resentimiento
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El resentimiento, según la RAE hace referencia al "sentimiento persistente de disgusto o enfado hacia alguien por considerarlo causante de cierta ofensa o daño sufridos y que se manifiesta en palabras o actos hostiles". Pero, además, el resentimiento es el enfado que viene por el hecho de que ese daño provocado, viene de no atender una determinada exigencia, como a ser respetados, escuchados o valorados, por ejemplo.

El derecho que tiene cada ser humano a exigir a otro es un tema espinoso. El propio Perls planteó en su afamada "Oración gestáltica" que cada uno hace su parte en la vida y que no estamos aquí para cubrir las exigencias de otros sino las nuestras propias, que esa es la responsabilidad para obrar nuestra propia felicidad.

Sin embargo, en nuestra vida diaria, continuamente exigimos cosas a otros, ya que muchas de nuestras necesidades o cosas que queremos, sólo podemos satisfacerlas a través de los otros. El problema, probablemente, sea que expresamos las exigencias de forma muy deshonesta, en el sentido gestáltico del término (es decir, que no somos claros y directos cuando las realizamos, sino que las maquillamos y endulzamos para que sean menos amenazantes, de tal forma que no asumimos la responsabilidad de nuestra exigencia/petición de forma clara y sincera). Una exigencia, entendiéndola como una petición clara al otro, es una acción congruente, enérgica y responsabilizada: al plantearle de esta manera, el sujeto está asumiendo la responsabilidad de dicha petición y está evidenciando aquello que necesita o desea del otro, y de su postura al respecto.

Tal y como señala John Stevens, esto es algo que suele resultar muy amenazante, por lo que la mayoría de las veces no expresamos de forma asertiva nuestras exigencias en las relaciones interpersonales, ya que el miedo, a que el otro no quiera atenderlas (lo cual es lógicamente legítimo), que nos rechace o nos juzgue por pedirlas, que se evidencien nuestras fallas o debilidades (cuando exigimos cariño, o que no se nos digan determinadas cosas, por ejemplo, estamos mostrando nuestro lado más vulnerable) o que nos transmitan que esa exigencia es una responsabilidad propia, y que por tanto debemos satisfacer nosotros y no a través de otro, hace que normalmente no las expresemos de forma clara, sino que las disfracemos de acusaciones, requerimientos, lamentos, quejas o llamadas de atención más o menos directas. Esperamos que el otro detecte nuestras necesidades, sin tener que exigirlas ni plantearlas abiertamente.

Es por esto por lo que tendemos a disfrazarlas, pero ello conlleva que de tanto repetirlas en este formato disfrazado y deshonesto, llega un momento en el que ni siquiera nosotros mismos las entendemos. Nuestra exigencia se vuelve confusa por no ser expresada abiertamente, y al no ser satisfecha, algo que difícilmente ocurrirá aun si el otro tiene buena disposición debido a que no la planteamos de forma clara y enérgica, acaba generando en nosotros sensación de resentimiento hacia el otro. "Nunca me dejas hablar, siempre tengo que oír tus broncas" es un resentimiento que conlleva una exigencia detrás: Exijo que me escuches y me dejes expresar mi criterio. La exigencia, aun siendo brusca, permite una oportunidad de entendimiento y resolución, mientras que este tipo de resentimientos, rara vez generan algo más oportuno que conflicto y hacen que el paciente eluda su propia parte, quedándose anclado en la queja. Tal y como decía Fritz Perls en sueños y existencia: Detrás de toda queja existe un no asumir la propia responsabilidad. En este caso, en la queja del resentimiento existe la no asunción de la responsabilidad de plantear de forma clara y descubierta nuestra exigencia con el otro.

Es por esto, por lo que el trabajo de clarificación de resentimientos con los pacientes, es particularmente importante en psicoterapia. Merece la pena invertir tiempo en sesión, en explorar los resentimientos que expresan los pacientes, y al oírlos no sólo validarlos y reflejarlos empáticamente, sino profundizar en ellos, "seguir su rastro" y recorrerlos "río arriba" para ver su origen, es importante que el paciente exprese y verbalice sus resentimientos y conforme lo hace profundice y toma conciencia de cómo se siente, y sobre todo, que mensaje enérgico necesita expresar para solucionar el problema de ese resentimiento, cual es la responsabilidad que existe detrás de la queja, qué tipo de exigencia asertiva debe realizar al otro.

Al verbalizarlas de manera clara, también, el paciente podrá tomar conciencia de cuales de sus exigencias son lógicas, y cuales, por el contrario, se trata de deseos de no asumir la responsabilidad de ciertas acciones o ciertas realidades que debe aceptar. También, realizando ejercicios como ser las partes (silla vacía, ejercicios de fenomenología siendo el otro...) podrá darse cuenta de cuáles de sus exigencias son inasumibles para el otro, lo que le ayudará a saber si tiene sentido seguir esperando algo de otro que no podrá nunca darlo.

Como siempre, el problema es que el mundo real nunca es igual que el mundo ideal que nos gustaría, esa zona de fantasía sobre "cómo deberían de ser las cosas" con la que realmente vivimos en lugar de aceptar el mundo real y hacer las acciones congruentes con dicha realidad. Vivimos más en contacto con esa zona de fantasía que con la propia realidad, de ahí que nos quedemos esperando y resentidos con los demás y nosotros mimos por protegernos del rechazo o el malestar que genera la exigencia clara y honesta.

Hay que entender que la exigencia no implica la obligación del otro de satisfacerla, sino el acto de congruencia del sujeto consigo mismo de demandar aquello que necesita y que considera justo en su relación interpersonal del otro. Lo importante, no es el resultado de aquello que ocurra (en este caso que la exigencia sea satisfecha o no) sino que el paciente pueda entender su necesidad y emprender la acción de pedir aquello que necesita, si el otro no desea satisfacerla, porque no puede o no lo desea, el paciente deberá elegir una consecuencia, pero saldrá de ese estatus quo en el que se mantenía en el que no expresa su exigencia de manera clara por el miedo a las consecuencias pero, precisamente por eso, tampoco podía verla satisfecha, quedándose enganchada en el resentimiento.

Cuando nos negamos a expresar el resentimiento, como cualquier otra emoción, esta no desaparece, se trata de una conducta evitativa que nos ahorra el malestar del conflicto inmediato, pero que, a la larga, nos impide poder solucionar los problemas y cubrir nuestras necesidades, emponzoñando las relaciones y también creándonos confusión y haciéndonos sentir menos capaces de lo que realmente somos. Expresarlo de manera encubierta o adulterada, como queja, lamento o crítica, nos ayuda a "pasar de puntillas" por el mismo, y de tener la falsa sensación de satisfacerlo parcialmente al emprender una acción parecida, pero es algo que sólo garantiza que el resentimiento siga ahí intacto, esperando ser expresado, fijado como figura que no podrá pasar a ser fondo hasta que no sea satisfecho plenamente mediante la honesta exigencia, lo que hará que otras muchas necesidades y realidades de esa y otras relaciones, queden siempre como fondo, impidiendo conectar con ellas.

Tal y como señala Stevens:
"Sólo la plena aceptación y expresión de un sentimiento le permite completarse y dejar camino para algo más. (...) Toda reticencia a ser honestamente lo que soy y hacerle saber lo que siento y vivencio, pone distancia entre nosotros. La expresión embozada de mis sentimientos y acciones añade confusión adicional, resentimiento y dificultades a cualquier problema real que exista entre nosotros."
Artículo publicado en Aprende Viendo Terapia, la plataforma online y presencial de entrenamiento en habilidades terapéuticas.