Traducido por el equipo de editores de Sott.net en español

"La carga del hombre blanco" (o tal vez, la mejor frase sería "la carga que es el hombre blanco") ha sido sin duda el yugo más grande en la historia de la humanidad. Cuando se le preguntó sobre sus pensamientos acerca de la civilización occidental, Mahatma Gandhi respondió: "Sería una buena idea".

Mientras que los intelectuales occidentales critican las políticas globales de sus gobiernos, con demasiada frecuencia se culpa a los partidos políticos, al liderazgo deficiente, a las estrategias ineficaces, a la financiación insuficiente, a las armas o a la "voluntad". Pero aventúrense más lejos por un momento para considerar si el problema no es más fundamental; si la construcción "occidental" del conocimiento en sí misma no está plagada de preocupantes insuficiencias.
Rouhani Iran
© AFPEl presidente iraní, Hassan Rouhani (izq.), y altos mandos de sus fuerzas armadas asisten a un desfile con motivo del día anual del ejército iraní, el 18 de abril de 2018, en Teherán.
Demasiados pocos intelectuales predominantes están siquiera dispuestos a considerar la idea de que quizás las estructuras sociales occidentales y su epistemología subyacente de valores son tan irremediablemente defectuosas que hacen que los regímenes políticos occidentales sean una verdadera carga para la existencia humana.

Hegemonía occidental

La noción de una profunda culpabilidad moral e ideológica occidental es difícil de entender para muchos, y ni hablar de aceptarla. Cuestionarse si la geografía imaginaria llamada Occidente es realmente excepcional, o si el mundo "libre" o "civilizado" es verdaderamente civilizado, no es tarea fácil, especialmente cuando la tercera bruja shakesperiana (orientales orientalizados, sahibs marrones, los "golpeados por Occidente" y los "negros domésticos") reacciona con una furia que rivaliza con la de sus dos extrañas hermanas, la neoconservadora y la intervencionista humanitaria neoliberal.

Por lo tanto, en general se entiende que, cualesquiera que sean las deficiencias, la civilización occidental aboga por ideas, ideales y normas que son los componentes clave de cualquier brújula moral legítima. Y así, dentro de esta narrativa, la hegemonía y la jerarquía occidental se vuelven morales y legítimas.

Con un apoyo indefectible a actores brutales y genocidas, a la conmoción y al pavor, la ocupación, la tortura, la subyugación, el calentamiento global, la mercantilización y la sexualización de la mujer, y la creciente injusticia social, Barack Obama afirma que estas cosas no son un reflejo de "quiénes somos", cuando es exactamente eso.

La disonancia cognitiva es evidente: los valores y las acciones parecen estar totalmente divorciados unos de otros, y las mansas excusas dejan de lado el hecho de que nunca ha habido valores elevados que guíen el motor destructivo de la "civilización" occidental.


Comentario: Se han articulado muchos nobles valores en estos últimos siglos, pero ciertamente es discutible hasta qué punto las palabras coinciden con los hechos.


Anticolonial, antiapartheid

Desde su creación, la República Islámica de Irán apoya dos objetivos morales y políticos fundamentales: los movimientos de resistencia anticolonial y contra el apartheid en Sudáfrica y Palestina. Aunque hoy en día se han borrado mágicamente del discurso público occidental, en aquel entonces el Congreso Nacional Africano y Nelson Mandela fueron declarados terroristas por los líderes occidentales y designados como tales de acuerdo con la ley estadounidense.

Los afanosos liberales e izquierdistas tolerados por el establishment (al igual que sus homólogos contemporáneos hipócritas y oportunistas) no habrían "condonado" la violencia y la "brutalidad" de la resistencia, y desde su posición "moral" y la seguridad de sus bien fundadas torres de marfil, declararon que ambos bandos eran casi igualmente corruptos.
Isfahan Iran
© AFPTuristas visitan la histórica plaza Naqsh-e Jahan en Isfahan el 12 de abril de 2018.
Fueron, y siguen siendo, defensores de los "derechos humanos", abrazados por el establishment y a menudo galardonados, pero en realidad, como auto-apologistas "con las manos limpias", han impedido regularmente la resistencia efectiva a un imperio poderoso. Como los guardianes de la justicia, por así decirlo.

