Traducido del inglés para Rebelión por Germán Leyens y revisado por Caty R

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La hipocresía del gobierno de EE.UU. se ha demostrado una vez más con toda su fuerza. El gobierno de EE.UU. invadió Iraq y Afganistán, arrasó gran parte de esos países, incluidas aldeas enteras y ciudades, y masacró innumerables cantidades de civiles para "llevar la democracia" a Iraq y Afganistán. Ahora, después de que los egipcios han estado días enteros en las calles exigiendo que "Mubarak se vaya", el gobierno de EE.UU. se mantiene alineado con su gobernante títere egipcio, sugiriendo incluso que Mubarak, después de dirigir un Estado policial durante tres décadas, es la persona apropiada para implementar la democracia en Egipto.

El 30 de enero, la secretaria de Estado de EE.UU. Hillary Clinton, declaró que el EE.UU. de la "libertad y la democracia" no busca ni apoya el derrocamiento del dictador egipcio. El primer ministro israelí Netanyahu dijo a EE.UU. y Europa que hay que limitar las críticas contra Mubarak a fin "de preservar la estabilidad en la región".

Cuando dice "estabilidad" Netanyahu quiere decir la ilimitada capacidad de Israel de seguir oprimiendo a los palestinos y robando su país. Mubarak ha sido durante tres décadas el bien remunerado agente de EE.UU. e Israel, aislando Gaza del resto del mundo e impidiendo que la ayuda fluya a través de la frontera egipcia.

Mubarak y su familia se han convertido en multimillonarios gracias al contribuyente estadounidense, y el gobierno de EE.UU., republicanos y demócratas por igual, no quieren perder su considerable inversión en Mubarak.

El gobierno ha corrompido desde hace tiempo a gobiernos árabes pagando a gobernantes instalados por EE.UU. para que representen los intereses estadounidenses e israelíes en lugar de los intereses de los pueblos árabes. Los árabes aguantaron la opresión financiada por EE.UU. durante muchos años, pero ahora muestran señales de rebelión.

El asesino dictador de Túnez, instalado por EE.UU., fue derrocado por la gente que salió a las calles. La rebelión se ha extendido a Egipto y también hay protestas callejeras contra los gobernantes apoyados por EE.UU. en Yemen y en Jordania.

Estos levantamientos podrán tener éxito en el derrocamiento de gobernantes títeres, ¿pero será el resultado algo más que el cambio de un gobernante títere de EE.UU. por otro nuevo? Mubarak se podrá ir, pero quienquiera que ocupe su lugar probablemente portará el mismo arnés estadounidense.

Lo que hacen los dictadores es eliminar el liderazgo alternativo. Los dirigentes potenciales son asesinados, exiliados, o encarcelados. Además, todo lo que no sea una revolución genuina, como la iraní, deja en su lugar a una burocracia acostumbrada a que las cosas sigan como siempre. Además, Egipto y los militares de ese país se han acostumbrado al apoyo estadounidense y querrán que el dinero siga fluyendo. El flujo de ese dinero es lo que asegura la compra del gobierno de reemplazo.

Como el dólar de EE.UU. es la moneda de reserva del mundo, el gobierno estadounidense tiene el dominio financiero y la capacidad de aislar a otros países, como Irán, en el aspecto económico. Para liberarse del control de EE.UU. tendría que suceder una de dos cosas. La revolución tendría que extenderse por el mundo árabe y resultar en una unidad económica que fomente el desarrollo económico indígena, o el dólar de EE.UU. tiene que fracasar como moneda de reserva mundial.

La falta de unidad árabe ha sido desde hace tiempo el medio por el cual los países occidentales han dominado Medio Oriente. Sin esa desunión, Israel y EE.UU. no podrían abusar a los palestinos de la forma en que lo vienen haciendo desde hace décadas, y sin esa desunión EE.UU. no podría haber invadido Iraq. Es poco probable que los árabes se unan repentinamente.

El colapso del dólar es más probable. Por cierto, la política del gobierno de EE.UU. de maximizar los déficit presupuestario y comercial y la política de la Reserva Federal de monetizar el déficit presupuestario y los activos fraudulentos de los grandes bancos en papel, hacen que el dólar se dirija hacia su desaparición.

A medida que crece el suministro de dólares, su valor disminuye. Tal vez no esté lejano el día en el que los gobernantes dejen de vender a sus pueblos por dinero estadounidense.

Paul Craig Roberts fue editor del Wall Street Journal y secretario adjunto del Tesoro en el gobierno de Ronald Reagan. Su último libro, How the Economy Was Lost, fue publicado recientemente por CounterPunch/AK Press. Se puede contactar con él en: paulcraigroberts@yahoo.com