunca hemos visto sistemáticamente [el sistema nervioso entérico] las relaciones entre las lesiones en el mismo y las enfermedades, dice Gershon.

Un día, tal vez habrá conexiones conocidas entre las enfermedades y las lesiones en el sistema nervioso del intestino como algunos en el cerebro y la médula espinal como hoy indica la esclerosis múltiple . La investigación de vanguardia de cómo el segundo cerebro interviene en la respuesta inmune del cuerpo; con al menos el 70 por ciento de nuestro sistema inmune, está dirigida al intestino para expulsar y matar a los invasores extranjeros.

Mayer de la UCLA está haciendo un trabajo sobre cómo los miles de millones de bacterias en el intestino se "comunicarian" con las células del sistema nervioso entérico (a las que superan en número ). Su trabajo con el sistema nervioso del intestino lo ha llevado a pensar que en los próximos años será necesario para la psiquiatría ampliar su puntos de vista para tratar el segundo cerebro además del otro: del verdadero.

¿Y si al final los psiquiatras nos encargamos de las tripas? ¿Están las emociones en las tripas?