Vivimos en mundo que cambia a una velocidad vertiginosa. Por si esto fuese poco establecemos relaciones nuevas constantemente en el trabajo y durante nuestro tiempo libre, debido a la gran oferta de ocio actual. Todo ello nos exige una gran facilidad de adaptación a situaciones nuevas, así como el desarrollo de nuestras habilidades sociales para poder desenvolvernos adecuadamente en nuestro entorno sociocultural más cercano.
adversidad

Pero... ¿estamos preparados para hacer frente a este tipo de situaciones nuevas que se dan de forma intermitente, así como para gestionar con eficacia la gran cantidad de relaciones interpersonales que establecemos?

Si le preguntásemos a cualquier docente del siglo XXI si debemos educar para afrontar la adversidad, la mayoría nos respondería que sin duda. Lo ideal sería dotar a los futuros ciudadanos de las herramientas adecuadas para poder navegar sin problema en la vorágine de estímulos, cambios e interacciones personales de nuestro tiempo. No obstante si hacemos un análisis minucioso comprobaremos que la mayoría de docentes de nuestro país ―España― dedica una gran cantidad de su tiempo, el cual puede variar entre algunos meses y varios años, a aprobar una oposición. Con ello se pretende obtener un puesto de trabajo permanente, cerca de casa, y a poder ser con alumnos «tranquilos». Además esto conlleva encerrarse durante un tiempo para poder estudiar lo necesario y ser de los mejores en el proceso selectivo; lo cual conlleva una merma en el establecimiento de vínculos interpersonales durante un tiempo.

En resumen: los que deberíamos educar para afrontar la adversidad y para desarrollar las habilidades sociales, dedicamos una gran parte de nuestro tiempo a encontrar un trabajo estable y seguro, y para ello nos aislamos y descuidamos nuestras relaciones de amistad o familiares ―que nadie se lo tome de forma personal, esto no es un ataque contra ningún gremio, únicamente pretendo incitar a la reflexión―.

A lo anterior debemos sumarle lo que ocurre cada vez que un alumno comete un error en el colegio. Muchos de nosotros recordaremos aquella vez que nos avergonzamos en clase cuando contestamos mal aquella pregunta tan fácil y la maestra o el maestro nos dijo delante de nuestros compañeros que no sabíamos la respuesta porque nos pasábamos el día en la luna. Esto nos llevó a mirar hacia el suelo, tratando de pasar desapercibidos, cada vez que nuestro profesor o profesora lanzaba una pregunta al aire. Aunque intuyésemos que sabíamos la respuesta, preferíamos no contestar para evitar equivocarnos y volver a avergonzarnos delante de los compañeros. Ya habíamos desarrollado un miedo considerable al error.

Para colmo, conforme fuimos creciendo nuestros padres nos exigían que estudiásemos una carrera con salidas ―¿existe eso hoy en día? ―para poder conseguir un trabajo para toda la vida y con un buen sueldo ―insisto...¿existe eso a día de hoy?―. Es cierto que muchos de nuestros progenitores tuvieron el mismo trabajo durante toda su vida o gran parte de ella, motivo por el cual nos inducían a alcanzar la supuesta comodidad y seguridad que aquello suponía. Pero no podemos pasar por alto que el panorama laboral actual no tiene nada que ver con el que vivieron ellos.

Además de todo lo anterior, cada vez que se nos ocurría comentar a nuestros amigos o familiares una idea creativa, original e innovadora sobre algo que teníamos pensado hacer, nos decían que nos olvidásemos de eso, que estábamos fantaseando y que con total seguridad aquello no saldría bien. ¡Menos mal que estaban ellos allí para darnos un punto de vista «realista» y así «protegernos» de una posible desilusión!

En definitiva, nos cuesta afrontar la adversidad porque nos han educado para evitar la equivocación a toda costa, y nuestro entorno social nos ha presionado para que hagamos lo mismo que los demás, sin ocasionar demasiado alboroto. Pero... ¿qué pasaría si cambiásemos todo eso? ¿Qué ocurriría si educásemos a las siguientes generaciones para saber hacer frente a los cambios y los problemas de forma eficaz? ¿Cuánto conseguiríamos si enseñásemos a los más jóvenes a superar retos importantes y a animar, e incluso ayudar, a quienes quieren llevarlos a cabo?

