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El economista Jeffrey Sachs lo proponía en un artículo en el Financial Times y Paul Farrell urge a ello desde su columna en MarketWatch: subir los impuestos a los ricos. Para el experto estadounidense, si Washington no toma esta medida "ahora", puede ser demasiado tarde para evitar la "revolución" y la "segunda Gran Depresión".

Farrell ahonda en la inestabilidad social que en su opinión está generando la crisis económica en EEUU. La creciente desigualdad entre los "súper ricos" y el resto de ciudadanos estadounidenses es el germen de una protesta ciudadana que "estallará de repente, de forma impredecible, como en Egipto".

El estatus que han adquirido los más acaudalados en la primera potencia mundial les ha inferido de un poder que se cuela hasta en la Casa Blanca y que ha creado un "engaño" que conducirá a EEUU a la "ruina".

Acusa a Wall Street de haber perdido el 20% de los fondos para la jubilación de muchos ahorradores estadounidenses en la última década, gracias a las mentiras, "suposiciones y buenas intenciones" que se expanden en los mercados para forzar al inversor a tomar decisiones "que chupan su dinero".

No les preocupa

"Cuentan mentiras sobre acciones para hacerse ricos", destaca, pero eso "no les importa". "No se preocupan por ti. Ni por el público americano. No pueden ver. No pueden oír. Están atrapados en la burbuja de los 400 de Forbes, en una habitación insonorizada que los aísla. Ven a la gente como trabajadores sin cara, clientes o contribuyentes. Ven el creciente poder de los republicanos y a los sindicatos desaparecer", afirma el columnista. Y añade que las "masas, desorientadas, son fácilmente manipulables".

"La Mente Colectiva Americana está atrapada en el Engaño de los Súper Ricos, reproduciendo las vísperas del Crack del 29″, asegura y aporta un dato: la última vez que la brecha entre los estadounidenses más adinerados y el 99% restante de los ciudadanos fue tan pronunciada fue en 1929, justo antes de la Gran Depresión.

Subir impuestos

Por eso, Farrell insta a subir los impuestos a esta clase alta, equivalente al 1% de la población estadounidense, como medida para limitar su impunidad.

Según indica, se sienten "inmunes" y protegidos, y no son conscientes de la revuelta social que se está gestando entre las clases medias y bajas, "empujadas al borde de un gran precipicio".