Sin embargo, gracias a la resistencia y a sus "apologistas", el apartheid institucional se derrumbó en Sudáfrica y el vital campo de batalla moral se trasladó plenamente a Palestina.

Debido a su independencia y apoyo a la resistencia frente a la ocupación en Palestina y el Líbano (o al "antisemitismo" y al "terrorismo" según la metrópoli que controle la narrativa), los iraníes corrientes han vivido durante décadas la injerencia occidental, la demonización, las sanciones, la guerra, los repetidos y masivos ataques químicos respaldados por Occidente y el derribo de aviones civiles por parte de la Armada de Estados Unidos y de la fuerza aérea de Saddam Hussein.

Los medios de comunicación corporativos y estatales occidentales y los think tanks pueden caricaturizar sin cesar a Irán y a la República Islámica, pero los iraníes reconocen abrumadoramente que su independencia, dignidad y seguridad radican en impedir que los poderes hegemónicos implacables y sus clientes ganen la delantera en la región.

Apologistas del imperio

Apoyar el extremismo en Afganistán y su subsiguiente invasión, apoyar a Sadam, luego destruir Irak y más tarde Libia, matar de hambre a Yemen y Gaza, aplastar a Bahrein, repetir su política de Nicaragua de los años ochenta en Siria con el extremismo religioso en lugar de los Contras, y el golpe en Turquía están todos vinculados a este objetivo.

Mucho después de que las organizaciones de inteligencia extranjeras facilitaron el surgimiento de decenas de miles de combatientes extranjeros en Siria, Hezbolá (2013) y las fuerzas iraníes (2015) entraron a Siria en cantidades significativas y a petición del gobierno sirio.

Al ignorar a los apologistas del imperio y a los liberales autocomplacientes, los iraníes entendieron que el objetivo de Estados Unidos en Siria no era "la libertad y la democracia", sino socavar a Siria para dañar a Irán y apoyar al régimen israelí.

Cuando el jefe de la inteligencia militar israelí afirma que su país prefiere el Estado islámico (EI) antes que al presidente sirio Bashar al-Assad, el ex jefe del Mossad admite que trata a los militantes heridos de Al-Nusra porque su régimen no está "específicamente dirigido por Al Qaeda", y el ex ministro de Defensa israelí explica cómo los combatientes del EI que ocupan la frontera con Siria tuvieron la amabilidad de "disculparse" con los israelíes, está claro que la elección fue entre la bandera siria o la bandera negra.

Desinformación mediática

Al igual que los ataques con misiles ilegales de EE.UU., Reino Unido y Francia contra Siria, el ataque israelí contra la base aérea siria T-4 y el asesinato de siete soldados iraníes estuvieron vinculados a esta política de fortalecimiento de los extremistas. Los iraníes estaban estacionados allí legalmente para ayudar al ejército árabe sirio a liberar los sectores ocupados por los terroristas restantes.

A pesar de años de propaganda occidental, desinformación de los medios de comunicación y repetidas amenazas israelíes, Irán nunca ha amenazado con iniciar un conflicto militar con Israel. Sin embargo, el atormentado y egoísta primer ministro israelí, Benjamin Netanyahu, ahora ha hecho un mal cálculo y ha cometido un grave error.

Estados Unidos acusa sin establecer un motivo para el acusado, ataca sin esperar las inspecciones y destruye sin explicar la misteriosa ausencia de armas químicas. A través del excepcionalismo occidental, la ley de la selva prevalece, sin dejar ninguna esperanza de justicia institucional.

Cualquier otra reticencia a responder a la agresión israelí sólo alentará más violaciones contra Irán y los iraníes. Irán tomará represalias en defensa propia.

Dejando a un lado su orientalismo, Voltaire señaló correctamente: "Dios no está del lado de los batallones numerosos, sino de los mejores tiradores".
Sobre el autor

Seyed Mohammad Marandi es profesor de Literatura Inglesa y Orientalismo en la Universidad de Teherán.