Bueno, por algún sitio hay que empezar. De momento, desde Nueces y Neuronas queremos ofreceros una serie de estrategias para que podáis hacer frente a la adversidad de una manera más efectiva. ¡Esperamos que os sean útiles!
  • Identifica y jerarquiza tus problemas. Céntrate en dar importancia a aquellos problemas de mayor relevancia. Así evitarás distracciones menores y no dispersarás tu energía con cosas poco relevantes. Es importante que diferencies entre los inconvenientes o las decepciones menores y los obstáculos reales que te impiden conseguir tus metas. Esto te ayudará a desarrollar un plan de acción mucho más eficaz.
  • Trata de entender que experimentar la adversidad es necesario. Todos padecemos algún tipo de contratiempo, cambio o dificultad a lo largo de nuestra vida. Evitar un exceso de autocompasión y saber aceptar y abrazar las nuevas situaciones nos facilitará mucho el desarrollo normal de las cosas. Esto no significa que no puedas permitirte sentimientos de tristeza o frustración; más bien se trata de aceptar estas emociones y comenzar a pensar cómo mejorar en aquello que sea susceptible de mejora. Puedes hacer una lista de experiencias difíciles que has superado en el pasado. Así te darás cuenta de tu potencial de superación y de tu resiliencia.
  • Establece metas realistas. Tus metas deben establecerse acorde con tus recursos. Si crees que te has establecido una meta demasiado ambiciosa, puedes descomponerla en metas más pequeñas y asequibles, o programarlas a largo plazo. Esto te ayudará a mantenerte motivado y disminuirá tu frustración. Tu confianza aumentará cada vez que consigas una meta pequeña que te dirija hacia una meta más grande. Concentrarte en metas más asequibles y menos relevantes también hará que tus contratiempos se vean irrelevantes, ya que si no alcanzas tu objetivo no echarás por la borda el resultado de un gran esfuerzo. Puedes ir registrando las metas que vas alcanzando para mantener tu motivación.
  • Aprende de cada error cometido. Olvida lo que aprendiste sobre los errores en tu infancia. Siempre que te encuentres con una situación nueva, estarás expuesto a equivocarte. Únicamente limítate a comprender y reconocer qué es aquello que no has hecho bien y trata de mejorarlo la próxima vez. No cometer dos veces el mismo error será síntoma de que estás llevando a cabo un aprendizaje correcto.
  • Esfuérzate por ser optimista. Trata de buscar el lado positivo de cada vivencia. No se trata de ser optimista sin más. Hemos de aceptar las limitaciones o perjuicios de cada situación, pero si además identificamos nuestras oportunidades y fortalezas, podremos solventarlas con mayor facilidad. Puedes inspirarte leyendo las biografías de grandes personajes como Nelson Mandela, Mahatma Gandhi, Leonardo da Vinci, Martin Luther King, Thomas Alva Edison, Marie Curie o Hipatia de Alejandría. Todos ellos marcaron un antes y un después en la historia, pero algunos pasaron situaciones de pobreza extrema en su infancia, a otros les marginaron por el color de su piel o la casta a la que pertenecían; incluso a unos cuantos, que acabaron siendo grandes genios o científicos, se les consideró en su juventud completos inútiles carentes de inteligencia e incapaces de aprender. No obstante cada uno de ellos supo aprovechar sus oportunidades y habilidades, pudiendo llegar a desarrollar un gran potencial.
  • Establece un plan alternativo. Busca muchas soluciones a tus problemas y crea planes de emergencia. Tener varias opciones incrementará tus posibilidades y te brindará rutas alternativas al éxito en caso de que tu primer intento falle.
  • Sigue los pasos de quien ya lo haya conseguido. A veces ya conocemos a personas que han dado con la solución que estamos buscando. Solo debemos tratar de seguir los pasos de esa persona o consultarle para que nos eche una mano. Si además conoces a varias personas que ya lo consiguieron mejor, así podrán brindarte varios puntos de vista.
  • Lleva una vida saludable. Haz ejercicio con frecuencia, lleva una dieta adecuada y respeta el tiempo de descanso: todos estos elementos contribuyen a una mayor sensación de un bienestar general, una mayor autoestima y nos ayudan a mantener unos niveles de energía más elevados. Adoptar un estilo de vida saludable es fundamental para lidiar mejor con tus problemas del presente, y te ayudará a prevenir algunos otros en el futuro.
  • ¡Persiste! Rendirte no resolverá ninguno de tus problemas. Muchas situaciones pueden mejorar con tenacidad y una estrategia adecuada. No te dejes llevar por la pereza, el miedo o la desgana. Tómate pequeños descansos pero sigue en la dirección que te propusiste.
  • Y por último, elige bien tus relaciones. Es fundamental que cuides tus relaciones familiares para recibir su apoyo cuando lo necesites. Pero no es menos importante saber elegir correctamente a tus amigos. Evita a la gente tóxica. Trata de establecer relaciones con gente entusiasta, emprendedora y con energía positiva pero que a la vez sean críticos y realistas. Ellos te ayudarán a sacar adelante tus proyectos y te asesorarán con criterio para que puedas alcanzar tus sueños.