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Fuertes lluvias dificultaban ayer las tareas de rescate en la castigada región serrana del estado de Río de Janeiro, donde las inundaciones y deslizamientos de tierra ya se cobraron la vida de 544 personas, mientras los pobladores se debatían entre abandonar sus casas ante el temor a nuevos deslizamientos o quedarse para evitar saqueos.

El mal tiempo, que según el pronóstico continuaría hasta mañana, impidió el vuelo de los helicópteros para que los socorristas pudieran llegar a las zonas más remotas. Y obstaculizó el trabajo de los equipos de voluntarios que removían cuerpos y escombros de las calles de Teresópolis, Nova Friburgo, Petrópolis, Sumidouro, Itaipava y São José do Vale do Rio Preto, cubiertas en toneladas de barro y rocas desprendidas de las montañas circundantes.

"Sabemos que aún hay muchos cuerpos, pero en este momento damos prioridad al rescate de los sobrevivientes y rezamos para que pare de llover", señaló David Massena, secretario de Comunicación de Nova Friburgo, la ciudad más golpeada, con 232 víctimas fatales. En tractores, los socorristas intentaban acceder a algunas localidades que todavía permanecían aisladas, como los barrios de Campo do Coelho, Vargem Alta y Toledo, donde se cree que se encontrarán más muertos enterrados o gente que perdió sus casas y está incomunicada.

Pese a la intensidad con que las nubes negras descargaron ayer su agua sobre la región, no se informó de nuevos deslizamientos desde los del martes pasado, que cambiaron para siempre las vidas de los lugareños.

"Conseguí salvar pocas cosas. Todo el piso debajo de mi casa se fue. El río se desbordó y sólo me dio tiempo para salir y agarrar algo de lo que teníamos a mano. Es muy triste y todavía tenemos muchos vecinos desaparecidos", se lamentó el metalúrgico Luis Manuel Alencar, de 50 años, residente del barrio Córrego do Dantas, Nova Friburgo, que buscaba un lugar dónde alojarse con su esposa.

Hasta el momento, en la región hay 5800 personas sin techo y otras 7800 que habían sido trasladadas a refugios. Un segundo hospital móvil fue levantado en la zona por las fuerzas armadas para atender los numerosos problemas de salud.

"Es hora de arremangarse y ayudar a esas familias. Se tiene que hacer una autocrítica; por qué se permitió todo esto", dijo el gobernador de Río de Janeiro, Sergio Cabral, quien los días anteriores a la catástrofe había criticado con dureza la pasividad de las autoridades locales al permitir que la gente pobre construyera viviendas en lugares de alto riesgo. "Ahora tenemos que rescatar cuerpos y ayudar a las familias sin techo. No podemos perder tiempo en este momento", agregó el gobernador.

A media mañana de ayer, un rumor acerca de la supuesta ruptura de una represa en las afueras de Nova Friburgo provocó pánico entre los residentes, que salieron a las calles corriendo. Luego se descubrió que todo se había originado por la caída de un tanque de agua de un edificio.

En Teresópolis, otra falsa noticia sobre una banda de criminales que estaba realizando saqueos generalizados dejó desierto el centro de la ciudad. La alcaldía informó luego que sólo dos tiendas fueron robadas.
Exodo

"Con todos los problemas que tenemos, es lamentable enfrentarse a rumores así. Muchos lo pasaron muy mal y eso no nos ayuda nada", se quejó el vicegobernador, Luiz Fernando Pezão, quien garantizó la seguridad con los refuerzos que llegaron del ejército y la Fuerza Nacional.

Sin electricidad, con agua y alimentos escasos, mucha gente intentaba dejar la región para ir a albergarse a casas de familiares y amigos. Largas filas de autos se veían a lo largo de los caminos sinuosos, avanzando despacio por las rocas y tierra que bloqueaban parte de las rutas. Sólo se detenían para dejar pasar, en la otra dirección, a los vehículos de emergencia y las grúas y camiones con equipo para remover tierra.

Al artesano Luciano Figueiredo, de 53 años, nadie lo convencía sin embargo de abandonar su casa, prácticamente sumergida en lodo, en el barrio Cascata do Imbuí, de Teresópolis. "Tengo miedo de los saqueos. Ya no tengo edad para ganar dinero en la vida. Si me roban todo, no tendré cómo sobrevivir", dijo.

Bajo la constante lluvia, otras familias humildes cargaban a sus muertos envueltos en frazadas, desde las sierras hasta los centros urbanos.

Como las morgues locales estaban ya repletas, se llevaron tres camiones frigoríficos para mantener los cadáveres hasta que fueran identificados. Además, en los cementerios no paraban de cavar tumbas día y noche para hacer lugar a los muertos, que hora tras hora se incrementan.